Visiones del odio
por Daniel Natapof
Una pelea por un lugar en la fila de la caja de un supermercado en Bariloche deriva en crimen. En un contexto de violencia y crecimiento de los discursos de odio, el asesino reivindica en redes, entre aplausos, un relato clasista y xenófobo. La Justicia lo condena, ¿y la sociedad?
Fotos: Eugenia Neme.
El asesino hace uso de su derecho a hablar, luce demacrado, de larga y entrecana barba, calva rasurada, anteojos de marco grueso, hosca actitud; arroja una Biblia al piso en dirección al fiscal y le espeta: “Tome Lozada, esto le va a servir más a usted que a mí”. Arroja también, sin saberlo, otros mensajes…
Lo que leemos: en un supermercado del km. 5 del faldeo dos hombres discuten, uno es Mauricio Buchaillot de 56 años, el otro es un joven llamado Brian Quinchagual de 23 años, ambos de Bariloche. Estos hombres se enfrentan, aparentemente, por algo tan trivial como el lugar en la fila de la caja, hay un altercado y el personal del súper le dice a Quinchagual que se retire, Buchaillot paga y el personal le aconseja que no salga y espere la respuesta a la llamada al 911, “me las arreglo solo” dice el hombre quien exhibe un cuchillo y sale.
El muchacho está por subir a su auto, Buchaillot va en su búsqueda, se dan golpes de puño, Buchaillot saca un cuchillo de combate y le da dos puntazos en el cuello provocándole una hemorragia masiva que termina con la vida de Quinchagual, todo ocurre a la vista de testigos. Mientras el muchacho agoniza en brazos de su padrastro, el asesino escapa, descarta el cuchillo y más tarde se entrega voluntariamente en la comisaría 27 por consejo de sus abogados.
Quinchagual habría intentado colarse en la fila junto a su pariente. También según comentarios en redes, sería un joven problemático en su barrio; Buchaillot, se dice, es un hombre con inclinaciones violentas desde su juventud; exhibía en las redes sus armas con comentarios violentos, ostentaba posiciones de ultra derecha, una suerte de supremacismo en donde se encuentran el racismo y el clasismo.
Había manifestado, momentos antes del asesinato, su gusto por las peleas y la sangre. Horas antes del homicidio, Buchaillot había publicado en su cuenta de Facebook, un dibujo de un arma blanca envuelta entre flores, con una leyenda en inglés que expresaba “A veces todo lo que se necesita es una actitud positiva y un cuchillo”.
Cuando se da la discusión entre ambos hombres, en el interior del establecimiento un testigo escucha decir a Buchaillot: "esos negros de mierda son todos iguales, hay que hacerlos cagar a todos", esto habría detonado también una conducta verbalmente agresiva de la víctima.
Con posterioridad a la detención del homicida, un allanamiento en su domicilio arroja como resultado el hallazgo de una carabina calibre 22, una escopeta doble cañón y una pistola Bersa calibre 22, con sus municiones, sin las autorizaciones legales correspondientes.
Los hechos: dos hombres discuten, uno de ellos que concurrió previamente armado, sale y en una pelea, asesta cuchillazos precisos provocando heridas mortales a otra persona que está desarmada; la deja agonizando y huye. El crimen queda registrado en las cámaras de seguridad.
El juicio: según uno de los especialistas en psicología, Ariel Torres, convocado por la justicia, Buchaillot vive en “permanente alerta, vive en desconfianza”. “Puedo decir que esta persona presenta criterios compatibles con un trastorno de personalidad paranoide. No hay términos medios, hay enemigos o amigos”, destaca que “en este sujeto, la opción es el ataque, no es una opción la huida”. También señala que el acusado es plenamente responsable de sus actos.
El homicida expresa durante el juicio: “Le pido disculpas, señora, por haberla dejado sin su hijo. Pero conocí un aspecto de Brian que quizás no era el aspecto amoroso que usted conoció”».
El fiscal Lozada, quien pide la declaración de culpabilidad al tribunal popular, destaca respecto a Buchaillot, su “ausencia de pesar, ausencia de congoja, ausencia de empatía, actitud soberbia, displicente, para quien manifiesta que respeta la vida humana”.
“Nosotros, miembros del jurado, en nombre del pueblo, declaramos en forma unánime a Mauricio Rodolfo Buchaillot culpable del delito de homicidio”, dictamina el jurado popular.
El análisis: ¿es Buchaillot un caso aislado o una expresión extrema de un sector de la sociedad que amenaza, pero no se anima, o un adelanto de lo que está por venir?
Aunque la ciencia social requiere tiempo, distancia, análisis de evidencia y casos, entre otros procedimientos, resulta inevitable la búsqueda de explicaciones, aún de carácter exploratorio y probablemente, temporal. Resulta muy difícil escindir este crimen de tendencias que se observan en el mundo occidental, crímenes de odio, motivados por el racismo, la intolerancia y el desprecio al diferente: inmigrante, africano, judío, musulmán, gay, indigente, un largo etcétera. ¿Qué se esconde detrás de esas ideologías? Tal vez resentimiento en unos casos, fanatismo en otros, miedos de diversa índole: a perder lo que se tiene, a ser reemplazado, a quedar afuera de una sociedad que cambia a una velocidad inconcebible, a perder el mundo conocido. Claro, alguien podría decir razonablemente que son situaciones diferentes, causas múltiples, diversas culturas, pero ¿no hay acaso un aire de época, algo que resuena familiar, rasgos comunes?
Todo ello ocurre en el marco de una sociedad capitalista que fabrica constantemente desigualdad y contradicciones, pero también de una modernidad (o posmodernidad) que exacerbada por las redes y las tecnologías de entretenimiento y comunicación, fabrica seres solitarios, con pocos vínculos, un individualismo duro, en donde lo social se va deshilachando.
¿Ese puede ser el caldo en el que se cocinan los gobiernos de ultraderecha? Trump, Bolsonaro, Orban, Meloni y ahora se aproxima Milei… Nuestra versión local califica a quienes piensan diferente de él como: imbécil, tarado, excremento, basura, zurdo de mierda, gusano asqueroso arrastrado, idiota, boludo, quien para insultar a un economista lo llama “mogólico”, para quien el Papa Francisco es entre otras cosas un imbécil y el representante del maligno en la tierra, Raúl Alfonsín una rata, que llama fracasados a 170 economistas argentinos. Lo acompaña una negacionista que visitaba a Videla y denuncia los crímenes de la guerrilla (tiene derecho a hacerlo), pero calla ante el robo de bebés, las torturas, los vuelos de la muerte y los campos de concentración.
Dicen que por primera vez se podría romper el pacto democrático desde la vuelta a la democracia, pero también está en peligro -pos verdad mediante- el pacto con la ciencia y la medicina, el pacto escolar, el pacto con la autoridad y las leyes. No ocurre en forma apocalíptica, no es la vuelta al estado de naturaleza de Hobbes, no es el “hombre lobo del hombre” en estado puro, pero… tal vez es como todos los procesos sociales, algo que se cocina a un fuego muy lento con ramalazos de violencia que nos dejan entrever algo, nunca lo suficiente.
Uno no sabe a veces qué pasa, pero sabe que pasa algo aunque no lo pueda explicar, una especie de angustia que tiene múltiples orígenes, pero que algo va configurando y los códigos que tenemos para descifrar el mensaje no sirven ya.
Lo que sí podemos observar es que Buchaillot no se animó a matar hace 20 años, se anima ahora, cuando hay gente que lo felicita en los medios digitales o en las redes, cuando la gente común de los sectores populares y medios se empobrece y tiene miedo de casi todo, cuando leemos que el narcotráfico asesina niños en las calles de nuestro país y nada ocurre, cuando experiencias de ultra derecha asoman y asombran al mundo, cuando un candidato en nombre de la libertad dice que va a “aplastar” a otro o utiliza públicamente términos como “exterminar” o “eliminar”, cuando la mayoría de los medios más importantes irresponsablemente exacerban odios y fomentan el enfrentamiento social.
El capítulo más doloroso es cuánto de esto que ocurre tiene que ver con las promesas incumplidas del sistema democrático, con el incremento de la desigualdad social, con el hastío de la gente de verse presa de una alternancia entre partidos que se atacan entre sí, pero son caras de una misma moneda, de la falta de ejemplos de sus dirigentes, de la perpetuidad de sindicalistas millonarios ante empleados pobres, de una justicia hermética e impermeable, de un progresismo que se olvidó del bienestar de la población, auto complaciente y acrítico ante la degradación de la educación y la cultura e intolerante hacia otras miradas de lo político.
Finalmente, Buchaillot le arroja la Biblia al fiscal, pero la tira al piso, en un involuntario gesto de gran peso simbólico porque echa por tierra también aquellos valores impresos en esas páginas: la misericordia, la piedad, el respeto, el perdón, la humildad. Echa por tierra el mandamiento más sagrado que le entrega Dios a Moisés: “no matarás”.