Militancia y orfandad

por Rolando Arrizabalaga

“Estamos contentos, estamos agradecidos por todo lo que ella hizo y por lo que sabemos que puede hacer por nosotros, ¿no?”. Norma trabaja en una granja comunitaria, junto a quince familias. El viernes, como muchos otros y otras, lo dejó todo para ver de cerca a Cristina. Crónica de una pasión.

Fotos: UNRN y Vanesa Schwemmler/ Gentileza VDM

Marzo 2023

La aparición pública de Cristina Fernández de Kirchner en Viedma, 190 días después del intento de magnicidio sufrido en la puerta de su casa de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue un cachetazo al avispero político local y nacional, que dejó zumbidos en el aire.

La visita de la actual vicepresidenta de la Nación fue en ocasión de recibir el Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), aunque esta actividad quedó en un segundo plano: más de dos mil personas se congregaron para dar el presente y en el marco de lo que se presentó como una clase magistral, Cristina diagnosticó el presente social, político y económico del país, cargó contra el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y lanzó, aunque no explícitamente, dardos contra la administración de Alberto Fernández. Todo en los 67 minutos que duró su exposición pública.

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Minutos después de las 15, la gente había comenzado a ingresar al predio de la Universidad Nacional de Rio Negro. Quienes tenían las pulseras de acceso –autoridades, prensa e invitados– se ubicaron en las sillas dispuestas en tres sectores diferentes del polideportivo de la UNRN, unos 1200 aproximadamente y otra cantidad similar de personas se ubicó en el predio dispuesto enfrente, con una pantalla gigante. Gente mayor con reposeras y banquetas se mezclaban con jóvenes con remeras de La Cámpora, Patria Grande y los Irrompibles que esperaban desde hacía dos horas al rayo del sol.

A las 17:53 la Policía Federal dio la orden de cerrar todos los accesos al predio mientras un dron de esa fuerza sobrevolaba el lugar. Instantes después, cuando la locutora del acto anunció que Cristina Fernández de Kirchner estaba en camino, dentro y fuera del Polideportivo empezaron los cantos y aplausos.

En el aeropuerto local había sido recibida por la gobernadora de Rio Negro, Arabela Carreras, el senador Martín Doñate y el intendente de Viedma, Pedro Pesatti. Exactamente a las 18:03 y rodeada por un inmenso operativo de seguridad que incluyó efectivos policiales ubicados sobre las vías del tren lindantes al predio de la Universidad, policía federal en las inmediaciones del edificio y seguridad privada, ingresó al predio por un camino lateral.  

Al pasar, la vicepresidenta saludó sonriente desde la combi que ingresó por un costado del gimnasio hasta la parte trasera. Dentro del polideportivo la espera fue amenizada con cantitos de ocasión hasta que Cristina apareció en público para ocupar el centro del palco dispuesto en el polideportivo junto al rector de la UNRN, Anselmo Torres y la vicerrectora, María Andrea Tapia.

Habían transcurrido quince años de la ultima vez que Cristina Fernandez de Kirchner, en aquel momento presidenta de la Nación, visitó la capital rionegrina.

Luego de las palabras introductorias del rector, recibió la distinción Honoris Causa de manos del rector, una medalla y una toga roja. Inmediatamente después de esto, la gobernadora Arabela Carreras y su gabinete se retiraron del acto. ¿El motivo? Cuando la locutora anunció su presencia, se escucharon silbidos que taparon incluso el resto de las presentaciones.

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Desde diciembre de 1995, tras asumir como diputada nacional por Santa Cruz, las irrupciones públicas de Cristina jamás pasaron desapercibidas. Con una verbalidad pirotécnica, encendía los debates uniendo conceptos, datos y argumentos. En ocasión de esta visita a la UNRN, CFK brindó una conferencia magistral denominada “¿Hegemonía o consenso? Ruptura del pacto democrático en una economía bimonetaria: inflación y FMI, crisis de deuda y fragmentación política”, exposición que estuvo mechada con alusiones implícitas al actual estado de cosas de la realidad argentina. Por otra parte, había expectativas en lo que la vicepresidenta podría decir en relación a los argumentos de la condena que le impuso el Tribunal Oral Federal 2 por la denominada “Causa Vialidad” y también, claro, acerca de una eventual candidatura en las próximas elecciones. Durante una hora y 7 minutos, atacó varios puntos hilvanados entre sí que incluyeron criticas al poder judicial, al que definió como “partido judicial” y aseguró que “más mafiosos no se consiguen”, expresó un temor por la fragmentación política e ilustró buena parte de su exposición centrada en conceptos económicos con gráficos que fueron proyectados en las pantallas.

“No hay catástrofe mas grande que el endeudamiento entre 2015 y 2019, esa es la verdad de la milanesa”, dijo, y ya sobre el final pidió la revisión del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional “para que nos dejen crecer”.

Cuando faltaban cinco minutos para las 20 horas, Cristina agradeció a los presentes y bajó del palco.

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Durante muchos años, cuando Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota era una banda masiva y popular, buena parte de la sociedad se preguntaba por qué miles de pibes y pibas viajaban hacinados durante horas a distintos lugares para asistir a lo que definían como un simple recital de música. Finalizado el capítulo de los Redondos como banda, el gran heredero de esa masividad fue su líder, el Indio Solari. ¿A qué van?, ¿por qué lo siguen?

Cristina Fernández de Kirchner además de militantes, tiene fieles que se congregan a su alrededor porque la admiran, los conmueve y convoca. El magnetismo y la historia concreta que la precede opera como resorte para que miles de personas sientan que tienen que estar “ahí”, a como dé lugar, sin importar que solo puedan verla de lejos o apenas rozarle la mano.

Norma vive en el Lavalle, una de las barriadas más extensas y marginadas de la ciudad de Viedma. Desde muy joven militó en el peronismo y hoy es parte de Granja del Sol, un grupo 15 familias de granjeros comunitarios que se juntaron en el 2003 y armaron una granja en lo que antes era un basurero abandonado.

Como tantas, aguantó estoica el calor del viernes para ver a Cristina: “Vengo a hacerle el aguante; a decirle que hay gente que estamos luchando porque ella este donde está. Estamos contentos, estamos agradecidos por todo lo que ella hizo y por lo que sabemos que puede hacer por nosotros ¿no?… por la juventud, porque hay muchos jóvenes que no creen en el peronismo y no creen en Cristina porque no saben lo que ella hizo por la juventud, por los ancianos”.

Norma insistió: “Antes la gente andaba abandonada, comiendo de la basura, y hoy tienen un empleo; los chicos se pueden mandar a la escuela porque tienen ayuda escolar y los chicos no andan comiendo en los basureros, sino que tienen dónde comer. Deben mirar que Cristina está dando todo por la juventud, como dio para nosotros también. Yo tuve comedores comunitarios y al Lavalle lo ha ayudado mucho siempre cuando era presidenta, así que por eso vengo a hacerle el aguante”.

Juan tiene 73 años y viajó con su mujer desde Puerto Madryn para, también, decir presente. Peronista de base, militó en los ‘70 en La Plata, en la misma agrupación donde empezó Cristina. Estuvo desaparecido junto a su mujer durante 16 meses. Desde temprano se abrazó a una de las vallas para tener una vista privilegiada. Mientras se peleaba con unos pibes que se habían parado adelante y le tapaban la visión, dijo que estaba ahí porque “si hay algo que tengo que agradecerle a Néstor y a Cristina es haber podido vivir un sueño que nunca hubiera pensado que iba a poder vivir en mi vida. Y hoy estamos proscriptos, no solo Cristina sino que estamos proscriptos todos los que queremos que sea nuestra conductora. La historia se repite, sí; pero el pueblo peronista siempre ha tenido una cuestión: siempre ha renacido de las cenizas. Siempre lo han querido destruir y no han podido porque el peronismo no es ni más ni menos que la expresión de la sociedad argentina, con todas sus contradicciones, con todas”.

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Con las redes sociales como canales paraoficiales de comunicación, desde algunos espacios opositores se hicieron eco de la visita de la vicepresidenta y expresaron sus disconformidades. Por caso, el actual senador Martin Lousteau tomó un fragmento del discurso donde CFK dijo que a 40 años de la salida de la última dictadura en la Argentina “no hay un Estado democrático constitucional”, y vía Twitter expresó que “es la primera vez en la historia que una vicepresidente electa por el voto popular y en pleno ejercicio de sus funciones denuncia que no tenemos un Estado Democrático Constitucional”.

En el plano local, hubo menos sutileza por parte de la actual concejala y primera candidata a legisladora por el circuito Valle Inferior de Cambia Río Negro, Roberta Scavo, quien no solo se negó a acompañar la resolución del Concejo Deliberante de Viedma declarando Ciudadana Ilustre a CFK sino que además repudió la presencia de la vicepresidenta en nuestra ciudad: retwitteó una nota periodística en la que sostenía que “la UNRN dio un gran paso en falso, y quedará como una mancha en su historia institucional, al otorgar a la ex Presidenta Cristina Fernández, el doctorado Honoris Causa».

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La historia argentina tiene muchos ejemplos en los que en momentos álgidos, convulsos o confusos, la sociedad acude a aquellas figuras fuertes de referencia, para que ordenen la confusión, la desazón o ambas cosas. Como esos hijos adultos que, incapaces de resolver sus problemas por sí mismos, vuelven a la casa de los padres ya jubilados que, por cierto, ya no tienen ganas de ejercer la paternidad.

Sucedió con Juan Domingo Perón que debió volver del exilio enfermo y anciano a tratar de unir voluntades en el desmadre de principios de los ‘70 y parece suceder hoy con Cristina Fernández de Kirchner: sus fieles no pueden visualizar una alternativa viable de referencia y, sin su brújula, tampoco pueden construir o tan siquiera unir los diversos espacios políticos comunes, hoy atomizados. Entonces, solo les sale de las tripas cantar “Cristina Presidenta” y tocar simbólicamente el timbre del edificio de Juncal 2166 en el barrio de Recoleta para que alguien, ella en este caso, marque el camino a seguir.

Por supuesto, en su paso por Viedma se lo hicieron saber: al ritmo de la melodía pegajosa de “It’s A Heartache”, clásico tema musical grabado a fines de los ‘70 por la galesa Bonnie Tyler, la gente, adentro y afuera, cantaba “Presidenta, Cristina presidenta”. No una, sino varias veces porque para la porción de la sociedad que la elige por sobre todas las cosas, el silencio de Cristina sobre una eventual candidatura a Presidenta se vive como una sensación de orfandad.

Solange vive en Carmen de Patagones y es directora en una escuela secundaria de un barrio de la periferia. Desde temprano, se acodó en la valla frente al acceso al polideportivo con la ilusión de ver de cerca a su líder política. Tuvo premio: luego del acto, cuando Cristina pidió frenar la combi que la transportaba y bajó a saludar a la gente, Solange fue una de las primeras en darle la mano y, claro, pedirle que vuelva: “Uyyy… Fue un mundo de sensaciones como dice la canción.... verla de tan cerca, tan segura de sí misma, acercarse a la gente después de lo que le pasó, me hace creer que otro país es posible solo y solo si ella es candidata a Presidenta. Estuve ahí bancándola porque soy una agradecida, le debo los mejores doce años de mi vida, donde los invisibles fuimos visibles. Nos dio tanto y le retribuimos poco”.

Olga es otra militante que viajó desde Cinco Saltos, a unos 750 kilómetros de Viedma, y pudo estar cara a cara con Cristina: “Sentí emoción, mucha emoción. Tenerla tan cerca, la necesitamos. Milité toda la vida, toda la vida fui militante y estamos tan mal, tan mal, me da mucha pena. Es la única que nos da esperanzas”.

Es obvio que sin su presencia efectiva, sus fieles quedan huérfanos aunque algunos también se plantean una contradicción. Nicolás es docente de Matemáticas en Viedma y como muchos otros estuvo en el polideportivo de la UNRN: “Yo tengo sentimientos encontrados sobre eso de ‘Cristina Presidenta’. Por un lado se que es ‘la’ persona para apuntar, dirigir y llegar a buen rumbo. Por otro creo que es una mujer de 70 años que nos dió todo, y como yo sueño con jubilarme, me encantaría regalarle la tranquilidad de los próximos años disfrutando del ocio y de su familia. Pero por otro lado, sé que estos miserables, socios de la tortura, son capaces de todo, y no la van a dejar en paz. Entonces, eso: sentimientos encontrados”.

Fidelidad y orfandad.