Los Hijxs del Oeste

por Lorena Bermejo

Crecieron y se fueron del barrio donde se criaron, con bosque y monte alrededor. En la zona todo cambió: se apelotonan construcciones en los patios y los espacios verdes se transforman en emprendimientos privados. Para volver, treinta y dos familias se organizan, arman una cooperativa de vivienda y un proyecto eco sustentable.


Enero 2023

De lunes a viernes, César Alvarado trabaja como encargado de seguridad en un barrio cerrado ubicado a orillas del lago Moreno, a 13 kilómetros de la ciudad de Bariloche. Para llegar a fin de mes, en sus horas libres hace trabajos de jardinería y a veces, en las épocas de turismo, deja el puesto de seguridad para trabajar en gastronomía. Hace unos veinte años, cuando César y su primo, Federico Alomo, vivían en el barrio 2 de Agosto, tan cerca de donde ahora trabaja, el terreno baldío al final de la calle Río Minero era punto de encuentro para los pibes y pibas de El 13. Hoy, en ese mismo espacio, los terrenos se ofrecen desde cien mil dólares en adelante, y aunque todavía gran parte del barrio privado se encuentra deshabitado, los cercos y alambrados dejan claro que ese ya no es un lugar para jugar a las escondidas.

El 13 es un conjunto de barrios ubicados entre los kilómetros 12, 13 y 14 de la Avenida Exequiel Bustillo, que conecta el centro de Bariloche con el resto de la localidad. Entrando por Río Minero, hay una calle asfaltada que rodea el Jockey Club, y de ahí se desprenden Parque Playa Serena, Parque Lago Moreno, Nueva Jamaica, 2 de Agosto, Covivar. Nahuel Malal. Al fondo, el lago Moreno y el río Casa de Piedra hacen de límite entre las casas y el bosque, que sube hasta la Ruta 79, más conocida como el camino viejo a Colonia Suiza.

- Por el barrio pasó una topadora -dice César.

Tiene miedo de que así como él vio desaparecer el mallín, la canchita de fútbol y el bosque, sus hijos en unos años ya no puedan bajar al lago o caminar a orillas del río Casa de Piedra. Desde su puesto de trabajo hasta la vieja casa del 2 de Agosto hay unas ocho cuadras, una rotonda, una plaza y varios faroles. El barrio se construyó con financiamiento estatal a fines de los ‘80, y a pesar de las remodelaciones, la mayoría de las casas todavía conservan su estructura de base.

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Federico avanza con el auto y frena junto a la casa de su mamá, donde crecieron él y sus hermanos, a unos pocos metros de donde vivía su primo. Los días sin nieve ni lluvia cruzaba la calle 12, pasaba por lo de César y al toque estaban en la canchita. Venían pibes de la zona y de otros lados, y los partidos seguían hasta que se hacía de noche y había que volver a casa a cenar. Pero el sueño de transformar la canchita de Pilmahue en un club de fútbol se terminó cuando los encargados de vigilar los terrenos privados empezaron a prohibirles entrar. Saltando alambrados y cercos de retamas y pinos, ellos lograban volver al baldío con la pelota.

-Hasta que en un momento plantaron árboles y no pudimos jugar más.

César y Federico, de niños, en el barrio.

En esa época no había luces ni asfalto en la calle que nace en la Avenida Bustillo y recorre los barrios atravesados por el Hipódromo. Tampoco pasaba el colectivo por la calle 6. César mira y repite que ahí mismo donde jugaba al fútbol ahora trabaja, lo dice como quien intenta entender algo, pero al rato vuelve a hablar:

-Si no hacemos nada, esto va a seguir así.

En septiembre del 2021, entre las habituales conversaciones con amigos y familiares sobre la falta de casas en alquiler, las ganas de encontrar una vivienda que no haya que dejar a los pocos meses y de tener el techo propio, a Federico se le ocurrió una idea: convocar a toda esa gente que quería volver al barrio de la infancia, pero no encontraba un lugar o no podía pagarlo. Empezaron a correr los mensajes, los llamados, y en la primera asamblea se juntaron más de cien personas. Muches se conocían de cruzarse en colectivos, de hacer dedo en la ruta, de alguna juntada que se volvió fiesta entre adolescentes cansados de los bondis y las complicaciones de salir a bailar en el centro de la ciudad.

De a poco empezaron a surgir ideas. La urgencia llevó a algunes a pensar en buscar un lugar y plantar una toma, pero no era el camino. El artículo 181 del Código Penal castiga con una pena de entre seis meses y tres años de prisión a toda persona que despoje a otra de la posesión o tenencia de un inmueble que le pertenece, sea que el despojo se produzca invadiendo el inmueble, manteniéndose en él o sacando a los ocupantes. En la localidad de Bariloche gran parte de los barrios formados en los últimos años partieron de terrenos tomados. Las construcciones precarias, la falta de servicios y el riesgo constante de ser expulsado de la propia vivienda son condiciones que muchas familias tuvieron que atravesar, una realidad que les hijes del oeste conocían bien y no querían replicar.

En cambio, lo que necesitaban era organización, un plan para poder llevar a la práctica una idea colectiva que daba vueltas: una convivencia sana con la naturaleza, y lo más parecida posible a lo que era el oeste de la ciudad hace veinte o treinta años, cuando sus padres y madres llegaron a Bariloche. Cuando podían jugar al fútbol en la canchita de Pilmahue o en la calle.

El Clío negro de Federico avanza por el ripio. En el antiguo camino al Llao Llao, pasando el kilómetro 14, se dejan de ver casas y las tranqueras de madera aparecen cada cien o doscientos metros. También hay alambrados rurales y alguna que otra reja. Un cartel da la bienvenida a la Residencia Marista, un alojamiento turístico con costa de lago administrado por integrantes de la Congregación de los Hermanos Maristas, un grupo católico religioso de educadores fundado en Francia a principios del siglo diecinueve. Además de la residencia, los maristas tienen a cargo un campamento en la zona del cerro Tronador, al pie del cerro Falso Granítico.

- En una época venían chicos de todas partes del país a quedarse. Ahora es como un hotel. Y acá al lado teníamos los caballos, uno era mío y otro de mi hermano. Veníamos a buscarlos y andábamos por todos lados. Después los tuvimos que vender, porque se complica mantenerlos en invierno.

La familia Alomo se instaló en Bariloche durante la dictadura militar. La mamá de Federico llegó desde Chile junto a su hermana -la mamá de César- y su papá vino desde Buenos Aires. Ambos militantes, se instalaron lejos de los riesgos políticos, compraron un terreno y tuvieron tres hijos.

La familia Alomo.

Mientras maneja, Federico cuenta que después de la primera asamblea vinieron otras, y así como se fueron erosionando las ideas también se redujo la cantidad de asistentes y de convencidos con el proyecto, hasta que se concretó la creación de Hijxs del Oeste, una cooperativa de vivienda conformada por treinta y dos familias.

El proyecto es acceder a un loteo social en la zona oeste de Bariloche, para fundar un barrio eco sustentable de viviendas propias.

El barrio que imaginan y esperan poder construir tiene, en especial y como condición, un vínculo cercano y de amistad de les integrantes entre sí, y el vínculo de cada persona con el espacio. Sobre estas bases dibujaron el mapa del barrio: una huerta comunitaria con invernadero, instalación de biodigestores para el tratamiento de las aguas residuales, un punto verde para depositar los residuos reciclables para que la Asociación de Recicladores de Bariloche pueda retirarlos ya limpios y secos. La calle principal, la única que atravesaría el barrio, es ondulada, para seguir el recorrido por las casas y poder unificar la entrada y salida con una sola obra vial.

Después de varios meses de trabajo y asambleas, les integrantes de la cooperativa tuvieron listos el plano y el proyecto que soñaban. Por supuesto, hubo muchos puntos que consensuar, y tuvieron que adecuarse a la reglamentación y los requisitos de la formación de una cooperativa, sin tener idea de los procesos burocráticos que implicaba.

Según el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), el objeto de estas cooperativas es tanto adquirir viviendas individuales o colectivas o construirlas, así como comprar terrenos destinados a las viviendas propias. Solicitar créditos, asistencia jurídica, adquirir materiales, gestionar concursos públicos para la realización de obras viales, de desagüe o sanitarias necesarias para las viviendas de les asociades, también son responsabilidades de la cooperativa. Toda cooperativa toma sus decisiones a través de la Asamblea, que es el órgano donde cada integrante , en igualdad de condiciones, tiene un voto y debe participar y expresar su voluntad.

Hace unos meses Federico tuvo que dejar la casa que alquilaba en el centro de la ciudad y volvió al barrio, a la casa materna.

- Alguien entró a la fuerza y cambió la cerradura. Me tuve que ir así, de un día para el otro.

A eso siguió una racha de mala suerte: empezó con unos mareos y dolores de cabeza, después vino la falta de visión, lo internaron para hacerle estudios, y a las pocas semanas se enteró que había perdido su trabajo como vendedor de Coca-Cola en la región del norte de la Patagonia. Había tenido un pico de estrés.

Uno de esos días en que estuvo de licencia fueron con algunos integrantes de la cooperativa a ver un terreno que la Municipalidad les iba a ofrecer para que pudieran comprarlo y empezar con el proyecto.

El Clío sigue unos metros por el antiguo camino al Llao Llao y llega al borde del terreno. La calle tiene surcos de uno y otro lado y piedras sueltas que rebotan contra el guardabarros del auto. Lo que se ve es yuyos, cardos, árboles y arbustos. La maleza crece firme y no deja ver las tres hectáreas que dice tener el lote, la primera oferta que Hijxs del Oeste recibió de parte del Instituto Municipal de Tierra y Vivienda.

- En septiembre nos dijeron que si comprábamos, a fin de año íbamos a poder construir. Fuimos a ver las tierras con la encargada del Instituto y se acercó un supuesto vecino con su camioneta a preguntarnos quiénes éramos y qué hacíamos. Nos dijo que ahí no iba a abrirse ningún barrio ecológico. Evidentemente sabía de la reunión y del proyecto, y nos amenazó, dijo que conocía gente y que iba a hacer algo con eso. Dos días después nos llegó una carta de la oficina de Planeamiento para avisarnos de que el proyecto no iba a poder avanzar.

La justificación fue una ordenanza que el Concejo Municipal de Bariloche aprobó en 2019, y que dio inicio al llamado Plan de Desarrollo Urbano y Ambiental del Oeste, con la intención de reconfigurar lo pautado en el Código de Edificación y Planeamiento del año 1980, y el Código Urbano de 1995. Según la fundamentación, el objetivo es la preservación del ambiente, por eso prohíbe la construcción de viviendas en toda la zona del antiguo camino al Llao Llao.

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Es 19 de noviembre y los Hijxs del Oeste todavía no tienen novedades del terreno. En el Centro Cívico de Bariloche, instalan carpas y carteles. Otras cooperativas se acercan a apoyar. También hay turistas curiosos que preguntan y algunas personas auto convocadas por la causa.

El reclamo de Hijxs del Oeste.

- Nuestros viejos, siendo obreros, carpinteros, jardineros, pudieron comprar terrenos y construir sus casas. Nosotros, con la misma edad, teniendo trabajos informales o siendo profesionales, no podemos ni pagar un alquiler.

Después de la primera asamblea, Federico empezó a imaginar lo que podría venir en unos años. Las expectativas tomaron rienda suelta y empezó a soñar con una cabaña, su hija andando en bici por el bosque, el trabajo en la huerta que planearon hacer entre todes. Todavía son imágenes que pasan por su cabeza como restos de una película que vio antes de dormir.

En la fundamentación del documento que Hijxs del Oeste presentó ante la Dirección de Planeamiento del municipio, les integrantes señalan que “aquellos trabajadores que consiguieron habitar el oeste pagando varios decenios sus respectivas hipotecas o planes de vivienda, ven cómo se modifica la configuración barrial, se apelotonan construcciones en los patios, arriba o por detrás de sus casas para alguno de sus hijos, con inmensas extensiones de tierras ociosas alrededor”.

En 2006, cuando muchos de los integrantes de la cooperativa eran adolescentes, se aprobó en Bariloche la ordenanza que dio pie a la conformación del Banco de Tierras Municipal, “un recurso genuino para adquirir lotes urbanos tendientes a satisfacer sus propias demandas de tierras, para planes habitacionales y equipamiento, recuperación de áreas degradadas y protección de áreas de interés ambiental tendiente al desarrollo sustentable del territorio”.

El crecimiento de la población en la ciudad, la poca inversión estatal en la cuestión habitacional y los cambios económicos por el incremento de la afluencia turística fueron las fundamentaciones principales para la creación de este recurso, que habilitó para algunas familias organizadas en cooperativas la única posibilidad de acceder a un terreno propio.

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Jaqueline Fernández se dedica a la jardinería. También creció en El 13 y comparte alquiler con su novia, en el centro. Las casas en las que trabaja regando, cortando el pasto, manteniendo las flores y las plantas, en general están deshabitadas. Son viviendas grandes que pasan vacías la mayor parte del año. Están en Circuito Chico o en la costa del Nahuel Huapi, puntos estratégicos para familias que vienen de otras ciudades del país a pasar sus vacaciones.

Jaqueline, cuando sus padres recién compraban el terreno en El 13.

- Sabemos que hay mucha gente de nuestra generación en la misma situación. No tenemos la posibilidad de ampliar la cooperativa, pero sí de sentar bases para que este modelo se repita. Queremos demostrar que acá podemos hacerlo, y si es con el apoyo del Estado, mejor. No se puede retroceder lo que destruimos en el mundo, pero podemos proyectar en nuestra tierra al menos un espacio en el que se pueda convivir con la naturaleza.

Aunque las trabas tienen distintos orígenes, quienes se anotaron para comprar terrenos en las distintas urbanizaciones que el Ejecutivo municipal delegó en empresas privadas, como Las Morenas, al pie del Cerro Ventana, y Coirones, al este de la ciudad, recibieron promesas similares. El barrio Coirones, por ejemplo, hace diez años que está en desarrollo, es decir que hay gente que lleva ese tiempo esperando su terreno. La empresa hace los loteos, instala los servicios y vende los lotes, sin embargo, por aprobaciones municipales pendientes todavía no se pueden ocupar. Sólo en Las Morenas hay 320 lotes pre adjudicados a familias que se anotaron en el “registro de demandantes”, otra herramienta que, como el Banco Municipal de Tierras, tiene más pie en la teoría que en la práctica. Mientras las aprobaciones municipales están en curso y los planes de construcción se reformulan, más de cuatrocientas familias siguen dependiendo del alquiler de viviendas.

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Con la indemnización del trabajo, Federico se compró un carro y armó su puesto de comida, que pudo instalar en el barrio de Los Coihues, junto al Lago Gutiérrez, a metros de la playa. Por ahí pasan cientos de personas, en especial turistas pero también gente del barrio. Si bien no esperaba el cambio de vida tan pronto, dedicarse a la cocina es algo que siempre quiso. Aunque soñaba con vender sopas, como se consiguen en las calles de Bolivia o Perú, al final se decidió por las hamburguesas, que no fallan.

Son casi las doce y todavía debe hacer algunas compras antes de abrir el puesto. Otra vez en su auto, avanza por la calle De la Tempestad hasta la parada de colectivos. El boulevard en el centro de la calle de ripio la hace inconfundible. El barrio cerrado El Redil, antes un infinito de bosque y mallín, separa el Covivar del barrio 2 de Agosto. El auto se detiene frente a otro terreno baldío pero mucho menos tupido que el anterior. Tiene dos hectáreas, dentro de una zona urbana y con servicios.

Federico está convencido de que hay una decisión política en cuanto al uso privado de los espacios públicos, que restringe el acceso a las tierras para la población local.

- Prefieren poner mesas de un bar en la calle a darle ese espacio a los vendedores ambulantes, y así con todo. Siempre se pone el capital privado por encima de la población local.

Todavía no pueden hacer pie en uno ni en otro terreno, más bien flotan entre imágenes que intentan acomodar en cada asamblea. Mientras tanto, todo ocurre como en un tiempo de espera, de paciencia. Aunque sus voces se multiplican y suenan cada vez más fuerte, los turistas siguen bajando de los aviones, de los transfers, de las lanchas que dejan olas sobre el Nahuel Huapi, y las hosterías y alojamientos ponen carteles tallados en madera que a los Hijxs del Oeste les recuerda su situación: “No hay lugar”.