¿Quién descansa en paz?

por Ludmila Cabana Crozza

En 2012 el femicidio fue considerado una figura penal en nuestro país. Antes de eso, los casos de mujeres muertas, víctimas de violencia machista, se invisibilizan bajo la carátula de homicidios. Eso pasó con la historia de Miriam Mabel Correa. Pero basta recordarla para decir que es por ella también que este #3J decimos Ni una Menos.

* Esta nota se trabajó en el taller Crónica para principiantes, que ofrece YERTA, el espacio de capacitación permanente de la FPP.

Junio 2023


¿Y dónde oíste
la palabra corcel?
Es un secreto esa mujer
¿por qué grita?
¿Por qué grita esa mujer?
Susana Thenon

Cristian dice que fue parte de los hechos; que se trataba de su tía, dice; que no tiene problemas en hablar. Pero no lo hará nunca. Cristian tiene 47 años, es un empresario conocido de la ciudad. Su madre y sus otros hermanos no quieren hablar de los hechos. Dice que quieren dejarla descansar en paz.

M de muerta

Luciana tenía 13 años el domingo 5 de febrero de 1989 cuando se preparaba para ir a comer un asado a un predio recreativo cerca del río Negro. Ella y su familia iban a festejar el cumpleaños de su madre que había sido dos días antes. Por la ventana de la cocina vio pasar, montado a caballo, a Scorza, uno de los vecinos que andaba siempre por ahí afuera, pero ese día lo vio con la manga de su camisa de grafa marrón rota en la parte de atrás, desde el hombro hasta la muñeca. Luciana y Scorza a simple vista eran personas comunes, pero un dato esencial los diferenciaba: Luciana podía salir adonde quisiera, Scorza en cambio estaba privado de su libertad.

Eran vecinos porque habitaban el mismo espacio: la colonia penitenciaria federal Unidad 5 de General Roca, una cárcel de seguridad media. Las cárceles denominadas colonias en Argentina son sitios de reclusión que tienen el objetivo de recuperar a las personas que purgan condenas mediante el trabajo productivo, generalmente asociado a actividades agrícolo-ganaderas. Son espacios de gran extensión territorial que permiten a los penados pasar tiempo fuera de las rejas, en un territorio delimitado y, generalmente, vigilado. Quedan engomados en la noche o cuando seguridad interna así lo define. La colonia penal de General Roca además tiene casas de personal en su interior. Ahí, durante el día, conviven personas que pueden salir luego de su horario laboral y personas que vuelven a dormir a los pabellones. Luciana es hija de un suboficial retirado del servicio y en 1989 vivía en el predio junto a otras ocho o nueve familias más.

Si bien ella sabía que los vecinos vestidos de grafa marrón eran internos, también eran personas que se acercaban a veces a traer regalos para sus hermanas, a querer conversar con su padre, a despedirse cuando, algo turbados, salían de verdad. La unidad 5 contaba –originalmente- con 144 hectáreas, algunas están destinadas a los pabellones, otras a talleres como panadería o mosaiquería, el resto a producción frutícola y pastoreo desde su creación en 1943 hasta hoy.

Ese domingo de 1989 a la mañana el interno Scorza fue a buscar animales, pero vio a lo lejos a una mujer y dos niños. Volvió por unos cuchillos, se acercó y le pidió a los chicos que le cuidaran el caballo y se quedasen quietos. Luego atacó a la mujer, ella intentó defenderse, él la apuñaló varias veces. Uno de los chicos escapó corriendo, el otro se quedó, Scorza se subió al caballo y regresó a la zona de las instalaciones del penal.

Cristian es uno de esos chicos, tenía 13 años, igual que Luciana, cuando ocurrieron los hechos, como dice. Los hechos son el ataque a su tía, la desobediencia a las órdenes del asesino, llevarla agonizando hasta una casa cercana, como reponen los diarios de la época. Luego de confirmar que su madre no autoriza se hable del tema, Cristian dice que no recuerda nada, pero que fue un domingo antes de la misa en la capilla. Que era verano. En la defensa Catini, en la zona de bardas al norte de la ciudad. Nada más. Se despide porque está apurado, él no parece en paz. Yo tampoco.

M de mujer

Tenía 3 años cuando sucedieron los hechos, pero extrañamente nunca olvidé a esa mujer. Se me viene cada vez que aparece algo que nació cuando la mataron: el miedo. El miedo es audaz y usa disfraces notables; se viste de teros, a veces, les maquilla los ojos con la misma delicadeza de pluma con la que me creí cuando era chica que cuando gritan, algo malo está pasando. Por eso ahora, después de más de 30 años, no puedo dejar bajar esos pájaros a mi patio, no quiero escucharlos.

Cuando Luciana vio a Scorza con la ropa rota, sus hermanas jugaban dentro de la casa y en el patio, yo era una de ellas. Luciana escuchó que las llamaban para ir a El paraíso, el predio donde pasarían el día. Se subió al auto y empezó a pensar en otras cosas. A metros de allí una mujer había gritado por última vez.

Al atardecer de ese domingo cualquiera Luciana volvió con su familia a la casa y vio muchas personas alrededor, le parece que también sonaban sirenas, circulaban autos, había mucha gente preocupada. El padre ordenó que se quedasen dentro de la casa mientras averiguaba qué había pasado. Volvió pálido y contó: una mujer, Scorza. La madre gritaba que cómo podía ser, si traía la leche y el pan, parecía tranquilo, recuperado ¿estaban seguros?

Luciana dice que quedó un poco asustada, Scorza la saludaba siempre que pasaba, tenía la piel trigueña, andaba mucho al sol, le gustaba estar afuera. Ojos verdes, recuerda, más o menos 35 o 40 años, era joven. Desde que se enteró de lo sucedido y durante unos cuántos meses , por la noche, una sombra de un árbol que daba a su ventana la ponía en alerta, pensaba que quizás era él, al acecho. Después se fue olvidando y, al poco tiempo, nos mudamos de allí. Eso ayudó a no temer tanto y a seguir.

La casa hoy ya no existe, sólo unas paredes sin techo se ven, a lo lejos, detrás del alambrado. Es curioso, pienso, no se sabía bien quién estaba preso ahí, si nosotros o los condenados. A partir del crimen algo nos dijo que por ser mujeres sí pagaríamos alguna especie de castigo. Mejor cuidarse. Mejor huir. ¿Qué me dice hoy la muerte de esa mujer? ¿Culpa de qué tenemos?

M de muerta 2

Horacio Alberto Scorza tenía 25 años cuando en 1978 fue hallado culpable y condenado a cadena perpetua por atacar sexualmente y asesinar a una mujer en General Pico, La Pampa. Había cumplido 11 años de la pena y continuaba preso cuando mató a la tía de Cristian por lo que fue nuevamente condenado a cadena perpetua y declarado reincidente.

Desde que Scorza ingresó al penal en 1978 el funcionamiento de la cárcel se divide en áreas. Actualmente, funcionan 5 áreas denominadas de Tratamiento en el penal: Educativa (con nivel primario y secundario), Laboral, Médica (psicológica, física y nutricional), Sociales y la de Seguridad interna. La seguridad interna es la que decide quién sale a qué, la escuela, por ejemplo, o a trabajar a algún taller. Existe dentro de la población carcelaria, población de resguardo. Esto es, personas que pueden ver vulnerada su integridad por parte de otros miembros de la comunidad penitenciaria. Los agresores sexuales forman parte de esta población; tienen condiciones específicas: pabellón separado y no pueden formar parte de actividades que superen las 50 personas. Hoy Scorza formaría parte de ella, lo que no se entiende es por qué no lo hacía en el ‘89.

Muchas cosas funcionaron y funcionan mal dentro del penal, por eso desde el 2020 y a partir de la declaración de emergencia que se hizo en el 2019 por sobrepoblación carcelaria, el Servicio Penitenciario Federal (SPF) está intervenido. A partir de la renuncia del director nacional Emiliano Blanco, se inició un proceso que intenta normalizar el SPF. La interventora y subsecretaria de asuntos penitenciarios es María Laura Darrigós, fue designada en 2020 con un cargo ad-honorem.

El último registro encontrado lo ubica a Scorza como testigo en una causa por torturas contra otro penado por parte del personal penitenciario en 2018. Si continúa en reclusión, llevaría 45 años preso. Tal vez hable otra lengua, la de la tumba, en la que engomado se le dice a estar en el pabellón sin poder salir. Ranchada a la gente con quien se tiene afinidad dentro del penal, pajarito a una bebida alcohólica hecha a base de fermentación casera. Si es que vive, hoy tendría 70 años.

Pero ¿por qué grita esa mujer?, se pregunta Susana Thenon en el célebre poema y cierra:

(ya no grita)
¿Te acordás de esa mujer?

Miriam Mabel Correa tenía 20 años el domingo 5 de febrero de 1989 cuando antes del mediodía decidió salir a pasear con su sobrino y otro menor de edad. Luego de ser apuñalada, rumbo al hospital Francisco López Lima, murió. Nunca regresó a su casa en Río Gallegos desde donde había venido de visita aquel verano. Su nombre no figura en ninguna pancarta ni en ningún registro oficial de Río Negro. Su caso, como el de tantas, fue considerado homicidio, ya que recién en 2012 el femicidio se incorporó como una figura penal en Argentina. Abogadas feministas intentan relevar estadísticas pero el trabajo de revolver expedientes las excede en tiempos de urgencia. 

Quizá nunca sabremos quiénes fueron esas mujeres víctimas de violencia de género, ni cuántas fueron.

Sé de Miriam Mabel, la busco desde hace años porque su historia habita mi cicatriz. Esta crónica fue escrita en su memoria.