La biología, alimento poético
En esta entrega de TIERRA PROMETIDA nos adentramos en los versos de Gabriela Klier. Versos que crecen en las profundidades y nos llevan hacia la luz para mostrarnos cómo todo reverdece.
La poesía está inmersa en manglares, sabe encontrar la luz en los claros de un bosque o en una noche de cielo estepario, en los muebles de una casa llenos de tacitas de porcelana, de minuciosos detalles en la cerámica, una casa repleta de recuerdos adheridos a las ventanas, a las mesadas, a los espejos. La poesía crece en oscuridad, pero su planta busca destellos aunque se enrosque en preguntas, se desvele. Toma la forma de un espiral, de una escalera desprolija, va hacia arriba, donde su cabeza descansa. La poesía está en los distintos olores de la madera, en los fuegos que entibian atardeceres de julio, en las hechuras de guisos o tortas y no olvida las manos de la hechura. La poesía es un modo de mirar in situ: habitaciones, materia, cuerpo, verbo, taquicardia, lágrima, viaje etéreo, ciudades, sabores, biología. Gabriela Klier ve en la biología, en el respirar de la materia su alimento poético. Después de la respiración, la muerte. Las formas de la muerte: “todo muere/algo baila, casi/no tengo miedo/pero nunca juego a no estar” dice la poeta. La muerte alimenta a más vida, por lo que merece también de las palabras porque a la muerte la poeta la ve mucho antes, porque no se necesita de mucha osadía para saberla ahí, aunque sí para mirarla a los ojos, para hablarle, para hacerla parte del todo. De la biología de ser. Diana Bellesi enuncia: “El jardín exige, a su jardinera verlo morir/Demanda su mano que recorte y modifique/la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros/bajo la noche helada. El jardín mata”.
Gabriela nombra en versos reptiles, mamíferos, especies invasoras, las muertes, las casas, las bestias; se pregunta: ¿Quién sabe lo que es amar? Ve las transmutaciones, la ciencia del estar en el mundo: “las hojas grandes mueren como fractales/desde afuera para adentro/pierden la geometría sagrada y se vuelven/bosque viejo. Diana se expresa inmersa en la naturaleza que vive fuera de ella y a la vez la invade: “Un archipiélago de islas hendido/por pequeños ríos y arroyuelos/Acequias donde las tortugas/las almejas negras hacen su casa/Reverberar de verde sin interrupción/y el eco espejeante de los pájaros/sostienen la trama/(…)/ Un aura de pumas y ciervos en retirada/De junqueros delgados/taciturnos como estelas en el agua”.
Sí, todo sucede, aunque la muerte sea parte de cada paisaje, de cada intención. Gabriela Klier lo sabe: “y ver cómo la vida transcurre y la muerte/en mi ausencia, casi/las mismas/cosas/las mismas/chiringuitos, estaciones y montañas”. Hay una belleza que permanece en lo que se materializa fugaz en la longitud del tiempo. Esa fragilidad que crece a pura fuerza de mostrar que hay siempre otra oportunidad, otra forma, acaso la precisa esperanza de lo pequeño y así como cuenta Diana: “Temprano en la mañana mi madre intenta/llamarme por teléfono, y en la tarde/luego me cuenta: ´tan hermosa noticia tengo´, con una voz de aterciopelado/misterio, muy serena y suave anunciando/´la pequeña magnolia se abrió en dos flores
por primera vez´. Hay justicia, pensé/con un agua dulce que se abría paso en mi corazón”. De una manera distinta esa permanencia bella es descripta por Gaby, en plena Biología de modos como este: “hay hormigas que crían hongos/ y con paciencia les construyen su hogar/ los hongos comparten sus jugos/las hormigas el pan/ la ternura es un/ gesto dislocado, toca/donde hay que tocar:/una garra acaricia/ la cabeza/de un perro echado”.
De este modo decidido, descarnado, en esta verdad de autora en clave cienciapoética Gabriela Klier cuenta las vidas y las muertes, tal como las ven sus ojos-corazón. Pasen y lean.
De “Biología” (Editorial UNRN, Colección La Tejedora 2020)
Botánica
Se
cayó una hoja
sobre el bosque, la tapó
eso que vino después
nadie supo, el tiempo
circula por la tierra
hace migas
A veces pienso en el cielo
asfixiado de nubes
atrás la montaña
debajo las hojas
arriba los truenos
Se cayó uno
bajo el cielo
nadie supo
quedó tapado
de bruma
de hojas
Por
fuera de mis párpados
yace el mundo
Tomo aire
salto
y entro
Vertebrados I
Una gata me adoptó
maulló sus necesidades
y me dejó un hueco en la almohada
no le pude poner nombre porque
aún no sé cómo me nombra
de su cuerpo salen sonidos
inmensos, con lenguaje binario
exige
A veces se disfraza de víbora
y espanta
subterráneamente
con el vientre sobre el piso frío
Prefiere el agua que corre del videt
o el sol que atraviesa los vidrios
se unta sobre el sillón y pasa los días
como si no hubiese muerte o después
Algunos días integra otros sonidos
(todo lo binario en realidad miente)
y como heladera andando
pero cálida, con el calor del mundo
expresa que la cercanía
también es un modo de estar
Se me sube al pecho y me lame la cara
con aspereza, pienso
que las vibraciones
de una gata que no piensa en la muerte
-y a veces es serpiente-
me quitarían la neurosis
que de mi pecho también
pueden desamarrar barcos inmensos
que también ahí puede haber
elefantes dormidos. Que cuatro sonidos
alcanzarían para decir todo
cuatro palabras para estar en paz
Cuatro. Nada más
Vertebrados II
Por lo amorfo de amor y cosa
el mamífero se distingue del reptil
las carnes cuelgan tibias
los reptiles andan fríos
en las noches, calientes
al mediodía, escamas tersas
pupilas al sol
¿Quién sabe lo que es amar?
Un cerebro reptílico
todo es instinto
capa sobre capa
evoluciona el sentir
antes del neocortex
se conoce el amor y deforma
toda cosa que puede ser otra
secciones límbicas
no lugares, ficciones
perder la forma
en la manada que no espera
respuestas sino contactos
tal vez un gesto
que ofrece ternura
frente a un pichón caído
donde el viento creó veredas
con plumones desgarrados
patas escamadas, un pichón
entre dos manos
y desde la distancia, una lagartija
mantiene su forma
fluctuaciones térmicas
pupilas al sol
¿Quién sabe lo que es amar?
Especies invasoras
Quizás estos sean momentos oscuros. Como dicen de los 70. Como cada separación de mi madre. Un cielo tapado de nubes. Mientras tanto es noviembre y todo amarillo
La montaña se mancha de retamas
al horizonte todo es pastel
después será tiempo rosa mosqueta
Todas especies invasoras
Las plantas
los pinos
y los castores
Invasiones bárbaras
La vida intensa
el vegetal que jode
el alga de los barquitos
(¡atención!)
y toda la fruta del senasa
y toda la carne del senasa
Todo lo vivo que atenta
contra nosotros, gente bien
Las chaquetas ¡asesinas!
y africanas
Los gorriones
vendepatria
sarmientinos
mentirosos
Circula saña
por los flujos hormonales
por las ondas de radio
contra el kirchnerismo
contra Ricardo Arjona
plagados de imaginarios
revueltos de cháchara
¡Que corten todos los pinos!
¡Disparen a las palomas!
Y aún así
después de los tiempos rosas
vendrán los naranjas
y las hojas
se caen y los rojos
las lluvias
todo blanco
el reflejo
la montaña
se hará río
todo verde
y las invasiones
las pobres flores
el amarillo
De “Las muertes, las casas, las bestias” (Fondo Editorial Rionegrino, 2023)
escribir la muerte
rodear la muerte
bailar la muerte dijo carlos, hay dioses que
bailan y no mueren, pero más acá
todo muere
algo baila, casi
no tengo miedo
pero nunca juego a no estar
y ver cómo la vida transcurre y la muerte
en mi ausencia, casi
/las mismas/cosas/ las mismas
chiringuitos, estaciones y montañas
escribir la muerte mientras los átomos
caen
la degradación instantánea
caen
desintegran cuerpos y sombras
(y des-hacerse no duele
la ausencia
no duele, el alma
es molecular, flota)
Estar bajo el pasto a la sombra de un árbol
escuchar
el silencio o los pajaritos, placidez
o cenizas
escuchar
a mis muertas que me hablan –oírlas- hablarles
les hablo me calman me cantan
están
en los afectos y en las cosas
en los chiringuitos y las montañas
están
en los ríos
que se hacen mar
y que alguna costa tibia
las acaricie
las polillas siguen las estrellas y la luna
emiten ultrasonidos que escapan de murciélagos
y frente al terror se arrojan en picada
una vez hice una trampa de luz para los seres de la noche
fue tan horrible como hermoso: un hechizo
las pinchamos con alfileres
como lanzas, las guardamos
dentro de cajas de cassettes
ultrasonidos
cuando mueren parecen vivas
nada las distingue, salvo la quietud
las polillas han vedado
los vestidos de mi abuela
destrución
hice una casa
construir es destruir
caminar es destruir
sentarme en el pasto
sobre las flores
cocinar un guiso
con todo lo que no dejé
nacer
¿cómo se destruye con amor?
vida de perro
te dije que te iba a escribir un poema
porque juan tiene algunos y fauna también
empezaría diciendo “coco come caca”
lo cual es cierto pero dice más de mí
y lo que más me dice
es lo que me menos me acerca
también podría decir coco disfruta el silencio o tirarse al sol
le gusta pasar el rato
con gente y otros bichos, perros, mariposas
hay seres con quienes quiere coger
hay menos disimulo coco cuando la vida son gestos
porque nadie dice todo
pero vos sabes:
la alegría está en los relámpagos
pequeñas grietas de tiempo
volver, cuando podríamos no haber vuelto
mirarnos a los ojos y amansar, una pata, una mano
encontrar un lugar cómodo, comer, coger, descansar, jugar
¿qué otro sentido, si es que algún sentido hay?
entonces te escribí esto:
la vida buena es vida de perro
dormir al sol
correr sin rumbo
caricias mundanas
rascarse el culo con los dientes
ser ovillo y rayo
mímesis
hacer como las plantas
tirar raíces en el patio
movernos con el viento
quietas, ligeras, bailando
solas y también con
todo el pasto
inclinarnos con la luz
coger a la distancia
mediadas por insectos o por pájaros
a veces por el viento
agradecer
lo caliente y lo frío
lo húmedo y lo seco
hacer de los huecos
una casa
amistades
la ternura es
una gata amigándose
con un perro
por años, cada día, un rato
los encuentros animales
de diferentes
formas y tamaños
un pájaro y un buey
el mono y la tortuga
las rémoras que nadan con los tiburones
y limpian los restos de cacerías, los cadáveres
que se suspenden en sus pieles
los acompañan
también ahí: en la tiburona
que guarda crías en la boca, las protege
del mar, de lo inefable, de las tormentas
de los peces más grandes
y donde mi terror habita
ellas encuentran refugio
hay hormigas que crían hongos
y con paciencia les construyen su hogar
los hongos comparten sus jugos
las hormigas el pan
la ternura es un
gesto dislocado, toca
donde hay que tocar:
una garra acaricia
la cabeza
de un perro echado
Inédito
helecho
adoptamos un helecho en la prueba recurrente
de saber que podemos cuidar
y no sabemos
qué le hará el verano
el invierno, la ceniza
si nuestra casa es más seca
que su bosque, sabemos
en realidad, de esa sequía
y le ponemos agua
sobre un cuenco, sobre la estufa,
como si el clima
fuese un juego
de carpintería
lo regamos con aspersor
quisimos
regalarle bruma
le dijimos es pasajero
vendrá la lluvia
pero mentimos
las hojas grandes mueren como fractales
desde afuera para adentro
pierden la geometría sagrada y se vuelven
bosque viejo
aún en la farsa
vemos crecer tallos
plegándose sobre si mismos, a punto
de desplegarse como pájaros
y ahí titilamos de alegría
como carne verde fresca
tocamos la humedad suave
el brillo recién pulido, la espiral
le sonreímos y agregamos bruma, agradecemos
al aspersor, a la voluntad de seguir
pese al exilio
pese al desierto
y pensamos
tampoco para nosotros
hay lugar donde volver.
Gabriela Klier
Nació en Buenos Aires en 1986. Estudió biología y se fue a vivir a Bariloche en 2016. Hizo un doctorado en filosofía de la biología y trabaja como investigadora CONICET indagando sobre relaciones ambientales en Norpatagonia, desde un abordaje que articula ciencias, filosofías y artes. Co-organiza Proyecto Rumia y Semana del Hongo. Es y ha sido docente en diversos ámbitos. Publicó dos libros de poesía: “Biología”, seleccionado en la convocatoria de La Tejedora-UNRN de 2019 y “Las muertes, las casas, las bestias” ganador del primer premio en la convocatoria del Fondo Editorial Rionegrino en 2023.