Una niña que se manifiesta salvaje

por Carolina Biscayart

En esta entrega de TIERRA PROMETIDA avanzamos por la espesura de un paisaje cotidiano que estalla en cada uno de los versos de Lola Halfon.

Marzo 2024

La poesía tiene la posibilidad de desandar, de desaprender, de volver a la esencia primaria del ser, a la mirada de la niñez explorando el mundo, mientras suelta globos de experiencia: esas moléculas del inconsciente que se convierten en parte del todo, y de todos. La poesía a veces habla en un lenguaje lunar, retrocede en direcciones inespecíficas como un cangrejo en la arena, dejando huellas, como signos de su insistencia en ir hacia un lugar que existió, que tuvo su espacio- tiempo pero no se alcanzó a asir. Ir hacia adelante haciendo un viaje al pasado acaso real, acaso imaginario, con la armadura de un crustáceo. Una armadura siempre es buena para no andar en perpetua fragilidad. En eso que late y parece haberse escapado, en ese recóndito lugar, está la respuesta a la que nunca se llega, pero por eso mismo la pregunta aumenta, se sobredimensiona, y así crece la voracidad: el grito silencioso de búsqueda. ¿La poesía es una niña que se manifiesta salvaje? ¿una niña que denuncia al mundo su herida, su vulnerabilidad? ¿una niña que exige sea ley que su cuerpo y todo lo que dentro de él habita es inocente? ¿la que pide que eso quede fuera del daño y del juicio? Sí, es esa niña también. La poesía de Lola Halfon da testimonio de eso, de que el pasado es presente siempre, y que no obstante se viste con un vestido de fiesta, aunque se conmemore el llanto, y no por eso no se baile en el placer pendular de la palabra, del abrazarse a sí mismo, de rescatarse a cada minuto para latir como un ser limpio. Como dice Marosa di Giorgio: Aquella muchacha escribía poemas enervantes y dulces, con gusto a durazno y a hueso y sangre de ave. Era en los viejos veranos de la casa, o en el otoño con las neblinas y los reyes. A veces llegaba un druida, un monje de la mitad del bosque y tendía la mano esquelética, y mi madre le daba té y fingía rezar. Aquella muchacha escribía poemas; los colocaba cerca de las hornacinas, de las lámparas. A veces, entraban las nubes, el viento de abril, y se los llevaban; y allá en el aire ellos resplandecían; entonces, se amontonaban gozosos a leerlos, las mariposas y los santos”, y así, Lola, otra muchacha hermana de aquella, se sumerge en su escritura y come poesía, se alimenta de ella para que surja la letra propia que no importa si es propia si la letra ya está afuera del cuerpo. Lola dice :”voy a comprarme un pizarrón/voy a escribir/ nadá hasta encontrar tu ritmo/ o mejor/ nada hasta encontrar tu ritmo”. Mientras Marosa afirma: Mi alma es un vampiro grueso, granate, aterciopelado. Se alimenta de muchas especies y de sólo una. Las busca en la noche, la encuentra, y se la bebe, gota a gota, rubí por rubí. Mi alma tiene miedo y tiene audacia. Es una muñeca grande, con rizos, vestido celeste./ Un picaflor le trabaja el sexo./ Ella brama y llora./ Y el pájaro no se detiene”; Lola impone y expone su ser al decir: desarrollé esa capacidad/ jugar con el tiempo de mi cuerpo/fingir inocencia/y nunca/abandonar/al animal.”

Este camino no es gratis para la poeta, que lo admite e intenta continuar:tomo flores contra el miedo/viven líquidas en un gotero/salen como lágrimas/y se apoyan en mi lengua”.

¿Había un monje en la mitad del bosque? ¿realmente lo había Marosa? Ayuda tener un guía en ese ejército de árboles que poco se diferencian entre sí, ayuda pero nunca cesan las preguntas. Lola insiste entre la protección y la duda: “un huracán no dura toda la mañana/
dice Lao Tsé /pero ¿cómo explico el vendaval/ de tu llegada, la violencia/ con la que teñiste el aire/ destruyendo el mundo a tu paso?”. Ambas poetas piensan en el rastro que deja la muerte y buscan a quienes la ven y no la ignoran, a las que aman el zurco de vida que dejó el final. Marosa más tenue susurra: “Dicen que es cierto y que no hay duda: y hasta escriben en un papel blanco el número de tu muerte, como si tu muerte se pudiera atrapar de algún modo/ Y yo evoco a las mujeres de cabelleras fabulosas”. Lola toma alguien, lo ve, lo rescata, no cualquiera, alguien que: “cruzaba el desierto/vendiendo comida/y le cerraba los ojos/a los difuntos/no se sabe si es mito/que la encontraron muerta/con las manos en los párpados”. No por capricho, sí por poeta, porque ella quiere "la mímesis con el entorno/el abandono de sus partes/el sacrificio/ para que otros/sobrevivan”

Por este diálogo de hermosas poetas, por la voz nuevita, despojada y punzante de Lola Halfon, les invito a leerla.




De Todavía hay fuga, (Tanta ceniza editora, Neuquén 2022)

cuando eligieron mi nombre

no sabían que hubo
otra Lola en la familia
mi tatarabuela
la abuela de mi abuelo Raúl
padre de mi madre

cruzaba el desierto
vendiendo comida
y le cerraba los ojos
a los difuntos
no se sabe si es mito
que la encontraron muerta
con las manos en los párpados

en otra rama
mi bisabuela
la madre de mi abuela
madre de mi madre
defendía sus derechos
incitaba a las suyas
a la sublevación
mientras les pedía
que no se casaran
que no tuvieran hijos

no tengo claro por qué
las estoy nombrando ahora
no hay relación
no hay hilo
pero algo suyo me mantiene
en esta madrugada
despierta
luchando en un desierto
sin derechos
con las manos en los ojos
pero abiertos



mi paciencia da para un pujo

dijo el obstetra
obediente nací en dos
mi madre triunfante

cuando hay que salir
de donde sea
siento que alguien me apura
el reloj del resto me presiona

a pesar de eso o por eso
llego temprano a todas las citas

voy a comprarme un pizarrón
voy a escribir
nadá hasta encontrar tu ritmo
o mejor
nada hasta encontrar tu ritmo

voy a bailar alrededor de las letras
como si fuese una fogata
y con la llama
voy a quemar las horas
hasta dejar cenizas
en el suelo

con los restos del jolgorio
haré un traje
y lo usaré para recordar
el color del tiempo
cuando arde.


acá yo

acá yo fueron
mis primeras palabras
nada se había caído
aunque todos escuchaban
cayó

no sé si quería que me miren
o que mi hermano mayor
no destroce la casita
hecha con los objetos
que tenía al alcance
no destroce mi casita
con la pelota

siempre la pelota
acá yo exigía
y ahora entiendo
no solo un pedido o un aviso
sino un grito milagroso
la celebración de existir

no me imaginé que hoy
diría estas palabras
otra vez
como una bienvenida
a la expansión
un acuerdo un refugio

la certeza
de que nadie
más que una
puede
destrozarse la casita.

María

María me cuidaba
mientras mis padres
trabajaban
no sé si le pidieron
que interrumpiese
con sermones religiosos
cuando me encontrara
explorando mi placer
subida al sillón
frotándome con el apoyabrazos
yo era obediente
pero no podía
acatar esas reglas
ni me daba cuenta
y ya estaba
tocándome de nuevo
si ella me encontraba
le decía
estoy jugando al caballito
como no me creía
cada vez más rápida
más astuta
aceleraba mi tarea
medía cuánto tardaba yo
cuánto tardaba ella
de la cocina al living 
del living a mi cuarto
de mi cuarto a la cocina
desarrollé
esa capacidad
jugar con el tiempo
de mi cuerpo
fingir inocencia
y nunca
abandonar
al animal.

existe una especie de insectos

los fásmidos
entre ellos
el insecto palo
y el insecto hoja
cuando los conocí
me fascinó
su obsesión por el camuflaje
si están en peligro
se desprenden
de sus extremidades
para escapar, leí
que las hembras sin alas
para dispersar sus huevos
se dejan atrapar y comer
por un pájaro
            los fásmidos
me recuerdan
todo
        lo que no
                        quiero:
la mímesis con el entorno
el abandono de mis partes
el sacrificio
para que otros
sobrevivan.

dobla las ramas

y cuelga de los techos
esperando el peso exacto
para aterrizar
durante el día se acumula
en las tranqueras
de noche se vuelve hielo
y patino, te dije
soy propensa a caer
me explicaste
por qué el silencio:
la nieve retiene el sonido
las ondas van
pero no vuelven
mientras hablás imagino
nuestras palabras
amontonadas
en la masa blanca
miro alrededor
y ya no veo albura
sino secretos
¿alguna vez los viste
derretirse?

rescataste una planta moribunda

abandonada en un jardín
la trajiste a mi casa
con delicadeza
en una maceta colgante

las hojas fueron reviviendo
¿estaban muertas o casi?

hace unos días
languidecieron y no supe
si más agua, menos agua
más sol, menos sol

quieren más tierra, dijiste
y le armaste una casita negra
a la raíz

hoy está firme, brilla
y pienso
cuántas cosas vi morir
por no saber cuál era
el elemento que faltaba.

un huracán no dura toda la mañana

dice Lao Tsé
pero ¿cómo explico el vendaval
de tu llegada, la violencia
con la que teñiste el aire
destruyendo el mundo a tu paso?
¿cómo le digo al viejo maestro
que quedé girando en círculos
y el tornado lleva
no una mañana
sino meses
en mi tierra?

bulbo de tulipán

te trajo
hasta mí un amante
solo recuerdo
el asiento de un auto
y un muelle
una única primavera
floreciste
en amarillo radiante
los mayos siguientes
te olvidé
guardado, frío y seco
este otoño te planté
primero en la maceta
después en el cantero
para que estés más cerca
de otras flores
que ya crecieron
quizás alguna te dé aliento
¿funciona así?
bulbo, contame
el secreto de tu semilla
mostrame la gracia
de florecer
no puedo verte
guardado, frío y seco
bulbo, si se acerca otro amante
¿me abriré?

tomo flores contra el miedo

viven líquidas en un gotero
salen como lágrimas
y se apoyan en mi lengua

algunos días me regalan
un estado nuevo
y quisiera apretar
la silicona sin detenerme

otros días olvido su existencia
y también el miedo se despista
mi corazón retiene los gestos

lo que no muevo ahora
se va a pudrir después
y el vértigo no va a desaparecer

pero ¿no es lindo decir
tomo flores contra el miedo?


Lola Halfon


Nació en Buenos Aires en 1993. Actualmente vive en Villa Los Coihues, Bariloche.
Forma parte de la Biblioteca Popular Carilafquen y de la Colectiva de Escritoras Patagónicas. Organiza Como un rayo. Festival de Poesía del Carilafquen, entre otros eventos de poesía, y coordina talleres de escritura y lectura. Coconduce Cosas que hago en la oscuridad, el programa de poesía de FM Los Coihues.

Todavía hay fuga (Tanta ceniza, 2022) es su primer libro.

Textos suyos son parte de las antologías: Luciérnagas (La ballesta magnífica y Peces del desierto, 2023); Y esto es un relincho (FNA, 2023); Niñez (Camalote, 2023); Jardín y Flotar (Camalote, 2021); Patagonia insurgente (Derrames, 2021); Por senderos no pisados (FER, 2020); y Transversal (FER, 2020).

En este momento, está trabajando en su segundo libro titulado Fuera de zona.