Ese faro: las universidades públicas
En las últimas décadas, con la federalización de la educación, las universidades públicas y gratuitas se expandieron. En la Patagonia, la amplia oferta académica, su compromiso con la investigación, su modo de vincularse con la comunidad, transforma los paisajes donde se inscriben. Ante el ataque de la derecha, rectores y rectoras, responden.
En la ruta arenosa hacia las elecciones presidenciales de octubre, la Universidad Pública vuelve a estar en debate. Los candidatos de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, y de la Libertad Avanza, Javier Milei, han invertido tiempo y esfuerzo en desprestigiar la educación superior argentina, llegando incluso, en el caso de Milei, a sugerir el arancelamiento de todo el sistema.
La educación superior argentina, en sus inicios, limitó su acceso a quienes podían pagar por su formación. En 1918, la Reforma Universitaria marcó un profundo cambio: liderada por estudiantes y docentes comprometidos con la igualdad, promovió la democratización y la autonomía universitaria. Habría que esperar casi 30 años más para que, en 1949, se declarara la gratuidad.
Los discursos de derecha ya atacaron muchas veces esa lucha que sigue siendo bandera. Durante la última dictadura militar, e incluso en los gobiernos de Ricardo Alfonsín y Carlos Menem, se discutió arduamente su financiamiento. Pero siempre fueron más los argentinos que siguieron defendiendo la posibilidad de que sus hijos puedan ser estudiantes universitarios sin importar el lugar en el que nacieron o la clase a la que pertenecen.
En estos últimos 40 años también existieron políticas públicas que siguieron cuidando los ideales de una revolución sucedida hace más de un siglo. La primera expansión universitaria en el país se dio en los años 90. En aquella época, en la que el gobierno nacional no dejaba empresa del Estado sin privatizar y los docentes de la Carpa Blanca instalaban en la agenda mediática la pelea por la inversión en la educación, abrieron sus puertas nueve Universidades Nacionales. Si bien el trasfondo político fue intentar quitarle poder a la Universidad de Buenos Aires, esto permitió que la educación superior universitaria empezara a acercarse al barrio: ya no resultó necesario irse lejos de la familia para poder tener un título.
Entre 2002 y 2016 se logró que cada provincia tuviese, al menos, una Universidad Nacional. Se inauguraron otras veinte. La recuperación post 2001 retomó la idea de que éstas debían ser parte del territorio al que pertenecían. Se profundizó la política de federalizar la educación. Durante ese tiempo la matrícula creció y se diversificó: aumentó el número de estudiantes de clases medias y bajas, integrantes de pueblos originarios, personas con discapacidad y migrantes.
“Con la llegada de la Universidad Nacional del Comahue, Neuquén y Río Negro pudieron empezar a profesionalizarse: se implementaron ingenierías, sobre todo en la industria carbonífera y del petróleo. Había también un gran déficit de profesores para el nivel primario, secundario y terciario y la Universidad vino a cubrir esas necesidades” cuenta Beatriz Gentile, Rectora de la Universidad Nacional del Comahue. Y dice también que, “cuando se empezó a implementar el sistema de salud en esta zona, hubo que traer médicos, profesionales y especialistas desde otros lugares del país. Ahora, nuestras carreras de medicina o enfermería lograron que podamos tener en la zona un sistema de salud con una impronta muy fuerte y con profesionales egresados de nuestras Universidades”.
“En cada una de las localidades el impacto de la presencia de la Universidad es muy fuerte: significa formar nuevos profesionales, transferir conocimiento, investigar cuestiones que hacen al desarrollo regional”, dice Anselmo Torres, Rector de la Universidad Nacional de Río Negro. Para él, “la principal actividad de las Universidades es la formación de profesionales, por supuesto, pero además la Universidad es creación de conocimiento, de actividades culturales, de pensamiento, de actividades deportivas; genera la posibilidad de desarrollarse en la región, contribuir al desarrollo de la provincia”.
La oferta académica de las Universidades de la región patagónica es muy amplia: sin necesidad de viajar al centro del país se puede estudiar carreras clásicas como medicina, abogacía o filosofía, o acceder a títulos pensados en el desarrollo de las industrias locales, como ingenierías en petróleo, biología marina o nuclear, geología. Además, distintas licenciaturas y profesorados nutren los institutos de educación primaria y media.
Establecida la importancia de la formación de profesionales arraigados en su territorio, es necesario también pensar en el costado social. Pensar la Universidad únicamente en su faceta formativa es limitarse o limitarla. Su presencia en todo el territorio nacional es multidimensional. La universidad local genera arraigo y el arraigo, indefectiblemente, genera desarrollo. Nutre el sentido de pertenencia.
María Ema Martín, Vicerrectora a cargo de la Universidad Nacional de La Pampa, hace hincapié en la creación de anclaje dentro del territorio: “Pensarnos como Universidades Patagónicas genera nuevas miradas, otras alternativas. Nos hace fuertes para construir mayores y mejores lazos, o generar distintas construcciones institucionales para salir a disputar, en algún sentido, el campo de lo profesional, llegar a mayor cantidad de jóvenes y adultos que quieran recibir formación profesional y que quieran ser parte de la comunidad”.
En Argentina, la educación no es sólo una inversión en el conocimiento sino también en la igualdad y el progreso. Esta política universitaria no sólo es un símbolo de igualdad sino que también es una herramienta poderosa que da oportunidad a todos: los que viven en la isla, en el llano, cerca de los lagos o en los rincones más recónditos de la estepa: “No podemos dejar que prevalezca el individualismo por sobre lo colectivo”, insiste María Ema Martín.
Como plantea Daniel Fernández, Rector de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, “la Universidad no es solo para que las personas que quieran estudiar accedan y se titulen, es para la comunidad donde está anclada, que puede y debe pedirle apoyo y acompañamiento en sus procesos de desarrollo”.
Esos lazos entre Universidades y comunidades de los que hablan la Vicerrectora de La Pampa y el Rector de Tierra del Fuego no es utópico, es una realidad tangible. Un ejemplo de ese desarrollo puede verse con la Universidad Nacional de Río Negro, que con tan solo 15 años transformó la fisionomía de la provincia: “el cambio que vemos es sustancial”, dice su Rector, Anselmo Torres. “Como ejemplo, podemos hablar de Viedma, una ciudad en donde la generación de entre 18 y 25 años prácticamente no existía. Hoy, está repleta de jóvenes que pueden y deciden quedarse a estudiar en la ciudad”. Hace hincapié en la importancia de poder ofrecer a la sociedad la posibilidad de quedarse: “Al principio nuestra Universidad era simplemente el lugar para aquellos que no podían ir a estudiar a otro lado, y nosotros estamos orgullosos de tener el 80% de nuestros alumnos que son primera generación de universitarios, pretendemos hacer una Universidad de calidad que no sea solamente para los que no tienen opción de viajar sino para aquellos que, pudiendo viajar, eligen quedarse en el territorio, cerca de sus raíces”, relata Torres.
El Rector de la Universidad de Tierra del Fuego lo grafica desde el vínculo diario: “lo que tiene nuestra Universidad es la posibilidad de estar muy en contacto con nuestros estudiantes y sus familias. Esto permite un ida y vuelta que es muy difícil de conseguir en otros lugares. Y permite también que la Universidad vaya a los barrios, las fábricas o las distintas industrias y lleve una oferta académica donde antes no llegaba”.
“La importancia de las Universidades en todo el país, y sobre todo en la Patagonia -con una geografía y una constitución demográfica muy particular- es que logra llevar adelante procesos de democratización y hace accesible la educación universitaria para toda la población”, cuenta Hugo Rojas, Rector de la Universidad de la Patagonia Austral. “No solamente garantizando el derecho a la educación, sino llegando a las comunidades y favoreciendo el desarrollo, resolviendo problemas y propiciando todo el desarrollo regional, económico, cultural, social y educativo para el bienestar general de toda la sociedad”.
En este momento de profundo debate político, la universidad pública argentina vuelve a alzarse como un faro de progreso para todas las regiones del país. A pesar de las voces que proponen su privatización y los desafíos que enfrenta, la comunidad universitaria patagónica y la sociedad continúan defendiendo su valor innegable. En la sede Yrigoyen de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, un afiche rojo, escrito con fibrón negro por los mismos estudiantes, dice: “SUMATE A DEFENDER LA EDUCACIÓN PÚBLICA”. El faro siempre ilumina.