Fernando Cabrera: Una ventana a la sorpresa
por Santiago Rey
A punto de iniciar una nueva etapa de su gira por Argentina, junto a Hugo Fattoruso, el cantautor dialogó con En Estos Días. La sorpresa del encuentro, los riesgos de los músicos del Uruguay, y sus libros a través de la ventana que da al patio interior. “En Uruguay nadie se va a hacer rico con la música. Eso nos da la libertad de hacer lo que se nos dé la gana”, dice.
Junto a una última ventana, la que Fernando Cabrera llama la última ventana de su departamento, el Borges de Bioy Casares lo espera, con un marcador por la mitad del libro. Lee cinco, seis, siete libros en paralelo. Según el ánimo, ese clima interno, elige uno u otro. Entonces prefiere la mesa de su estudio o la mesita de luz del cuarto o la tercera ventana del departamento que habita en la Ciudad Vieja de Montevideo. La primera ventana, o la que Cabrera llama la primera ventana, se abre hacia el oeste, hacia la Argentina, vista de la bahía de la ciudad, el puerto, el cerro. La segunda, la que Cabrera llama la segunda, mira el este, “todo el resto de la ciudad, el paisaje urbano extensísimo, el Palacio Legislativo, un pedazo del fondo de la bahía”. Y está la ventana del medio, la última, que da a un patio interno bastante amplio, una ventana muy iluminada, donde da todo el sol en la mañana, ahí donde Cabrera tiene el sillón en el que recala en búsqueda de la primera lectura. El libro de Bioy Casares lo espera allí.
- Es un mamotreto de mil setecientas páginas. Es una delicia, debe ser la tercera vez que lo leo. Una delicia de nivel literario, de análisis, de chismografía, de lo que se te ocurra. Aparte abarca 40 años de apuntes que Bioy Casares hizo de todos sus encuentros con Borges, que muchas veces eran a diario, entonces tocan toda clase de temas, y uno va viendo también distintos momentos de la vida de ambos, a qué altura estaban, qué estaban escribiendo, una maravilla.
Cabrera se entusiasma y se demora en hacer la valija. Atiende a En Estos Días pocas horas antes de retomar su gira por Argentina, junto a Hugo Fattoruso. Un encuentro musical inesperado y paradójicamente deseado: dos estrellas de la canción rioplatense, muy diferentes en su producción, cuyas aristas musicales por momentos se rozaron. Pero que, salvo por un mínimo paso de Fattoruso en la grabación de un disco de Cabrera, no habían confluido en una propuesta común. Desde algunos meses se presentan juntos y el resultado es una explosiva combinación de canciones revisitadas y reinterpretadas que llenó el Teatro Solís de Montevideo; nuevas músicas sobre viejas partituras; futuros clásicos. ¿Es un reencuentro con la sorpresa?
- Algo me ha sorprendido, sí. Nunca habíamos trabajado juntos. La imaginación que me había hecho por lo que todos conocemos de Hugo es que me iba a encontrar con un músico, con un tecladista virtuoso, como es él, propenso a tocar de manera libre, la improvisación, a estar sumamente relajado y sin preocuparse por nada. Iba con esa idea; así fue como llegué al primer ensayo, hace unos meses. El primer encuentro me llevé la sorpresa. Me encontré con un músico sumamente escrupuloso y detallista, en cada segundo de cada canción, en donde no había nada librado al azar. Es más, si yo intentaba tocar algo así medio a la ligera o medio distraídamente o improvisar un poco, enseguida me paraba y me decía ‘no, no, ahí es la novena disminuida, no sé qué, no ahí no va ese bajo, no hagas ahí la tercera del bajo, ahí tenés que poner tal cosa’, todo así.
Cabrera se sorprendió y agradeció esa minuciosidad. Se puso a estudiar en detalle la obra, las canciones, de Fattoruso.
- Me pasé semanas, meses, trabajando, trabajando en el sentido de estudiar al detalle todas sus composiciones, cosa que por otra parte me hizo muy bien porque es un ejercicio que uno no siempre hace cuando está inmerso en lo propio, en lo que uno compone y canta, que es lo que vengo haciendo desde hace tantos años. Al encontrarte con un mundo musical por cierto muy diferente al mío -somos muy diferentes los dos-, me exigió ponerme a estudiar, muy en profundidad. Así que para las telarañas de mi cerebro me vino muy bien.
Los libros cruzan su vida. En su última visita a la Feria de Tristán Narvaja, feria de antigüedades, frutas, verduras, ropa, en la calle Paysandú le regalaron un libro. Una cuadra entera con mesas hechas de tablas y caballetes, con libros usados y nuevos, y rotos y arreglados, a lo largo de una vereda y la otra. Allí, el narrador argentino radicado en Montevideo, Ignacio Martín, le entregó su novela Los horizontes cercanos.
- Una novela increíble. Le eché un vistazo y empezaba con un viejo juego de no usar los signos, no poner mayúsculas, y dije ‘paaa, ya…’ tuve una primera mirada negativa y pensé ‘este tipo atrasa 60 años con estas cuestiones’, y después me puse a leerlo y está formidable la novela, es increíble la originalidad que tiene, el buen gusto, cómo escribe, está notable.
Se sorprende Cabrera con la novela, le sospecha primero y se sorprende después. ¿Qué lugar tiene la sorpresa en la creación musical?
- Después de tantas décadas con la música, ¿seguís buscando sorprender o sorprenderte?
- Es la intención. De ahí a que se dé en los hechos, no lo sé. La intención de todo compositor inquieto es entre otras cosas no repetirse. Con el correr de los años se va tornando un poco más difícil que al principio. Al principio, cuando uno comienza a los 20 años, 18 o 16, a hacer tus primeras cosas, tenés un largo período que puede abarcar varias décadas, donde estás sacando y sacando todas las ideas y conceptos musicales y cosas con las cuales naciste. Es decir, todo el material que tenés guardado en tu baúl, y lo vas sacando y sacando y sacando cada año y siempre hay novedades y la cosa está fresca. Por lo menos así me pasó a mí. Ahora, si hace 40 o 50 años que estás componiendo canciones sin parar, llega un momento que el baúl ese empieza a vaciarse. La intención de renovarse y de no repetirse la tengo siempre, después el público juzgará si lo logro o no.
- ¿Y el producto final de este encuentro con Fattoruso, sorprende también?
– Sí. Le pasaría a cualquier músico, cada persona tiene una personalidad, tiene su estilo, su color. Cuando él pone un dedo arriba del teclado, algo pasa. Eso es algo que forma parte de él, de su impronta. Entonces las canciones mías que tocamos juntos en este show obvio que tienen esa especie de toque, esa diferencia que son sus ideas, sus sonidos. No se puede explicar con palabras, hay que ir y escucharlo. El que conozca mis temas se va a encontrar con otra dimensión de las canciones, que yo solo con mi guitarra no logro darle.
Cabrera no quiere nombrar ni adjetivar lo que pasa arriba del escenario con Fattoruso. Dice que “no se puede explicar con palabras lo que sucede con la música. No se puede”, insiste, pero cuenta que ambos están “muy metidos, de principio a fin”, que participan en todas las canciones, que no hay un set por separado, uno de Cabrera, uno de Fattorusso, para coincidir luego antes del fin; y que por el contrario todo lo que dure, el show los ve juntos, cantando y acompañándose mutuamente.
“La casa de al lado”, “Agua”, “El tiempo está después”, “Punto muerto”, el repertorio de Cabrera, a lo largo de las décadas, suma canciones que se metieron en un intangible cielo de la música rioplatense, que del lado oriental abonaron Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Los Olimareños, Jaime Roos, tantos murgueros. Canciones propias de las cuales Cabrera no reniega a la hora de los conciertos, a pesar del paso del tiempo. No desdeña tocar los viejos éxitos. Aunque ya no es aquel que los compuso.
- Es cierto que yo ya no soy el que hace 30 años compuse tal canción. Ya no soy esa persona. Lo que no quita que yo cada vez que me subo al escenario pueda volver a hacer esa canción con todo el corazón, toda la energía y emoción como si fuera la primera vez que la toco. Eso pasa siempre.
Con la meticulosidad que elige sus libros para ubicar en cada rincón de lectura en el departamento, ahora arma la valija para la gira que lo llevará el viernes 20 de septiembre a La Trastienda de Buenos Aires, el domingo 22 al Camping Musical Bariloche, el 23 en San Martín de los Andes y el 24 en Neuquén -como pasos de un extenso recorrido-, estructura su repertorio para las presentaciones en vivo.
- A la hora de hacer un espectáculo elijo las canciones que tengo ganas de hacer esa semana, ese mes, y las voy combinando y haciendo combinaciones diferentes, agregando a veces alguna novedad, y cuando veo que el público tiene ganas de escuchar alguna de las más conocidas, las canto con todo gusto, mezclada con otras más nuevas o más áridas o menos conocidas. Y así voy armando un itinerario que proponga ciertas atmósferas. Por eso todos mis espectáculos son todos diferentes unos de otros.
- ¿El público también marca el clima de un concierto?, ¿sos de los que cree que el hecho artístico en un show se completa o se complementa con el público?
- No solamente complementa, forma parte y es imprescindible. No habría una cosa sin la otra. La presencia del público es tan importante como la presencia del músico arriba del escenario. No es demagogia cuando uno dice esa frase típica, del ida y vuelta, es la estricta verdad. En mis recitales la gente va a una platea y se sienta y escucha, a la antigua, un recital, un concierto, un teatro. La gente que va a ver mis canciones no hace pogo ni se pone la novia a los hombros ni se saca la camiseta. Van y se sientan. Y más de una vez he escuchado decir que esa es una actitud pasiva del público, y yo discrepo radicalmente con eso. No hace falta hacer aspavientos para tener una actitud activa frente a algo. La persona que está sentada ahí en silencio y en la oscuridad, escuchando con toda su atención, sus oídos y espíritu, lo que viene del escenario, tiene una actitud sumamente activa.
- Veo en los cantautores uruguayos una tendencia al riesgo que en algún sentido puede tener que ver con lo acotado del mercado uruguayo y la necesidad de romper algunas barreras comerciales, pero también con no quedarse cómodos en un lugar. Pienso en (Jorge) Lazaroff y (Eduardo) Mateo, como ejemplos. Hay un movimiento permanente… un riesgo, sí, me gusta esa palabra.
- Diste dos ejemplos excelentes que explican un poco todo. Y no son los únicos. Habría que agregarle a otros músicos populares de otras áreas: lo mismo pasaba con Daniel Viglietti; una infinidad de gente que tiene esa característica como los dos que nombraste, como Leo Masliah, que desarrollan un producto, un estilo, que es único. No es que continúen algo que alguien hizo antes y son seguidores; no, ellos a partir de cero inventan todo un lenguaje, todo un repertorio de gestos musicales, una originalidad absoluta, que después es muy difícil que haga escuela, porque no puede haber otro Lazaroff, u otro Masliah, es imposible. Porque lo que hacen es para nada estándar, no hay manera, no es una fórmula, no hay fórmula. Es absolutamente original todo el tiempo. Vos dijiste otra cosa que tenía que ver con la pequeñez del país, y eso es muy cierto también. Eso hace que el mercado musical, discográfico, de actuaciones, también sea muy chico, muy limitado. Eso hace que todos los artistas, los músicos acá nunca tengamos la perspectiva o ilusión de que nos vamos a hacer millonarios o vamos a tener una vida de estrellato, o algo así, eso está fuera de discusión, a nadie se le cruza por la cabeza. Entonces eso te da una libertad. Acá en Uruguay no estamos sometidos a un sistema de mercado, a un sistema de industria de la música que, si existe y si es fuerte, tiene sus presiones, tiene sus exigencias. Sabemos que nadie se va a hacer rico, no hay nada que defender en ese terreno. Entonces tenemos la libertad de hacer lo que se nos dé la gana. Es así de simple. Hacer algo que no se parezca a nada, y chau.
Cierra la valija. No mete ninguno de los libros que lo esperan en los rincones. Ni el Borges de Bioy, ni la novela del argentino montevideanizado, ni un libro que le regalaron de un poeta de Bolivia –“país en el que viví hace muchos años”-; ni otros poetas uruguayos; ni la biografía de un novelista uruguayo, Eduardo Acevedo Díaz, todos libros que tiene a medio leer.
Además de poesía y narrativa, lee “mucho ensayo también, crítica literaria, e historia”. ¿Historia dijo?
- Es mi pasión. Si no hubiera sido músico creo que hubiera sido profesor de historia, en el mejor de los casos un historiador.
Pero es músico y cantautor y poeta, aunque encuentra un hilo posible que lo une a esa, su otra pasión.
- Los artistas estamos permanentemente proporcionando insumos para los estudiosos del futuro.
¿Qué dirán los estudiosos del futuro de este cantautor montevideano que ahora cierra la valija para volver a salir de gira, a sorprenderse tras casi cinco décadas de vida común con la música, que se deja libros empezados por los rincones de un departamento con tres ventanas?