“Si no hay gramática, el grito no se escucha”

por Paulina Andrés

Conversación con Rita Segato. Gaza, la Patagonia y los pactos de masculinidad. Cómo construir futuro.

Noviembre 2025

Rita Segato, la antropóloga feminista argentina, acaba de llegar a Viedma: la Universidad Nacional de Río Negro le otorgará el Doctorado Honoris Causa. Nos encontramos casi al caer la tarde. El hall del hotel céntrico en el que se hospeda es una inmensidad pulcra y vacía, nada, nadie.

Habla lento, con voz amable. Es dueña de una dicción que da cuenta de haber habitado distintas lenguas. Está contenta. “Hace como 40 años que no venía por acá. Este Honoris Causa tiene un significado especial porque tenemos una genealogía común: es de una universidad de aquí. Mi familia tiene sangre patagónica. Mi madre está enterrada en Chimpay”, dice mientras señala hacia la ventana desde donde se irradia una luz y un silencio que advierte distintos a los de cualquier parte del mundo.

- Una botellita de agua por favor, otra para la habitación -le pide al conserje.

La de la habitación es para el músico Tukuta Gordillo, su pareja que la acompaña en la estadía. También lo hace su hijo, Ernesto De Carvahlo, antropólogo y documentalista que se suma a la entrevista y lo registra todo.

- Ernesto está haciendo un documental sobre mí. En estos días se estrenó otro, “Rita, lado B”. En ese participó mi hija, pero es una comedia -dice y ríe.

A Rita se la conoce por su obra sobre la violencia contra las mujeres, como pensadora crítica de la relación entre género, racismo y colonialidad y como una de las voces feministas más lúcidas de América Latina. Tal vez uno de los aspectos que más atrae de Rita es el arquetipo de erudita, una que imprime ideas, que expone nuevas maneras de mirar el mundo y que propone nuevas formas de narrarlo.

Habla sin guión pero con una sorprendente habilidad para sellar ideas. Para eso, busca la palabra precisa, la que condense exactamente el espesor de lo que dice. Requiere concentración, se inclina, gesticula con sus manos repletas de anillos, como si el oficio de narrar comprometiera su cuerpo entero.

Recientemente se ha pronunciado sobre la aniquilación masiva en Gaza, a la que define como una muestra explícita de la «regla del dominio de matar». Esa perspectiva impulsa una conversación que evita los sobreentendidos para desplegar los argumentos sobre la violencia a los que ha dedicado 30 años de estudio. Vuelve, necesita volver, a su idea original: los crímenes de Ciudad Juárez, en México.

- Encuentro que la acción sobre el cuerpo de la mujer no es un crimen instrumental, es un crimen expresivo. La dimensión comunicativa, la dimensión expresiva es inmensamente mayor que cualquier dimensión instrumental. Esa comprensión, me lleva lejísimo.

- ¿Qué tan lejos?

- Esa relación entre hombres, que yo llamaba fratria o cofradía o fraternidad, es en realidad una relación corporativa. Eso se ve en los sindicatos, se ve en los partidos, se ve en cómo se comporta la masculinidad. Porque la estructura corporativa tiene los dos principios de cualquier corporación y además es la corporación basal; de ella se replican todas las otras asociaciones corporativas que son de un enorme daño a la vida institucional. Es un daño que crece. Porque el corporativismo tiene dos características: el primer valor que lo determina, más que el valor de la defensa de la vida, de la dignidad, de la propiedad, de cualquier otro valor, es el de la lealtad corporativa. Para un hombre no hay nada más importante que otro hombre y eso se constata diariamente, todo el tiempo. Un hombre no va a infringir la lealtad corporativa porque corre el riesgo de ser expulsado de la masculinidad; y para un hombre ser expulsado de la masculinidad compromete su humanidad completa. Y la segunda característica es que es internamente jerárquico. Es el “viene el tío más rico, viene el tío que está en la política, viene el tío que es el “wow”, la eminencia, el que hay que respetar en la familia. Llegó, llegó el tío, llegó el tío”. Ese respeto es al macho alfa. En nuestra especie hay macho alfa. La gente lo reconoce y se le curva. Los hombres lo reconocen en la competencia; nosotras, las mujeres, no.

- Entonces, ¿cómo podemos mirar Gaza desde esta estructura de la masculinidad?

- En mi trabajo inicial sobre violación, hablo del mandato de la injunción de violación. Esa masculinidad necesita titularse. Son los hombres, y no las mujeres, los que tienen que trabajar hasta ser titulados hombres. Tienen que demostrar determinadas cosas, dar determinadas pruebas, entre ellas la prueba de ser capaz de dominar un cuerpo de mujer, un territorio, tener cierto callo, un déficit de empatía para ser hombre. Para su titulación, necesitan hacer espectáculos, exhibir su capacidad de dominio y de dominación sin pudor. Es desde ahí a donde se llega a Gaza, un espectáculo parecidísimo al del triple feminicidio sucedido hace algunas semanas en Argentina. Son crímenes mancomunados; no es de un hombre, ni de dos, es de un grupo de hombres que en eso hacen su pacto, su pacto de alianza, no solo de masculinidad, también criminal, sobre una o más víctimas sacrificiales. Esa espectacularidad es un mensaje, demuestra la existencia de una capacidad de crueldad que es fundamental en lo que entendemos por masculinidad y es un mensaje también a la sociedad de que eso está ahí, que existe y que en el caso mexicano, y ahora en el argentino y de nuestro continente en general, toma territorios, pero no meramente porque el cuerpo de la mujer sea un territorio, sino porque se muestra la capacidad de controlar con crueldad la vida de las personas.

Rita tose. Vuelve a toser. “Está muy seco acá”, advierte mientras busca con la mirada a alguien que alcance otro vaso de agua. Sigue:

-El tema de Gaza me enferma. Estamos en una época de nuevas formas de la guerra, que son guerras no declaradas, inclusive las de Medio Oriente. Raramente se ve la existencia de una declaración de guerra; por lo tanto tampoco de armisticio. Son nuevas formas de la guerra que tienen la característica de que ni se declaran ni se terminan, se exhiben y las miramos online: esa exhibición es la forma de adquisición de poder y de dominio.

- ¿Estamos siendo capaces de decodificar y leer esta exhibición?

- Sin duda, pero ese avance no está consiguiendo frenar la situación que el mundo enfrenta en este momento. Porque lo que está dicho ahí, es un mensaje muy simple; es un mensaje de pocas palabras: la ley es el poder de muerte. Siete palabras, un número mágico: la ley es el poder de muerte. No hay otra ley. No hay otra ley. Esto es: quien tiene el poder de muerte tiene la ley. ¿Cómo vas a hacer? ¿Cómo vamos a hacer? ¿Cómo se hace para salir de esa situación en la que no hay Naciones Unidas, no hay Corte Penal Internacional? No podemos hacer nada porque el poder material de muerte lo dice todo. Un poco parecido con lo que pasó por aquí, con el genocidio de los pueblos originarios de la Patagonia, con la limpieza de este espacio patagónico.

La luz débil de la tarde se cuela por el ventanal del hotel y recorta su rostro que de repente se vuelve sombrío. Hace una pausa.

-Este espacio patagónico, que está demasiado vacío y duele, me causa como una nostalgia, una angustia y una tristeza infinita. La Patagonia, el dolor de la Patagonia, el vacío por haber sido vaciado de su gente -dice mientras recuerda cuando estuvo en Viedma en 1979.

Vino a esta ciudad en compañía de una colega para internarse en el sur de la provincia de Río Negro e ir a la búsqueda de la música ejecutada por las comunidades araucanas o mapuches de la región. Que en esas circunstancias aprendió la diferencia entre el criollo y el paisano, un mapuche la corrigió: “no somos criollos, somos paisanos”, le dijo.

-Fue una lección de vida; una diferencia fundamental. Para mi hoy “criollo” es una mala palabra. “Paisano” tiene una cuestión de arraigo. Las mujeres somos las gestoras del arraigo.

-¿Cómo será vivir en un mundo donde no hay ley?

-Solamente quien tiene el poder de muerte es el que ejerce su dominación sin pudor. El derecho siempre fue ficcional, pero existía una fe, una gramática, una creencia en el derecho. La diferencia que tiene Gaza es que es explícito, es que quien puede matar, mata. Eso nunca lo vimos. Si no hay gramática, el grito no se escucha. Y la gramática de la existencia humana es la ley. Es eso. Estamos entrando en esta nueva etapa sin ley. Eso es el año uno después de Gaza, un agujero negro de la historia humana que nos deja en un estado de gran perplejidad.

Rita está cansada. Conduce hacia el final el hilo de su madeja de argumentos. No tardamos en llegar a los desafíos del feminismo:

-Las mujeres debemos conversar. Pensar juntas en conversación. Es uno de los modos de construir pensamiento. Uno de los modos que también caracteriza la manera de aprender de las mujeres, de tejer historias, de construir futuro -propone.

Querría preguntarle más sobre este asunto. Pero ya es de noche y la aguardan en una cena familiar. Y habrá festejos por el encuentro y los recuerdos. Y está expectante, porque sabe que al día siguiente dictará su clase magistral “El arte de nombrar construye la historia”. Y que cumplirá con el ritual de enfundarse con un kufiya -el pañuelo símbolo de identidad, resistencia y solidaridad con el pueblo palestino- antes de comenzar su clase magistral. Y que después mantendrá una reunión con organizaciones y referentes del feminismo local.

En esos encuentros será distinguida y consultada y abrazada y ovacionada. Su inmenso caudal de sensibilidad y su extrema lucidez dejarán huella en Viedma. Como en cada espacio que toca.