Museo del tiempo a cielo abierto
En la Patagonia, un nuevo streaming del CONICET nos mantuvo pegados a las pantallas. Esta vez no estábamos en el fondo del mar sino en una meseta árida cerca de General Roca, viendo de cerca el trabajo de un equipo de paleontólogos. No era Jurassic Park, pero la no ficción también tiene sus encantos: como conocer descubrimientos científicos en tiempo real.
Fotos: LACEV

El martes 7 de octubre al atardecer, Federico Agnolin, el jefe científico de la campaña paleontológica Expedición Cretácica I, muestra a las cámaras un huevo blanco, grande, del tamaño de 3 o 4 huevos de gallina. Un huevo de dinosaurio. Un huevo que encontraron ese mismo día, más temprano en la estepa patagónica. Sentado junto a tres miembros de su equipo, frente a dos mesas de camping que sostienen micrófonos y donde se ven recipientes plásticos con huesitos, un microscopio verde, y una computadora, habla del hallazgo. Estallan los aplausos, se escuchan gritos, risas y algunos científicos se agarran la cabeza.
Después de la sorpresa, Federico explica que lo que un huevo da como información es clave para entender la vida de esos animales, da pistas distintas de las que dan los huesos; los huevos muestran al animal vivo aunque haya desaparecido hace 66 millones de años. Hay mucho trabajo por delante, dice con el descubrimiento en la mano como si fuera un tesoro. Ana Moreno Rodríguez, la técnica especializada en microvertebrados, acerca al huevo una caja musical con la melodía de Jurassic Park para acunarlo, se ríen. Gastón Lo Coco, especialista en aves, cruza los dedos cuando escucha que tal vez hay un embrión dentro y que en el campo quedaron más huevos.
Porque lo que se encontró fue un nido de huevos de dinosaurios carnívoros: nunca habían visto algo así. Están como locos.

Ayer fue el segundo día de transmisión de la campaña Expedición cretácica I llevada adelante por científicos del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) a 30 kilómetros de General Roca-Fisque Menuco, provincia de Río Negro. Además del equipo, cerca de 1200 personas compartimos la emoción y la intriga de lo que significa ese descubrimiento. Afuera, en el campamento, casi no hay viento, ya es de noche y la temperatura ronda los 23°.
El streaming se realiza desde el 6 hasta el 10 de octubre, a la mañana desde las 11 hasta las 12:30 y a la tarde desde las 17 hasta las 19. Quienes nos conectamos vemos a través de YouTube a personas vestidas con remeras, camisas a cuadros y pantalones largos, con sus cabezas cubiertas con sombreros, reunidas sobre la tierra árida de la meseta en la formación Allen. Algunos están sentados, llevan guantes en las manos, lentes de sol; otros están arrodillados o directamente acostados panza abajo sobre la piedra color crema. Toda esa actividad ocurre debajo de un toldo improvisado de poco más de un metro de altura que los protege de la luz del mediodía.
Buscan.
Por momentos, las tomas del atardecer anaranjado suman belleza al trabajo metódico de clasificación de huesos y dientes, es inevitable que se hagan comentarios del espectáculo natural. Durante esas horas muchos observamos cómo los científicos trabajan: con herramientas de metal pequeñas y martillos, pican la piedra, la van abriendo en pequeñas partes.

Dos voces en off van describiendo lo que hace el equipo de paleontólogos y en simultáneo contestan preguntas de las personas que están mirando la escena. Son Federico Agnolin y Julia D´Angelo. De fondo suena el viento y el ritmo metálico de las herramientas contra el suelo. Este nuevo streaming del CONICET sucede en la Patagonia Argentina. El primer video, a la semana de publicado, tenía 74000 vistas.
En julio de 2025 el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) se volvió popular con la primera transmisión en vivo de la expedición al fondo del mar en el cañón submarino de Mar del Plata. Miles de personas, desde sus casas, siguieron minuto a minuto esta campaña y descubrieron junto a los biólogos decenas de nuevas especies a 4000 metros de profundidad.
Con esa experiencia reciente y con el trabajo de divulgación que vienen llevando adelante los científicos del Laboratorio que funciona en el Museo Argentino de Ciencias Naturales que está en Parque Centenario en Buenos Aires, se consiguió el apoyo para realizar la transmisión en vivo esta vez del trabajo de paleontólogos en terreno. La campaña contó con el respaldo de CONICET, Fundación de Historia Natural Félix de Azara y National Geographic Society, y la ayuda de la Secretaría de cultura de la provincia de Río Negro.
Julia D´Angelo es la encargada de la comunicación y divulgación del streaming. Tenía 10 años cuando un día fue al cine y vio el estreno de Jurassic Park. En la película, el magnate John Hammond quiere que un grupo de científicos avale la des-extinción de animales en un parque controlado para que todas las personas puedan disfrutar de ver dinosaurios ¿vivos? Sí, Susana, es ficción.
Ese idilio de animales extintos conviviendo con seres humanos se empezó a quebrar -en la película dirigida por Steven Spielberg- cuando la avaricia humana rompió algunas normas de seguridad. Al salir del cine Julia ya no era la misma. Recuerda dos escenas como paradigmáticas: cuando los científicos ven por primera vez al dinosaurio de cuello largo girando su cabeza y el final, cuando se van y contemplan la isla con los dinosaurios volando.
Aquella niña emocionada hoy tiene 42 años, es doctoranda en paleontología por la Universidad de la Plata y una gran divulgadora de ciencia a través de las redes sociales y del canal de youtube de LACEV. También es autora del libro Naturalistas: Historias de mujeres científicas, talentosas y rebeldes publicado en 2024 por El Ateneo. Julia ahora vive en una película, pero documental. Habla rápido, casi sin pausas y sostiene una amplia sonrisa incluso cuando se pronuncia en contra de la infantilización del público científico.
-Si algo no se entiende, la gente te lo pregunta -asegura. Y ella explica, no para de explicar.
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El equipo, dirigido por Federico Agnolin, realizó esta campaña por primera vez sin el maestro Fernando Novas. Trabajaron en la expedición Matías Motta, Sebastián Rozadilla, Mauro Aranciaga (Nat Geo Explorers) y el equipo LACEV integrado por Nicolas Chimento, Julia Soledad D’Angelo, Gonzalo Leonel Muñoz, Ana Paula Moreno Rodríguez, Jordi García Marsà, Eric Del Campo, Rodrigo Álvarez Nogueira, Gastón Lo Coco, Mauricio Cerroni y Federico Brissón Egli.

Federico Agnolin habla del Laboratorio que dirige como de un grupo de amigos, lleva más de dos décadas de trabajo en equipo y tiene muy claros sus objetivos.
-Juntarse con 20 amigos a sacar dinosaurios está bueno -dice y se queda serio, aunque los demás se rían.
Quiere llevar la paleontología argentina a lo más alto, se posiciona en niveles exigentes de trabajo. Subraya que se trata de una disciplina muy compleja que estudia desde el polen hasta los caracoles, no es solamente ponerle nombre a un dinosaurio, que está bien, pero las preguntas son más grandes.
Se sospecha que el nido de huevos en perfecto estado de conservación que se encontró en esta expedición y que se anunció desde el campamento causando gran conmoción es de una especie carnívora, lo que da lugar a que Federico Agnolin, Julia D’Angelo y todo el equipo se hagan nuevas preguntas. El laboratorio avanza hacia estudios de reconstrucción de la fauna durante los últimos tiempos de la era de los dinosaurios: entender cómo era este ambiente tiene aplicaciones concretas en el presente ya que permitiría saber cómo mitigar procesos de extinción de especies en la actualidad, por ejemplo.
Agnolin busca, no para de buscar.
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Durante las noches finales de la campaña no hubo oscuridad porque la luna en su fase llena acompañó al grupo. Sólo los últimos días de la expedición fueron transmitidos por la complejidad técnica que conlleva. Contaron con la dirección de un director documental de CONICET y dos cámaras. La expedición ya llevaba dos semanas en ese territorio. Las condiciones de trabajo suelen ser más extremas si el clima no acompaña. La estepa es inmensa y por momentos parece toda igual, sin guía de brújula o conociendo perfectamente el camino es muy fácil perderse y pasarla realmente mal.

El agua es un bien escaso, en las imágenes áreas se evidencia la aridez del terreno. En esta oportunidad se acampó a 45 minutos a pie del lugar exacto del yacimiento. Las tres personas que acompañaron las jornadas de transmisión desde el aspecto técnico audiovisual se sumaron a la dinámica del grupo, comieron de las latas de jardinera y de choclo con el mismo cubierto que comparten todos. Estuvieron en cuclillas, al ras del suelo para mostrar el trabajo de los especialistas y, a veces, como se ve en la segunda locación, en desnivel. Para los paleontólogos, el trabajo de campo es parte de toda la tarea y aunque se cansen, reconocen que ni aunque pudieran regresar al pueblo, lo harían.
-Lo que querés es quedarte la mayor cantidad de tiempo posible ahí, a ver qué podés ver -dice Julia D’Angelo.
Federico Agnolin señala que en esta campaña todo estuvo bien, pero en otras se ha preguntado ¿estamos locos? ¿qué estamos haciendo acá? A veces, se rompe una camioneta y quedás varado o te perdés y hay tormenta de viento, o se acabó el agua para consumo, cosas que decís y todo esto para venir a buscar una lagartija que se extinguió hace 70 millones de años. Son momentos críticos pero la causa es más grande que el malestar momentáneo. Ser paleontólogo es estar muy convencido.
Explican. Buscan. Saben.
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El laboratorio también forma parte de una red de científicos dirigidos por Diego Pol que se interesa por reconstruir el fin de la era de los dinosaurios. En estas rocas está el límite de los 70 millones de años, los dinosaurios se extinguieron hace 66. El proyecto que nuclea a 80 científicos del país está intentando reconstruir el último tiempo antes de la caída del meteorito para poder compararla con investigaciones de otras partes del mundo donde ya se hizo ese trabajo.

Agnolin tiene la convicción de contribuir en serio en su disciplina, la paleontología, porque ubica al laboratorio en el pensamiento científico latinoamericano en términos de defensa de soberanía científica nacional, entonces no sólo buscan huesos, también visibilidad, excelencia. Y subsidios. Defienden el patrimonio. Sus maestros les enseñaron ese camino.
La campaña terminó. El equipo viajó a la capital. Algunos miembros del equipo volvieron días después para conversar sobre la experiencia de la transmisión en una sala del Museo de Ciencias Naturales de la ciudad de Roca-Fisque. Julia D’Angelo y Federico Agnolin decidieron ir a comprar un helado a una cuadra del museo porque la primavera en el valle tiene noches frescas y tardes calurosas. La mujer que los atiende es una de las miles de personas que los vio trabajando, los reconoce, les pide tomarse una foto con ellos. Ambos acceden agradecidos y se van con su helado. Están contentos. Ya quieren volver a volver el tiempo atrás.