El triángulo invisible

por Santiago Rey

¿Pueden mostrarse los hilos que unen una foto, una crónica, una vida? La publicación de una nota desencadena un encuentro impensado, un desafío a los alcances no imaginados del periodismo.

Fotos: Eugenia Neme


Junio 2024

“Un libro con las vigas a la vista”, creo recordar que escribió Alejandro Zambra en y sobre su libro Un cuento de Navidad. Busco la cita en las casi cien páginas del libro, pero no la encuentro. Releo más concienzudamente la preciosa edición de Gris Tormenta. Fracaso. Recalo entonces en la contratapa y allí está, pero la cita no es de Zambra: aparece, promocional, sin rúbrica, así que debe adjudicarse a la propia editorial. La frase completa sobre Un cuento de Navidad dice, textual: “Somos testigos de la formación del triángulo invisible entre estos dos interlocutores y su texto, un relato con vigas a la vista”.

Esta crónica es, también, una historia con las vigas a la vista. Y también hay un triángulo posible.

***

Coordino desde hace varios años un taller de periodismo de investigación y crónica que, para evitar esa referencia un tanto pomposa, en su edición 2024 llamé No cuentes que hay detrás de aquel espejo, en alusión a la Canción de Alicia en el país, de Serú Girán.

En el marco de esos encuentros propuse a los y las participantes que escriban un texto breve sobre una foto, registrada en Bariloche por la foto reportera Euge Neme durante la movilización en defensa de la universidad y la educación pública, del pasado 23 de abril. En la imagen se ve en primer plano, sobre el margen inferior derecho a un joven -un chico, un pibe, llamémoslo Un Joven- sonriendo, mirando a cámara, levantando con su mano derecha un libro que reúne los cuentos de El llano en llamas y la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo, y detrás de esa imagen se desdibuja progresiva una manifestación con pancartas y banderas.

Acompañé la propuesta con la lectura de Instrucciones para mirar una fotografía de la docente e investigadora del fotoperiodismo, Cora Gamarnik. Se trata de un texto de dos carillas en las que Gamarnik propone “elegir, buscar o encontrar una fotografía que por alguna razón nos impacte, nos interese, nos sorprenda, nos duela, nos alegre, nos lastime, nos traiga recuerdos, nos convenza, nos interpele. Buscar una foto y mirarla. Mirarla, mirarla y volverla a mirar”.

Siete participantes de los talleres aceptaron el reto.

***

Quiero saber cómo se llama Un Joven. Tal vez su nombre no se corresponda con su rostro en la foto. Tal vez a pesar de la frescura de su sonrisa, tenga un nombre serio, viejo, apelmazado, tal vez se llame Roberto, por caso. Tal vez sea un nombre denso o pesado, un nombre con telas de arañas, tal vez se llame, por caso, Osvaldo. Necesito que su nombre sea risueño, volátil, un nombre del futuro.

***

Después de un par de semanas de bocetos, devoluciones, edición, el miércoles 5 de junio publicamos los textos surgidos del taller en la plataforma de periodismo narrativo de la Fundación de Periodismo Patagónico, En Estos Días.

“La nitidez y la iluminación de la figura del joven lo recorta del resto. La luz de un sol que empieza a menguar le pega noblemente en la cara y abajo de la sombra que le proyecta la visera de su gorra se ven sus ojos negros”, escribió Santiago da Silva Évora y trazó una línea de intersección posible entre la movilización universitaria y la Revolución mexicana que da contexto al libro de Rulfo.

Ludmila Cabana Crozza arriesgó un texto en segunda persona, hablándose a sí misma, con un cierre potente:

“Vas a secarte las lágrimas y a tragar saliva. Vas a cerrar el libro y vas a sonreír como el pibe de la foto. Vas a decirle con dignidad a ese pibe -como si lo tuvieras enfrente, como si fuera uno de tus estudiantes- lo que el hijo de Pedro Páramo respondió:

-Así lo haré, madre.

Vas a agregar en voz muy alta:

-Porque esto no es Comala, no, mi querido. Aquí no se ha muerto nadie”.

Juan Manuel Artero resaltó que la foto “pudo haber sido en Buenos Aires, en Rosario, en Bariloche, o en cualquier ciudad de la Argentina” y que “ese libro también pudo haber sido un tomo de Mafalda, el Nunca Más, la Constitución de 1949, un manual de física, el Martín Fierro. Pero era una edición de Pedro Páramo hecha por el Estado”.

Por su parte Marina Navarro describió la marcha y la foto, y se (nos) preguntó: “¿En qué se piensa el instante antes de capturar esta foto? ¿Cómo hay que mirar para no perder nada? ¿Qué se está mirando en realidad?”.

Isabel Requejo le habló al joven sin nombre: “Te miro, joven de piel trigueña, enarbolando una sonrisa y un llano en llamas. No desde un páramo, sino junto a otros: impensada marea compartida (…) Tu alegría representa otras alegrías -no visibles- de distintas generaciones que decidieron sacar los libros de los anaqueles y mostrarlos. Ahí estás; aquí, en Tucumán, también. Eco de presencias y ausencias, un coro intemporal de luchas y memorias. Vos, en primer plano y el resto de la multitud, semi perceptible”.

Desde Bogotá el mexicano Josué Almanza se animó a trazar una crónica íntima que recorre su recuerdo y deseo por Argentina, su migrancia -“la última vez que me preguntaron de dónde soy, me quedé mudo”-, otras marchas, el patriarcado como sinónimo de política, el fuego: “En la fotografía, en esos escenarios el fuego adquiere un nuevo sentido. El gozo, la horizontalidad, la sinergia colectiva. La multitud fuera de foco cuya densidad se vuelve paisaje. Los cuerpos que son carnífice. Las letras en resistencia. De las cenizas emergen los bosques y en esta naturaleza no tienen lugar las motosierras. Siempre un nuevo fuego es posible”.

María Luján Villani Addesso, finalmente, tras una poética descripción de la foto, imaginó un diálogo posible entre Rulfo y el escritor y militante anarquista Rafael Barret:
“Un cielo naranja proyecta el horizonte. Ahora Barret y Rulfo se miran y dialogan atemporalmente en la voz de los que marchan. Ellos caminan junto al pueblo y aunque

-No comprendemos todavía (…), nos es concedido amar- dice Barret.

-Nosotros seguimos adelante, más adentro del pueblo- responde Rulfo”.

***

Un Joven está en el aula de la universidad, en clase de Gramática. Es miércoles 5 de junio. Recibe dos whatsapps con el link de una nota publicada ese día. Una amiga y una tal Ana se lo mandan. Ve su foto, queda shockeado, no sabe qué decir.

En el baño de la Universidad Nacional de Río Negro sede Bariloche, donde cursa la carrera de Profesorado de Letras, Un Joven lee por primera vez el artículo que reúne los siete textos sobre su foto. Y llora.

***

Pocas horas después de publicar la nota, la fotógrafa Euge Neme me copia algunos de los mensajes que recibió: “Excelente!!! Espectacular cómo te describen en la fotografía, genial, poético”, le dice alguien. “Qué buenísimo amigaaaa!!! Es muy hermoso todo lo que escribieron sobre tu trabajo! Qué emoción!”, otro. “Decime que lloraste”, le pregunta o le exige alguien más.

A las 23,39 me envía un audio que ya no escucho, casi dormido como estaba, acompañado de una orden: “Para que llores también”. Lo dejo para el amanecer del jueves 6 de junio de lluvia inclemente. Escucho. Lloro. Lo desgrabo. La voz de Un Joven sin nombre comienza entrecortada, sorbe mocos o lágrimas, llega nítida.

Un día después de publicar la nota, algunas horas después de escuchar ese audio, aún sin saber su nombre, empiezo a escribir esta crónica. Busco una cita en un libro de Alejandro Zambra.

***

Averiguo. Un Joven es Ian. Ni Roberto ni Osvaldo. Ian. Googleo Ian, y el buscador me ofrece como primera opción “Significado del nombre Ian” en la página paraBebés.com. Dice: “El nombre Ian significa ‘aquel dado por el Señor’ o ‘fiel seguidor de Dios’”.

Ian es un nombre actual a pesar de su significado religioso. No creo que haya muchos Ian de más de 30 o 35 años. Tampoco sé si la familia de Ian es religiosa y si le pusieron ese nombre porque fue “dado por el Señor”. En todo caso, arriesgo que este Ian es sensible.

Consigo su número. Quedamos en encontrarnos. Le aviso a Euge. El triángulo empieza a cerrarse.

***

El viernes 7 de junio, día del periodista, me desvelo a las 4,30. Las angustias por la situación laboral y económica a tono con el momento del país se entrecruzan en mi cabeza con proyectos, trabajos inconclusos, formando una masa densa de ideas flagelantes y de auto conmiseración que ya no me dejan dormir. Transito la mañana boceteando prioridades, sin conclusiones.

Sigo escribiendo este texto, imagino qué preguntarle a Ian, salgo al frío del invierno anticipado.

***

¿Se corresponderá su cara con la foto?, ¿su voz con el audio?, ¿su sonrisa con su espíritu.

***

Un cálido café frente a la plaza Belgrano, en el centro de Bariloche, se convierte en el escenario del encuentro, la consumación física del triángulo. Lo que hasta ahora estuvo en el aire, en la virtualidad de una foto que viaja por mail, de la escritura desde Buenos Aires, Tandil, Bogotá, General Roca, La Plata, Mar del Tuyú, Tucumán, en un audio de whatsapp, ahora se hace cuerpo, abrazo. Aquí estamos, cara a cara, Ian, Euge Neme, yo. La historia detrás de la historia. Ian detrás de la foto.

-Tenías el pelo más largo, no?

-Sí.

-Porque debajo de la gorra se veía.

-Por eso me puse la gorra, porque lo tenía re largo.

Todo tiene su explicación cuando se juntan la imagen con el rostro con la voz con la historia.

***

Ian, ex Un Joven, llega puntual, campera oscura que se saca rápido, un buzo rojo con estampados negro y gris de algo que se asemeja a hojas de una planta, un colgante con una piedra blanca, un aro víbora plateada en el lóbulo de su oreja izquierda, una mochila negra, cuatro pulseras Swiftie, el pelo más corto.

Euge llega unos minutos retrasada, el tráfico de Bariloche, esas cosas, y en su cartera lleva la cámara con la que registró a Ian en la marcha.

Yo me senté unos minutos antes del horario de la cita, demoré en pedir el café, y saqué una birome y una libreta que finalmente no usaré.

La sonrisa de Ian tiene un paso previo. Es espontánea, sí, pero antes de abrir la boca para mostrar las prolijas hileras de dientes blancos -blanquísimos, como en la foto-, Ian mira a su izquierda, buscando los ojos de Euge que se convierte en su cómplice ideal. Ian se recuesta en su presencia para tomarse un tiempo, reírse nervioso, decir que la da vergüenza, tal vez acomodar las ideas y arremeter cuando le pregunto, por ejemplo, por qué fue a la marcha:

-Para defender lo que es mío. La educación pública. Cuando defiendo la educación no definiendo solo mi educación sino la educación de los chicos del día de mañana, porque si voy a ser profesor lo que más me importa es que ellos aprendan, que lean, comprendan, se apropien de su lengua. Lo más importante son los chicos.

Él es chico. Hablamos de educación pública, de su deseo de ser profesor, de la importancia de las futuras generaciones, de la movilización como hecho colectivo, le digo ¿cuántos años tenés, veintiuno?

-Diecinueve- dice, esta vez rápido, sin necesidad del apañe de Euge.

Y dice, más convencido que formateado:

-Sin educación no somos nada, no formás gente con pensamiento crítico, no formás gente que el día de mañana pueda analizar los discursos y no comerse todo lo que le dice la tele, los medios.

Yo, periodista, es decir los medios, le pido que me detalle lo que dijo en aquel audio, dónde y cómo leyó la nota, qué hizo, qué pensó. Ian repite con más precisión.

-Salí de Gramática a las diez de la noche, me tomé el cole diez y media, llegué a las once, me puse a leer y me puse a llorar a mar tendido y le mandé el audio a Ana.

Aquel audio.

***

Vivió en el barrio Virgen Misionera, y desde que cursó la secundaria, en Valle Azul, en el Alto de Bariloche. Para ir al colegio se tomaba, cada día, dos colectivos.

Su madre -maestra en escuela primaria- y su padre -colectivero- quisieron mandarlo a una escuela privada, como a sus hermanas. Pero él no.

-Siempre tuve ese amor por la escuela pública- aclara.

La charla fluye. Cuando se hace algún silencio, en tanto periodista -feliz feliz en mi día- me apuro en llenarlo. Entonces insisto.

-¿Cómo te sentiste en la marcha?

-Fui solo, porque siempre voy a las marchas solo, después estuve con mis amigas. Me sentí grande, me sentí, cómo explicarlo, sentí que formaba parte de algo. No era yo individualmente, éramos un grupo. Para mí lo colectivo siempre es mejor, por más que me guste estar solo.

-Te gusta estar solo.

-Sí, por eso elegí ese libro también, que habla mucho del olvido, de la soledad.

Entonces Ian saca de la mochila el libro de Juan Rulfo que reúne Pedro Páramo y El llano en llamas. El libro está hinchado, víctima del agua. La bibliotecaria del colegio secundario lo salvó del descarte en otra escuela con goteras, lo secó, le dio calor y se lo regaló a Ian. Lo tiene desde los dieciséis, pero lo leyó este año. Con el Rulfo hinchado fue a la marcha. Antes, dudó. Quería llevar Cien años de Soledad

-Porque representa todas las batallas, todas las revoluciones, toda la sangre.

Y porque Gabriel García Márquez es su escritor favorito.

-Pero después dije éste -y señala el Pedro Páramo- éste porque habla de un chico que tiene que ir a un pueblo que no conoce y tiene que ir a conocer a su papá, y ¿qué se encuentra? Fantasmas, almas en pena que le cuentan la historia, eso me dio escalofríos cuando lo leí. Y dije éste.

Y con el Rulfo hinchado fue a la marcha. Y con las pulseras Swiftie.

-La amo, la amo con todo lo que soy. Soy fan desde hace cuatro o cinco años- dice de Taylor Swift, y muestra las pulseras “de la amistad”.

¿Cuál es el hilo que vincula la revolución mexicana, Rulfo, la cantante pop de moda, la marcha universitaria?, ¿lo hay?

-En el audio decís algo muy conmovedor que es “no quiero que mi pueblo me olvide”, ¿por qué ese temor?

-Yo siento que Bariloche es una ciudad muy chica y estas luchas no se visibilizan casi nunca. Siento que acá no tenemos la oportunidad de ser recordado, de que tu pueblo te devuelva lo que vos hacés.

-¿Y qué sentís que haces vos ?

Vuelve a mirar a Euge, se ríe.

-Me formo, estudio…

-¿Sentís que has dado muchas luchas en tu vida?- lo ayudo.

-Sí, todo el tiempo. Todo el tiempo es una lucha constante para mí. Entré a la universidad y no estaba con mis papás en ese momento, me había ido de la casa, tuve que trabajar y después me arreglé por suerte, me apoyaron. Desde que entré sentí que tenía que luchar siempre. La sociedad te castiga.

-¿Vos sentís que la sociedad te castigó particularmente?

-Ay, qué pregunta.

Hace un silencio, pide perdón.

-Muchas veces, por cómo soy, por lo que yo creo, por lo que idolatro.

-¿Qué creés y cómo sos?

-Ay, ¿por qué?- dice lamentándose haber venido-. Yo soy muchos, soy un estudiante de Letras, un chico que le apasiona enseñar, pero también soy un chico de casa, que le gusta salir, que le gusta lo paranormal, los videojuegos, tengo muchas facetas. Eso es lo lindo que tienen las personas.

-Uno contiene multitudes- digo.

-Uno contiene multitudes- admite.

Multitudes: por caso, la revolución mexicana, Rulfo, Taylor Swift, la marcha universitaria.

***

El nombre Ian no tiene diminutivo. No uno que, por lo menos, suene bien. Sus compañeros del Profesorado, entonces, lo nombraron Calixto, Cali.

-¿Calixto, por qué?

Revuelve el café, hace tiempo, mira a Euge, “ay”, dice.

-Dale, decilo, no me hagas googlear.

-Significa lindo, bello. Yo lo tomé como lindo del corazón.

-Ay, pero sos lindo, creetelá -lo invita Euge- hay todo un prurito con creérsela. Sos lindo. Y punto. Ya -ordena.

-¿Y ahora cómo vas a escribir mi nombre?- pregunta Ian.

***

Ian insiste en volver al tema de la importancia de la educación pública. Una y otra vez. Ejemplifica con su caso. Una de sus hermanas estudia Trabajo Social en la Universidad Nacional del Comahue en la ciudad de General Roca. Si ella o él estudiara en una universidad privada sus padres deberían elegir mantener solo a uno.

-No quiero que este gobierno nos convierta en almas en pena que andan contando historias de lo que fue, como en el libro.

Y como en el libro, dice:

-Yo quiero cobrarles lo que es nuestro. Y hay que cobrárselo caro.

Pasadas las 13, después de una hora y cuarto de charla, Ian se va para la parada del colectivo. Cursa a las 17, así que tiene tiempo de tomar el colectivo, viajar 25 minutos, caminar un kilómetro, llegar a la casa, comer algo, salir, caminar nuevamente, tomar el colectivo en dirección contraria, caminar hasta la universidad y sentarse a escuchar sobre gramática o literatura argentina o rusa o pedagogía.

Euge maneja su auto hasta la concentración de periodistas y foto reporteros en la puerta de un diario, donde el Sindicato de Trabajadores de Prensa Zona Andina protesta en el marco del día del periodista.

Yo me siento a escribir.

Ese triángulo.