La marcha, la foto, la mirada

por EED

El 23 de abril pasado, una multitud se movilizó por las calles de todo el país para reclamar por el financiamiento de la universidad pública. Una fibra sensible se disparó ante la agresión del Gobierno nacional. La fotógrafa Eugenia Neme cubrió la marcha en Bariloche y capturó la imagen que acompaña esta nota. En el taller No cuentes que hay detrás de aquel espejo, que coordina Santiago Rey, siete cronistas miraron, observaron, vieron la foto y dejaron sus impresiones.

Foto: Eugenia Neme

Junio 2024

Mirar la sonrisa

Por Santiago da Silva Évora


La masa de cuerpos abrigados y borrosos se hunde en un punto de fuga que choca contra una pancarta gigante. El 23 de abril, en la Marcha Federal Universitaria, la foto reportera Eugenia Neme dejó rastro de una multitud pocas veces reunida en Bariloche.

Se despega en un primer plano un chico alzando un libro que junta los cuentos de El llano en llamas y la novela Pedro Páramo que el escritor Juan Rulfo produjo con la trama de la Revolución mexicana de fondo. La nitidez y la iluminación de la figura del jóven lo recorta del resto. La luz de un sol que empieza a menguar le pega noblemente en la cara y abajo de la sombra que le proyecta la vicera de su gorra se ven sus ojos negros.

La autora de la fotografía suele publicar fotos de distintas movilizaciones barilochenses en su cuenta de Instagram. En casi todas las imágenes los manifestantes levantan carteles, fotografías, pañuelos a modo de trofeo. Después de una convocatoria en redes sociales, el objeto convocado en esta marcha fue el libro. Alzar un símbolo de aquello que se está reclamando.

La dimensión histórica de esta marcha nacional no tuvo correlato en la Cámara de Diputados un día después, el 24 de abril, cuando se intentó tratar el presupuesto de las universidades. Legisladores decidieron no dar quórum para iniciar la sesión.

Las reformas de la Revolución mexicana que retrata Juan Rulfo un siglo atrás, se consiguieron, en gran parte, por la capacidad de articular alianzas que tuvieron distintos sectores sociales: campesinos con comunidades indígenas con obreros. No fue una revolución, fueron varias.

El chico de gorra devuelve la mirada. Observa al lente de la cámara y posa una sonrisa que ninguna Inteligencia Artificial tendría la sensibilidad para recrear. Levanta la comisura de sus labios y exhibe sus dientes en un gesto relajado. Ni eufórico, ni enojado, ni riendo. Tal vez calmo, sosteniendo la evidencia de otra revolución en sus manos.-

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Cóbraselo caro

Por Ludmila Cabana Crozza


Vas a pensar en qué libro andás llevando en tu mochila. Vas a encontrar el que estuviste leyendo los últimos días. Vas a llegar a tiempo a la plaza. Vas a ver a los profesores de la facultad, a los del instituto. Vas a ver a unos nenes con sus mamás, vas a leer muchas banderas y carteles de organizaciones y de personas autoconvocadas. Te vas a cruzar con algunas vecinas. Conforme pase el tiempo, vas a ir sacando el abrigo que apuraste en la mochila y te lo vas a ir poniendo: campera, visera: vas a notar que no hay gorras, ni una sola. Vas a guardar los lentes en el estuche cuando caiga el sol.

Las tardes de otoño en la Patagonia son generosas al sol pero crueles en su ocaso, hay que prepararse. Vas a saludar a las compañeras de trabajo, vas a mirar la fila interminable de gente, vas a chequear el teléfono para mirar si te podés encontrar en una esquina porque es tan grande la multitud que no vas a ver a quién buscás. Vas a cantar a los gritos que llamen al gobierno nacional ¿para qué? Para que vea que este pueblo no cambia de idea, pelea y pelea por su educación. Vas a disfrutar de la marea de gente que la Marcha Federal Universitaria convocó el martes 23 de abril en toda la República Argentina.

Sin saber muy bien para qué, algunos días después de la marcha, todavía escuchando sus ecos, vas a buscar en el estante de los imprescindibles. Vas a encontrar tu Rulfo con un poco de tierra, al lado de Schweblin y Pessoa, lo vas a sacudir y lo vas a hojear. Vas a ver el sellito que les ponías a los libros en la primera hoja cuando por fin podías comprarlos después de leerlos de prestado o en fotocopias en los tiempos en los que estudiabas en la universidad pública. Vas a releer el principio de Pedro Páramo y vas a llorar de rabia al ver cómo aplica el encargo de la madre de Juan Preciado a estos días:

-No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.

Vas a secarte las lágrimas y a tragar saliva. Vas a cerrar el libro y vas a sonreír como el pibe de la foto. Vas a decirle con dignidad a ese pibe -como si lo tuvieras enfrente, como si fuera uno de tus estudiantes- lo que el hijo de Pedro Páramo respondió:

-Así lo haré, madre.

Vas a agregar en voz muy alta:

-Porque esto no es Comala, no, mi querido. Aquí no se ha muerto nadie.

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Focos

Por Juan Manuel Artero

Pudo haber sido en Buenos Aires, en Rosario, en Bariloche, o en cualquier ciudad de la Argentina. Chicos, viejos, familias, todos con libros en alto, como parte de una multitud, marchando en defensa de la universidad pública. Miles de imágenes similares fueron captadas a lo largo del país.

El chico llevaba campera como la mayoría de todos los que iban con él. Ya casi terminaba de ponerse el sol naranja de abril. Se miraron a lo lejos con la fotógrafa que estaba arriba de la caja de una camioneta, y ella casi lo perdió, pero él mantuvo la sonrisa y levantó un poco más el libro.

Y ese libro también pudo haber sido un tomo de Mafalda, el Nunca Más, la Constitución de 1949, un manual de física, el Martín Fierro. Pero era una edición de Pedro Páramo hecha por el Estado.

La convocatoria resultó masiva, logró prender en sectores no partidarios e incluso en partidarios de signos enfrentados. Se vivió como la del 2017 en rechazo al “2x1” para los criminales condenados por delitos de lesa humanidad.

Y al interior de la movilización se respiró un aire renovado. Se percibió que podía empezar a formarse un mundo alrededor de la esperanza, como sentía Juan Preciado al comienzo de la novela de Juan Rulfo.

Muchos fotógrafos, como Eugenia Neme, registraron esa tarde del martes 23 retratando a quienes siguiendo la consigna marcharon con libros que llevaron como banderas.

A diferencia de las imágenes virales, en las que un mismo punto irradia repeticiones multiplicadas, estas imágenes también se replicaron por millares pero cada una siendo un centro, un foco de tantos en el país. Desde la calle, algo pareció imponerse al algoritmo, de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha. Y un mes después el gobierno cedió a una parte importante del reclamo, que continúa.

Las fotos contaron el día, como cada título pudo contar algo de la historia de vida de quienes los alzaban en alto entre las manos.-



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Lo que se sabe

Por Marina Navarro

La tarde cae sobre los rostros de la gente que camina, abrigada, alzando banderas y carteles. El sol se cuela detrás, iluminando a la muchedumbre que avanza. Se adivinan algunas palabras escritas en rojo, desde una bandera entrecortada por el ángulo de la foto: “Universidad”, “Estado”, “Basta”. La intención de capturarlo todo.

La gente reunida va quedando fuera de foco y la atención se centra en un adolescente pelirrojo, de gorra verde.

¿En qué se piensa el instante antes de capturar esta foto?

Las imágenes de los drones muestran una postal panorámica. La magnitud y la contundencia de la adhesión. La de los fotógrafos en las calles, en cambio, acercan otra cosa.

El martes 23 de abril de 2024, en Argentina, una marcha masiva copó las calles. La convocatoria fue en contra del ajuste presupuestario a las universidades nacionales y en apoyo a la educación pública y gratuita.

¿Cómo hay que mirar para no perder nada?

En Buenos Aires una multitud caminó desde el Congreso hasta Plaza de Mayo. Medios, redes, organizaciones hablaron de un millón de personas en la capital porteña y cientos de miles en el resto del país. La escena de calles colmadas se repitió en las principales ciudades: Santiago del Estero, Mendoza, Córdoba, Rosario, La Plata, Mar del Plata, entre otras.

¿Qué se está mirando en realidad?

Lo que se viralizó en las redes, concentró la atención de los noticieros y se reprodujo en los principales portales informativos fueron las imágenes de la multitud reunida. En cada punto del país, en cada ciudad, se repitió una postal como esta, del centro de Bariloche tomada por la fotógrafa Eugenia Neme.

El adolescente pelirrojo, quizás estudiante universitario, parece emerger, atento, justo para ser captado por la lente. No lleva una bandera, no sostiene un cartel, no conversa con nadie. Solo alza firme lo que trajo a la marcha: un libro. Está sonriendo, como si supiera.-


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Tu presencia

Por Isabel Requejo

Te miro, joven de piel trigueña, enarbolando una sonrisa y un llano en llamas. No desde un páramo, sino junto a otros: impensada marea compartida.

Estabas el 23 de abril del 2024 en Bariloche, al igual que millones en todos los rincones de Argentina, desafiando palabras y acciones en defensa de nuestra Educación Pública.

Eugenia Neme, quien capturó este momento, fotógrafa de Bariloche, nos pone en tu presencia. Narra un instante, te nos hace visible.

Al hacer el clic, fija tu rostro desde una acción.

Te he vuelto a mirar muchas veces, y aún así, no logro imaginar cuáles serían tus palabras. Tampoco las de Eugenia.

¿Cómo se imbricarán ambas historias?

Tenés rostro, pero no sabemos tu nombre. Tampoco tu edad, orígenes ni historia.

¿Será que las causas colectivas son más importantes que las identidades individuales?

Advierto un contraste entre la obra de Rulfo, que plantea desesperanza y falta de cumplimiento de las promesas políticas después de la revolución, y tu sonrisa.

No es una sonrisa selfie.

Tu alegría representa otras alegrías -no visibles- de distintas generaciones que decidieron sacar los libros de los anaqueles y mostrarlos.

Ahí estás; aquí, en Tucumán, también. Eco de presencias y ausencias, un coro intemporal de luchas y memorias. Vos, en primer plano y el resto de la multitud, semi perceptible.

¿Cómo interpretar este anonimato visible de las multitudes?

Personas semi borrosas representando a un colectivo que apoya la misma causa, pero tu mirada, cuerpo y sonrisa ocupan el plano central: primavera inesperada que se anuncia en nuestro horizonte humano.-


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Las dos caras del fuego

Por Josué Almanza


Hoy estoy lejos, pero mi mente está en Argentina. Es complejo: estando en Buenos Aires me sucedía de forma inversa, mi cotidiano era extrañar el nido, el país natal. Esto me hace dar cuenta que el corazón puede repartirse en tantos hogares como nos ha dado la tierra. La última vez que me preguntaron de dónde soy, me quedé mudo. Creo que llegó ese día, el día del derrumbe, de algo que antes consideraba esencial en mi identidad: mi origen. Mis raíces aprendieron a caminar y cruzar fronteras.

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Ese mismo día, en la madrugada, había un profundo silencio. No lograba conciliar el sueño. Argentina seguía en mi mente y también el deseo de haber podido asistir a la marcha. Me tuve que conformar con las redes sociales. No era menor, pero el cuerpo me pedía más. Ahí comenzaron los cacerolazos en mi mente, un recuerdo latente de las incontables marchas que viví y presencié a lo largo de la Av. de Mayo. Incluso ocurrieron durante el COVID, haciendo sonar el aluminio y el cobre desde las ventanas. Confieso que en los primeros años me parecieron ingenuas, casi infantiles. Después pude dimensionar la potencia del estruendo, de ese reclamo colectivo. La manifestación metálica, siempre será un trazo en mi memoria de Buenos Aires, un aprender a ser Sur. Siempre se puede vencer el egoísmo. Tan fuerte gritamxs lxs indixs que no oyes ladrar a los perros.

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Miro una fotografía. Un joven sostiene a la literatura en su mano. Sinécdoque. La parte por el todo. Todas las letras del mundo están representadas en el Llano en llamas que alza en su puño derecho, toda la historia, todo el humanismo. Es una espada rulfiana, pero Storni, Borges, Cortázar, absolutamente todxs caben en el filo de esa portada. Me conmueve todo de este chico, su sonrisa, la brillantez de sus ojos, su argentinidad mestiza, la feminidad de su zarcillo, su resistencia en primer plano. La diversidad en armoniosa resistencia. Más del 4% de la matrícula universitaria es extranjera. Él representa a todos los grupos y etnias no sólo de un país, sino de la región. Es una doble sinécdoque. La educación pública de América Latina se abraza en esa marcha.

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El fuego tiene ese doble significado. Por un lado, el fuego que calcina, que extingue. Está en su naturaleza que el Estado defina los intereses nacionales en términos de supervivencia y poder. Eso implica ser capaces de prender fuego a nuestra propia casa. Parece un absurdo: empoderar sin restricciones al mercado, promover el individualismo, mientras al mismo tiempo se sofoca a la educación pública y se desprotege a una gran mayoría. Cuando muere la madre de Pedro Páramo, lo primero que hace es ir a Comala a buscar al padre. “No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”. Así, tal vez, nosotros. Seguimos buscando al padre, seguimos buscando ese idilio puesto en un salvador que nos provea de seguridad y bienestar. El hombre con poder, sustantivos bestiales que pueden calcinar todo lo que se oponga a su jerarquía. ¿No es así que llegaron Stalin, Truman, Roosevelt, Hitler y Mussolini? ¿Por qué el presente se llama Milei? Con un discurso que enfatiza el odio y el desprecio por ciertos sectores decide empezar a quemarlo todo, a dejar el llano en llamas, la Patagonia en llamas, el Río de la Plata en llamas. Se ha convertido en ese padre para algunxs, un padre que prohíbe la manifestación, que desaparece derechos, que silencia las voces. Vaya orfandad.

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Transporte público. Hora pico. Unos pies descalzos se mueven entre el cuero y los deportivos de colores vibrantes. Un saludo. Nadie contesta. Comienza el libreto. No quiero molestar, solicito su caridad, soy el sostén de mi familia, es que somos muy pobres. Casi no hay monedas. Desciende del vagón. La frase se me queda clavada. Es que somos muy pobres. Nos vaciaron poco a poco las ganas de mirar al otro, las ganas de sonreír, las ganas de luchar. ¿Qué es resistir si nos hemos quedado solos?

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La Universidad pública clamando “diles que no me maten”. Lxs cuerpxs gritando “la educación es un derecho, no un privilegio”. En la fotografía, en esos escenarios el fuego adquiere un nuevo sentido. El gozo, la horizontalidad, la sinergia colectiva. La multitud fuera de foco cuya densidad se vuelve paisaje. Los cuerpos que son carnifice. Las letras en resistencia. De las cenizas emergen los bosques y en esta naturaleza no tienen lugar las motosierras. Siempre un nuevo fuego es posible.-



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Nos han dado la mirada

Por María Luján Villani Addesso


Al movernos hacemos temblar
a los astros. Ni un átomo,
ni una idea se pierde en la eternidad.
Somos hermanos hasta de la fatalidad
que nos aplasta.

“Es Esfuerzo”, Rafael Barrett

Dos miradas se encuentran y algo ocurre. Se parece a cuando las cosas se detienen, como en esta imagen. En esta imagen “la sonrisa no es gratuita” -por paradójico que suene. En esta imagen la sonrisa es una ofrenda (tierna, joven) a los ojos de quien sostiene la cámara. Es Eugenia Neme, foto reportera de amplia experiencia.

Este registro se realizó en Bariloche, Provincia de Río Negro, el pasado 23 de abril de este año. La captura fue en el encuentro federal convocado en defensa de la Educación Pública. En la imagen se distingue cierta dicotomía: el ángulo inferior derecho se ve con total nitidez mientras que el resto de la escena no se distingue tan claramente. Hay enfoque y desenfoque. Se observa el movimiento nebuloso que circula indescifrable. Y se ve, también, lo claro de un gesto revelado en medio de la corriente. Forma y fondo: lados como pliegues que son parte de lo mismo.

El corazón de este conglomerado de símbolos late a partir de la presencia de un joven que, con gorra y mochila a cuestas, alza un libro, sonríe y camina. Desde este centro se expanden caminantes acompasados a su alrededor. Sí. Pareciera que el sentido de esta imagen se construyera alrededor de este muchacho. Al mismo tiempo, se vislumbran otros cuerpos, otros gestos, quizás otras miradas. En estos ojos la artista encuentra un motivo y lo muestra. Esta imagen descubre a un pueblo y sus mensajes. Descubre voces, cánticos, el cálido aliento que, en medio del frío, resoplan esas bocas. Descubre como quien revela. Y también, descubre lo que no hay: vehículos, detenimiento de los cuerpos. Destapa al sol que se abre paso junto al peregrinaje y alumbra a toda la Patagonia. Un manto otoñal se despliega entre los caminantes y no los apaga. “Detrás del pueblo, el pueblo”, canta Zitarrosa.

La convocatoria es masiva. Y una mujer con su cámara en la mano busca con los ojos dentro de aquel gesto. “Uno ha creído a veces, en medio de este camino sin orillas, que nada habría después (…) Pero sí, hay algo. Hay un pueblo”, dice una de las voces de “El llano en llamas” de Juan Rulfo, libro que acompaña la marcha del sonriente lector.

¿Qué habrá visto Rulfo para escribir esta obra?, ¿qué habrá visto este lector suyo para llevarla como bandera?

En el cuento y en la foto palpita el esfuerzo del pueblo que “estaba en marcha, sin saber adónde, pero sin intenciones de detenerse”, como dice Rafael Barret en su texto “Es esfuerzo”, publicado siete años antes del nacimiento de Rulfo. Y agrega: “la majestad del Universo brilla sobre nosotros y vuelve sagrado nuestro esfuerzo humilde”.

Un cielo naranja proyecta el horizonte. Ahora Barret y Rulfo se miran y dialogan atemporalmente en la voz de los que marchan. Ellos caminan junto al pueblo y aunque

- No comprendemos todavía (…), nos es concedido amar- dice Barret.

- Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo- responde Rulfo.