La abuela del Lof Fvta Xayen

por Melisa Cabrapan Duarte

En Neuquén, Doña Inocencia y la comunidad mapuche Fvta Xayen, se resisten al desalojo de una parte de su territorio, y lo resguardan. La historia de esta abuela es también la de lo que fue arrasado, la de un pueblo arrinconado, la de una región muy distinta a la que es hoy: Vaca Muerta.

Fotografía: Miguel Monné

Diciembre 2021

Doña Inocencia pertenece a la comunidad mapuche Fvta Xayen que a fines de septiembre recibió una orden de desalojo y que hasta hoy continúa resguardando su territorio. Tiene casi 80 años. Viste un saco amarillo gastado que combina con el paisaje, lleva el cabello prolijamente peinado. Mientras calienta el agua de la pava, con movimientos lentos, pero firmes, cuenta que se crió en Los Algarrobos, área que la empresa de la familia Galván y los defensores de la propiedad privada dicen que fue usurpada por quienes preexisten en la zona y al propio Estado argentino. Inocencia es la historia viva y hecha cuerpo de los distintos procesos que fueron convirtiendo el territorio habitado por ella y su comunidad en lo que hoy llaman “Vaca Muerta”: el yacimiento petrolífero no convencional de treinta mil kilómetros cuadrados ubicado en la cuenca neuquina.

¿Cuántos pensamientos guarda la mirada de la abuela del Lof Fvta Xayen? ¿Cuánto dice esa pausa, entre mate y mate? ¿Cuántos soportares y silencios contiene su vida?

Doña Inocencia Romero nació en 1942, cuando el Neuquén era todavía “Territorio Nacional”, organización producto de las denominadas campañas militares al “desierto” para anexar territorio indígena al Estado. En ese entonces, el río Neuquén tenía un inmenso cauce, antes de alimentar los lagos que, dice Inocencia con una risa de asombro, vinieron después, llenaron de agua, refiriéndose al Mari Menuco, un lago artificial de una serie de embalses en la zona. Donde es lago antes era un barrial, del otro lado, ¡era barrial eso! ¡Antes se podía estar! Los animales del finado de mi abuelo, llevaba los animales para allá, y ella lo acompañaba a arriarlos. Recuerda la fuerza de los ríos que antes eran inmensos, y todo se llevaba el agua. Incluso el río Neuquén con sus crecidas removió un enterratorio o cementerio que constituye una evidencia ancestral en la zona de Los Algarrobos, y al que se le tiene mucho respeto por lo que se cuenta se ha visto o escuchado allí: sombras en movimiento, sonidos extraños o voces.


Los Algarrobos es la tierra que albergó a la madre de Inocencia, Damiana Painemil, y a su familia, y donde la cercanía con la costa permitía que los animales fueran a pastar, práctica que el desarrollo de las chacras y cercamientos de los privados fueron restringiendo. Doña Inocencia cuenta lo difícil que se le hizo evitar que las chivas, ovejas, vacas y caballos fueran a alimentarse al lugar que siempre lo habían hecho: ¡Cuántas veces corría con las chivas! Galván siempre miraba, me cuidaba yo, pero él no quería que le comieran el pasto. Me insultaba un poco, váyase con los animales de acá ¡El campo es mío!, refiriéndose al privado que alambró la zona. Esto generó que Inocencia tuviera que desplazarse forzadamente, porque cómo seguir sosteniendo la vida sin la crianza de animales, sin las condiciones necesarias para ello, y con el arrinconamiento cada vez mayor de los nuevos terratenientes que la dictadura militar del ‘76 trajo a la región.

Inocencia conoce cada rincón del territorio que supo recorrer a caballo y a pie: el bajo, la planicie, las bardas, la costa, el cañadón, y los Pilares de Tratayén, formaciones rocosas cuya sombrita fue bien apreciada cuando la abuela se ganaba allí y comía algo en los días donde el sol se hacía sentir en la meseta. Y luego, hacia arriba se fueron, o debieron irse, a la parte más alta del territorio comunitario, para levantar otro puesto, en donde pudo volver a tener de a poco y con mucho esfuerzo por las duras condiciones, su hogar y lo que expresa con tanta emoción: Si no estoy viendo los animales parece que no tuviera nada. Siempre los estoy mirando a los animales.


¿Cuáles son esas duras condiciones en las que el Lof Fvta Xayen desenvuelve su vida? No se trata nada más de las altas temperaturas que pueden llegar a cuarenta y dos grados y de los fuertes vientos que caracterizan al territorio y con los que la gente ha convivido generación tras generación. Es la falta de agua, el acceso cercenado a la costa, la contaminación que provocan las empresas extractivas con la perforación de pozos, el riesgo de explosión de los caños de gas y petróleo que, a la vez que proveen al país y a Chile, atraviesan el espacio cotidiano de Inocencia, y hace que su vida y bienestar del Lofce se vulnere cada vez más. Pero a pesar de todo, ella desenvuelve las tareas diarias que entremezclan la cocina, el prendido de la estufa a leña, la limpieza, el hilado de lana y tejido de ropa de abrigo, el trabajo con los animales en el corral, más exigente durante la primavera en época de parición de chivas, y la siembra y cosecha en la huerta. Cuando llega la noche, la falta de luz eléctrica y el cansancio la invitan a descansar. Habla de que ya todo es a paso lento para ella, pero Inocencia se muestra firme y con un ánimo que refleja su gusto por vivir en el campo, pero también su largo transitar, aguantar y sobrevivir a los avances de los terratenientes y, luego, o en simultáneo, de las petroleras.


¡No! si acá era un campo solo. Después entraron las petroleras y sonamos, se metieron por todos lados. Hicieron ese destrozo, se lamenta Doña Inocencia apretando sus manos arrugadas y cargándolas sobre su falda marrón cuando mira por la ventana hacia el horizonte de la meseta. Con sus palabras, y su vivencia, la abuela se está remitiendo al avance de la frontera hidrocarburífera en Neuquén y a la diversificación productiva y de signo neoliberal hacia los años ‘80 y ‘90 con el descubrimiento y puesta en marcha del Yacimiento Loma la Lata, sobre el cual preexisten las comunidades Paynemil, Kaxipayiñ y Fvta Xayen. Es la región que en la última década fue renombrada como “Vaca Muerta”, a partir de la exploración y explotación no convencional mediante fracking. Entonces ¿es “el boom de Vaca muerta el que hace que el Lof Fvta Xayen se acuerde de que el campo es de ellos”?, tal y como prejuzgó en un medio de comunicación una integrante de la familia Galván, ¿o son todos y cada uno de los daños que han generado los terratenientes y la actividad extractiva los que han llevado a la gente a decir basta y a defender la posesión tradicional de su territorio?

Inocencia dice que no sabe leer ni escribir, pero que sí tiene buena memoria. En ella guarda décadas de despojos por parte de quienes vinieron de afuera, con títulos de propiedad de dudosa procedencia, con proyectos de desarrollo económico y energético de los grandes capitales cuando, tal y como expresa con enojo: acá no tenemos gas, no tenemos luz, no tenemos agua, y otras cosas más que nosotros no tenemos. Esos despojos están representados por la combinación entre la obstrucción a las zonas de pastoreo y los animales que han sufrido las consecuencias del petróleo. Recuerda Inocencia las chivas empetroladas, problemas que fueron debilitando la actividad tradicional de crianceros, más sigue vigente e intentando salir adelante. También por el creciente y violento cercamiento con alambrados y de la transformación del territorio con la instalación de pozos para la extracción que fueron arrinconando a la gente hacia la barda. Y despojos por el bloqueo a la costa y la contaminación de las napas subterráneas que impiden un derecho fundamental: el acceso al agua potable.

Para Inocencia los terratenientes y las petroleras son lo mismo, la única diferencia es que unos llegaron antes que otros. Dice no entender de política, que para eso están los/as más jóvenes, sus hijos/as, nietos/as y sobrinos/as, que son quienes hoy se encuentran al frente del proceso organizativo de la comunidad, acompañados/as y fortalecidos/as por el Consejo Zonal Xawvn Ko de la Confederación Mapuche de Neuquén que integran. Sin embargo, el sostén de la vida, el cuidado de todos los días que Doña Inocencia dió y recibió, y su arraigo tradicional, heredado y afectivo en el territorio también es político.

Si la constituciones nacional y provincial reconocen el derecho de posesión y uso tradicional de la tierra, ¿quién podría acusar de usurpadora a la abuela del Lof Fvta Xayen y a su descendencia?