Milei y las cuestiones en juego
A menos de dos meses de volver a las urnas, María Esperanza Casullo, doctora en ciencia política, profesora de la Universidad Nacional de Río Negro, intenta dar respuesta a la pregunta de cómo Javier Milei fue el candidato más votado en las PASO aunque en las elecciones provinciales de toda la Patagonia, La Libertad Avanza casi no sumó votos.
Vengo escribiendo hace varios meses sobre algo que llamaba la porteñización de la política argentina: desde que se aprobó la nueva Constitución Nacional en 1994, una serie de procesos llevaron a que vaya ganando mucho más peso la política centrada en el área metropolitana, alrededor de la ciudad de Buenos Aires. Y para mí uno de los indicadores más claros de esto es el hecho de que en las PASO la mayoría de los candidatos a presidente o vice de todos los partidos surgieron de esa zona. Excepto Agustín Rossi que vive en Rosario, los demás son de Capital Federal o de partidos colindantes de la ciudad de Buenos Aires. Gerardo Morales, de Jujuy, se postuló como vice de Horacio Larreta y por lo tanto ya quedó afuera. Después está Juan Schiaretti, pero sacó pocos votos y es interesante porque Córdoba es una provincia grande y sin embargo esto no se ve en las urnas. Y si observamos a Javier Milei notamos que es un candidato surgido desde el centro al que en esta elección le fue mucho mejor en las periferias.
La fórmula electoral del peronismo, hasta ahora, parecía ser una especie de alianza entre el voto de las periferias geográficas (Noroeste argentino y Patagonia) y el de la periferia social (conurbano bonaerense). Y en esta elección esto también se desplomó.
Existe una noción que sigue siendo útil de la teoría del populismo, que es la cadena equivalencial o cadena de solidaridades. Dice que, detrás de este tipo de liderazgos, diferentes grupos que tienen distintos problemas de repente se conectan en un cierto afecto, en una cierta explicación de los problemas del mundo. Y un candidato como Milei logra la adhesión de varios de ellos. Es cierto que la base o el grupo que más tempranamente se sintió interpelado por La Libertad Avanza está compuesto por varones, jóvenes, que viven con incertidumbre, pero a ellos se le suman trabajadores que están en una situación “buena”, se le suma la clase media que siente que su poder adquisitivo está peor cada vez que va al supermercado y últimamente se le suma la cercanía que tiene con grupos evangélicos. Todos ellos confluyeron en una explicación según la cual los problemas se deben a que hay demasiado Estado y demasiadas regulaciones y demasiado feminismo y demasiado progresismo. Una explicación que resuena en la Patagonia también. Habrá trabajo fomentado por el turismo en el sur, pero en toda la cordillera es imposible conseguir alquiler, mucho de ese empleo tiene salarios bajos y tal vez los que tienen un buen pasar económico no pueden cambiar el auto. Y a Milei también lo votaron los ricos: muestra un desagrado casi estético con el estado de cosas. En la Patagonia queda muy claro que Milei convocó al voto de los que en muchos sentidos tienen los trabajos más formalizados, casi con un cien por ciento de sindicalización, con las mejores paritarias, que son los trabajadores hidrocarburíferos y que es más paradójico porque una de las banderas de Milei es la privatización de YPF que es la empresa que dio el empuje inicial para el despegue de Vaca Muerta y que además es una actividad absolutamente subsidiada estatalmente, hiper regulada. En Neuquén, la provincia de donde soy, en las PASO Milei salió primero en todos los departamentos, pero en aquellos donde la principal actividad productiva es el petróleo sacó el 55 % de los votos.
Otra cuestión que queda clara es la insatisfacción con los partidos tradicionales, especialmente en lo nacional, o sea: a los gobernadores, a los intendentes, se los juzga con otros criterios. La sensación es que la política nacional no funciona. Y en esta elección además pesó mucho la personalización de las candidaturas: es extraño decir esto porque al mismo tiempo el voto a Milei parece hiperideologizado porque el discurso de él lo es, aunque eso no se tradujo en perspectivas electorales para los candidatos provinciales de Milei. La gente vota a Milei por Milei, por su discurso y por su figura. Y también vota al gobernador por el gobernador. Hay una pérdida de pregnancia, de magnetismo electoral, de las identidades partidarias. En Unión por la Patria (UP) como en Juntos por el Cambio (JxC) parecen existir dudas de cuál es la autoridad real de los candidatos. En el Frente de Todos, después UP, siempre estuvo dividida la autoridad entre Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández y la persona con autoridad política nunca apareció gobernando y la persona que gobernaba nunca apareció teniendo la autoridad política. Esto se replicó en JxC, que fue sorprendente, por un lado porque hubo una interna feroz entre Patricia Bullrich y Larreta, expresando así visiones contrapuestas, y por otro, porque estaba la figura de Mauricio Macri y nunca terminó de quedar claro quién era la autoridad última del partido. En el caso de Milei no está esa cuestión. Milei es Milei y dice lo que se le pasa por la cabeza, pero es él.
Hoy, más que pensar en lo que va a ocurrir el próximo 22 de octubre, que no lo podemos saber y que no me aventuro a decir porque ni siquiera pensaba que estos iban a ser los resultados de las PASO, sí corresponde explicar las cuestiones que están en juego: no qué modelo de país queremos sino qué tipo de vida en comunidad queremos. Está bastante claro cuáles son las alternativas: nos interesa un país dónde se continúen los juicios de DDHH o no, donde se protejan los derechos de las mujeres o no, donde el Estado invierta en salud, ciencia y tecnología o no. Y después la gente votará.