La ultraderecha, a un paso de La Moneda

por Santiago Rey

Las elecciones en Chile dejaron al candidato Kast muy cerca de asumir la presidencia en marzo próximo. Si bien la oficialista Jara ganó con el 26,85% de los votos, la unidad de las tres listas de derecha vaticina un triunfo en la segunda vuelta. ¿Cuánto explica la moderación de Boric el resultado electoral en Chile?

Noviembre 2025

En las mesas del pub Madero, en el centro de la magallánica Punta Arenas, un joven Gabriel Boric Font, que hasta hacía poco se hacía llamar Capo el Rojo en su nickname de Messenger, que ya se mostraba interesado por la historia y la política, y compartía su tiempo entre la lectura de los poetas malditos y el animé, firmó un documento incendiario junto a otros amigos. En el Manifiesto -como lo llamaron- se comprometió a trabajar para construir un mundo más humano, de izquierdas, y militar por una revolución. Después de rubricar el documento casero inundó esa formalidad en una ronda de cervezas compartidas.

Era el año 2001. Gabriel Boric Font tenía 15 años. Chile era gobernado por Ricardo Lagos, expresión del socialismo en la Concertación de Partidos por la Democracia, esa coalición transicional que no rompió nunca con el corset institucional, económico y de sentido que el país heredó del pinochetismo.

Veintiún años después de firmar aquel documento, Boric asumió como Presidente de la República de Chile. Llegó al cargo luego de una revuelta popular que en 2019 desafió al gobierno neoliberal de Sebastián Piñera, y a caballo de un manojo de sueños y postulados que prometían dar vuelta la página de la transición.

En solo cuatro años, este domingo 16 de noviembre de 2025, las urnas sepultaron definitivamente aquella esperanza que se abrió con la asunción de Boric: la ultraderecha logró un resultado que la pone a un paso de asumir el poder en marzo del año próximo, y dejaron a la coalición de centro izquierda del oficialismo reducida a un tercio de la representación parlamentaria.

¿Qué pasó entre aquel momento de la asunción que se presentó como fundacional, hasta esta derrota del progresismo? Si bien impulsó algunas medidas con espíritu social -aumento del salario mínimo, por ejemplo- la gestión de Boric no torció ninguno de los pilares que sostienen el andamiaje neoliberal. La derrota del texto de reforma constitucional progresista durante el primer año de Gobierno, significó en la práctica el cierre del espíritu de la revuelta y la claudicación de la administración Boric a cualquier cambio estructural. El gobierno que venía a poner patas para arriba el sistema político de Chile terminó el 4 de septiembre de 2022, a seis meses de haberse iniciado.

En su nota editorial de este domingo en La Tercera, el periodista Daniel Matamala lo sintetiza, anticipándose al resultado electoral: el Gobierno perderá “por haber sido incapaz de un retroceso ordenado (tras el fracaso de la reforma constitucional), y por haber arriado sin más las banderas del progresismo, renunciando antes de darlas a batallas que parecían ganables de cara a la opinión pública”. Matamala enumera cuestiones de fondo que el Gobierno de Boric no puso en juego: el fin del sistema privado de jubilaciones, una reforma impositiva progresiva, la despenalización del aborto. “No fue una retirada táctica: fue un sálvese quien pueda que dejó al progresismo sin línea de defensa alguna”, resume el periodista.

Tal vez parte del fracaso de administración y electoral del proyecto Boric pueda anidar en esta pregunta irresuelta, que en parte exculpa a la gestión y pone el foco en el verdadero sentimiento que anida en el pueblo chileno: ¿Aquella revuelta popular de 2019, reclamó realmente poner fin a la transición política y económica en Chile y dar un salto hacia formas más participativas del sistema de representación y de la economía; o fue una forma de manifestar la necesidad de integrar a más sectores sociales a los beneficios del híper consumo endeudado, meca del proyecto neoliberal vigente desde la dictadura?

El potencial desembarco de la ultraderecha en La Moneda puede analizarse también al calor de la ola mundial que depositó en el poder a expresiones como la de Javier Milei en la Argentina, y que encuentra un punto en común con la experiencia en la campaña electoral de Chile: el manejo de la derecha de la agenda pública. Fueron los dirigentes de esas fuerzas coludidos con los medios de comunicación más concentrados los que machacaron sobre aspectos como la inseguridad y la migración. El palpable desembarco en Chile de formas del crimen organizado y el narcotráfico y su secuela de violencia, se convirtieron en ejes de las críticas de los partidos de oposición, y permearon la sensibilidad social hasta que la sociedad volvió a hacer propio -como lo fue durante la dictadura- el discurso sobre la necesidad de una “mano dura” para frenar la delincuencia.

En todo caso, si bien Jannette Jara (Partido Comunista – Unidad por Chile) ganó la elección con el 26,85 por ciento de los votos; el resultado electoral de este domingo muestra que las tres principales expresiones de derecha suman más del 50 por ciento de los votos. Ya los dos candidatos de esa línea que ocuparon el cuarto y el quinto lugar (Johannes Kaiser Barents-Von Hohenhagen con el 13,94% y Evelyn Matthei con el 12,46%) manifestaron su apoyo irrestricto en la segunda vuelta -el 16 de diciembre próximo- al ultraderechista José Antonio Kast (Partido Republicano), que logró el 23,92% de los votos.

Si bien la política reniega muchas veces de la aritmética, parecería imposible que la oficialista Jara pueda torcer el destino y asomarse siquiera al 55,8 por ciento que obtuvo Boric en la segunda vuelta de 2021.

Además, deben computarse como potenciales votantes de Kast los casi 20 puntos que logró Franco Parisi, un pretendido outsider de la política que, sin embargo y para sorpresa de nadie, propone recortes presupuestarios y medidas de populismo de derecha.

Así, Kast -hijo de un militante nazi y hermano de un ex ministro de Augusto Pinochet, admirador de Trump y Bolsonaro- está a un paso de La Moneda.

Si se pusiera en los términos de la disputa ideológica del siglo XX, podría resumirse que en la segunda vuelta se enfrentarán los dos modelos que se repartieron la hegemonía mundial: la comunista Jara contra el ultraderechista Kast. Sin embargo, en el programa de la candidata oficialista no hay referencia a ninguna reforma estructural. Por el contrario, se ofrece como una administradora honesta y feminista de un sistema moldeado por la política neoliberal y represiva del pinochetismo. Es decir, se muestra como la continuidad de Boric. Aquel joven que a los 15 años firmó un Manifiesto revolucionario e incendiario y que, finalmente, ejerció la presidencia como un peldaño más de la interminable transición chilena.