La ruta que conduce a la memoria

por Adrián Moyano

Conecta la cordillera con el mar: 605 kilómetros que aún no se terminan de asfaltar. Un camino con huellas de las travesías que centenares de veces hicieron mapuche, gününa küna y aonikenk y que hoy resguarda, a su paso, proyectos de megaminería.


Julio 2023

Entre 2010 y 2012 viajé innumerables veces por la 23. En ese período, trabajé para el Relevamiento Territorial de Comunidades Indígenas (RETECI) que, llamativa coincidencia, tampoco se termina nunca. La mayoría de las veces, las y los integrantes de los equipos técnicos nos encontrábamos en Ingeniero Jacobacci para desde ahí, salir para la comunidad o comunidades que no esperaban. Hasta cierto punto, aún puedo recitar la lista de localidades de memoria en dirección al litoral: Pilcaniyeu, Comallo, Clemente Onelli, Jacobacci, Maquinchao, Aguada de Guerra, Los Menucos, y Sierra Colorada. Después, se me complica y debo recurrir al mapa, porque no me tocó trabajar más allá del último de los pueblos.

La Ruta Nacional 23 es la que nunca termina de asfaltarse. Transcurre por el interior profundo de la provincia de Río Negro por la también, siempre postergada Línea Sur. La última denominación tiene origen ferroviario: el ramal que une Viedma con Bariloche era el más significativo entre los australes del Ferrocarril General Roca antes de su privatización. Hace tanto que se comenzó a pavimentar la arteria, que algunos de sus tramos ya requieren reparaciones, aunque nunca se finalizó en su totalidad. Vincula otras dos rutas nacionales: la 40 y la 3. En la primera de las intersecciones, crece la localidad de Dina Huapi. En la segunda, no hay población alguna. Durante buena parte de su recorrido no hay población alguna… Se extiende por 605 kilómetros y como decía una canción de Las Jaivas, quien viaja de oeste a este va de la cordillera al mar.

Los primeros trabajos de pavimentación se llevaron a cabo entre Valcheta y Aguada Cecilio en 1986, pero fue una adecuación aislada. Recién a fines de los ‘90 se decidió asfaltarla en su totalidad, es decir, un cuarto de siglo atrás. Al momento de redactar estas líneas, falta realmente poco para que se pueda hablar de una cinta asfáltica ininterrumpida y en 2022 se aseguró que durante el año en curso el cometido finalizaría. Pero como se prometió tantas veces, los anuncios sólo renuevan el escepticismo.

En la década de 1960, transitó por el antiguo ripio el geógrafo argentino Raúl Rey Balmaceda. Con una versión del diario de marcha del inglés George Musters en la mano, reconstruyó el itinerario desde Pilca hasta Carmen de Patagones que el marino hizo en una partida aonikenk (tehuelches del sur) en 1870. Para el investigador fue evidente que tanto la traza de la 23 como de las vías coincide con la antigua huella que mapuches, gününa küna y aonikenk venían profundizando como mínimo desde fines del siglo XVIII.

Por acá no

Para el conjunto de loncos que desempeñaban roles de conducción política en el así llamado País de Las Manzanas hacia 1860, el camino que después aprovecharía Vialidad Nacional era de importancia geopolítica. Desde su llegada a estas latitudes a mediados del siglo XVI, fue afán de los españoles encontrar una vía que uniera el Pacífico con el Atlántico, sin que pudieran lograr su cometido. A fines de 1862 partió desde Puerto Montt una expedición chilena al mando del médico Guillermo Cox, con el propósito de cruzar la cordillera y llegar hasta Carmen de Patagones por vía fluvial, es decir, después de navegar el Limay y el río Negro. Su embarcación se hizo trizas en los rápidos y los náufragos fueron a parar a las tolderías de Paillakan, padre del célebre Foyel. El lonco interpretó los planes del contingente como un intento de violar el control territorial mapuche, por utilizar un paso en desuso y sin solicitar autorización. Para reparar el daño, Cox debió marchar a Valdivia y retornar con ciertos bienes, mientras dos de sus hombres, quedaron como rehenes. A su regreso, permaneció durante varias semanas en las tolderías de Inakayal y su padre Wingkawala, vivencia que recogió en un libro de mucho valor para la reconstrucción de la historia mapuche.

Las tolderías que acogieron al expedicionario se levantaban sobre el río Kaleufu, pequeño curso que desagua en el Collón Cura, en el tramo que hoy está afectado por los embalses de las represas (provincia de Neuquén). Como Inakayal viajaba periódicamente hacia el poblado bonaerense a raíz de las relaciones diplomáticas de la época, Cox procuró acompañarlo para cumplir su cometido inicial. En primera instancia, el lonco vio con buenos ojos la propuesta, porque pensaba valerse del chileno como secretario, pero después de unos días de indefinición y de múltiples alternativas, la suerte de los intrusos se resolvió en un trawün (encuentro), del que participaron todos los loncos del área. No sólo se decidió proteger de miradas indiscretas el trazado del legendario camino, además se consensuó una suerte de ultimátum, por el cual los trasandinos debían abandonar el Kaleufu con urgencia. Los viajeros no se hicieron rogar.

Días antes, al trasponer la cordillera en su periplo de ida y vuelta a Valdivia,Cox y los suyos habían constatado el control que los loncos tenían sobre los pasos cordilleranos e inclusive sobre algunos vados donde había balsas dispuestas. Ese ejercicio soberano no se limitaba a la futura frontera entre Chile y la Argentina, sino también al trazado actual de la Ruta 23, que se adentraba en las intimidades del país mapuche – tehuelche. 160 años atrás, Cox tuvo que quedarse con las ganas.

Tránsito intenso

Siete años después, el explorador Musters pudo cumplir ese cometido porque arribó a las tolderías de Sayweke en circunstancias muy distintas. Vino inserto en un contingente de aonikenks, aliados políticos de los mapuches y, además, se había ganado la confianza de Casimiro, autoridad sureña que estaba emparentada con el lonco Kintuwal. Su presencia no despertó suspicacia alguna durante el gran trawün que se celebró a comienzos de abril y, es más, al retornar a Geylum (hoy Pilcaniyeu), recibió la misión de adelantarse con un grupo de jinetes para anticipar la llegada de los aonikenks a Carmen de Patagones. Hasta Foyel estuvo de acuerdo en concederle ese cometido.

El contingente se puso en marcha el 17 de abril de 1870. Faltaban apenas nueve años para la Campaña al Desierto. Para unir el emplazamiento presente de Pilca con Maquinchao había que invertir nueve días de cabalgata. Puede aventurarse que, en términos relativos, el tránsito por la futura 23 era más intenso que en la actualidad. Horas después de arrancar, la partida dio con “indios montados” que buscaban una tropilla robada, según Musters, “por los araucanos”. En Neneo Ruca -topónimo que persiste hasta hoy- se sumaron al grupo Hinchel y su hijo. El primero, autoridad de los gününa küna; el más joven, casado con una mapuche.

El monolito que recuerda a Musters y soslaya pueblos indígenas.

En la jornada siguiente, los viajeros se cruzaron con “una partida de indios pampas que iban a unirse con Quintuhual” y el 9 de mayo arribaron al paradero de Maquinchao, a unos cinco kilómetros al oeste de la localidad de hoy. Era un sitio muy concurrido porque brindaba la chance de aprovisionarse de carne de guanaco. El inglés no descansó demasiado porque junto con tres compañeros hizo de vanguardia y siguió hacia al este. Atravesaron los arroyos Chasicó y Comicó, nombres que también perduran.

Un jinete solitario que arreaba una tropilla en dirección a las tolderías de Kintuwal, les informó que en Treneta acampaban el célebre Chiquichano y otra jefe de nombre Teneforo. El emplazamiento actual del lugar está al sur de la Ruta 23, en la Meseta de Somuncurá. En sus cercanías, los viajeros encontraron otras tolderías y una pintoresca caravana que se integraba exclusivamente por mujeres. Poco más tarde, divisaron desde las alturas otras dos, de 30 o 40 toldos cada una. De las descripciones que brindó Chiquichano -Jakechan anotó Musters- se desprende que su población constituía una suerte de conglomerado plurinacional, si utilizáramos terminología contemporánea. Después de Treneta, el contingente engrosó con oncehombres y cuatro mujeres, más un número considerable de caballos.

Dos días después, arribó “al campamento de Valcheta”, donde en la segunda fase de la Campaña al Desierto, el Ejército levantó un fuerte que funcionó como campo de concentración. Aún hicieron falta cuatro jornadas más para dar con el valle del río Negro. Al hacer un alto, “vimos a lo lejos un rancho solitario, la primera vivienda civilizada que contemplaba yo desde mi partida de Santa Cruz”, consignó el inglés, sin disimular sus prejuicios.

En 2023, la ruta continúa flanqueada por el territorio de decenas de comunidades mapuche-tehuelches, pero que recobre importancia geopolítica tiene más bien que ver con la presencia de unos quince proyectos atractivos para la megaminería en sus cercanías. En nuestros días, los secretos que aquellos loncos se preocuparon por mantener lejos de las miradas huincas se difunden en boletines mineros y páginas especializadas. Cerca de la laguna Carrilaufquen, a unos 15 kilómetros de Ingeniero Jacobacci, un modesto monolito recuerda el paso de Musters por el área.

En los 605 kilómetros de su trayecto, nada en la Ruta Nacional 23 menciona a las inverosímiles travesías que centenares de veces, hicieron mapuche, gününa küna y aonikenk. Sin embargo, ese silencio conduce a la memoria.