Crónica II: La Encrucijada
por Santiago Rey
El gendarme Pintos sacó esta foto la mañana del 25 de noviembre de 2017, a orillas del lago Mascardi. Allí están los Albatros, pocas horas antes de ingresar al territorio, perseguir, disparar unas 130 veces con munición de plomo. ¿Sabían al momento de sonreír que esa tarde iban a matar? Esta crónica, en la segunda semana del jucio por el asesinato de Rafael Nahuel. recupera las contradicciones en el expediente en relación a la pericia balísta.
En enero 2021 escribí un artículo publicado en El Cohete a la luna, titulado: “Si fueron todos, no fue nadie”. Desarrollaba allí la idea de que las pericias balísticas contradictorias y la estrategia de las querellas de culpar por el asesinato de Rafael Nahuel a los cinco miembros de la Agrupación Albatros conllevaban el riesgo de no poder determinar quién efectuó el disparo letal. Y que por tanto, que nadie sea condenado por homicidio.
La elevación de la causa a la instancia de juicio oral y público era todavía lejana. Pasó casi un año hasta que la Jueza por entonces subrogante del Juzgado Federal de Bariloche, Silvina Domínguez, diera por cerrada la instrucción. Y un año y medio más hasta que en el Tribunal Oral Federal de General Roca comenzaran, el pasado 15 de agosto, las audiencias del juicio.
A pesar del tiempo transcurrido mis dudas siguen presentes. La verdadera encrucijada de esta causa, el nudo aún sin desatar, es la contradicción en las pericias sobre el proyectil que mató a Rafael. Es decir, la procedencia de esa bala. ¿De qué arma salió?, ¿quién manipulaba esa arma?, ¿cómo es posible que peritos de larga trayectoria lleguen a conclusiones tan distintas: que unos aseguren que el proyectil salió de un subfusil MP5 y otros de una pistola Beretta?, ¿quién ensució con estas contradicciones el expediente judicial?
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Escribo estas crónicas semanales los sábados por la mañana. Este sábado 26 de agosto Bariloche amanece con 9 grados bajo cero de sensación térmica. Pero sol. No puedo quejarme del frío, soy un privilegiado, con mi computadora a un metro de una estufa de tiro balanceado que subo al máximo. No puedo quejarme, pienso, y veo humear el café recién salido de la Volturno. Además, sol, que por la ventana agrega una sensación acogedora.
¿Cómo habrán sido las mañanas heladas de Rafael Nahuel en su casa en el barrio Nahuel Hue, techo de chapa, apenas una salamandra?, ¿cómo las de sus padres?, ¿cómo será vivir toda la vida con frío?
Odio la romantización de la pobreza. Las redes se inundan de posteos del estilo: Si no jugaste en patas en el barro escarchado, no tuviste infancia; Si los perros callejeros fueron tus únicos juguetes durante la niñez, sabes lo que es la vida; Si te bañaban en un fuentón de lata, comparte este posteo.
Creo entender el guiño: lograr un sentido de pertenencia a través de historias comunes, reforzar una identificación. Poseer algo, en definitiva, entre aquellos que poco o nada poseen.
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Porque Rafael era pobre. Además de morocho y mapuche, era pobre. Y tal vez por ese motivo, y tal vez porque historias de pobres asesinados por las fuerzas de seguridad hay tantas, su nombre y el juicio no despiertan la atención más que de un grupo intenso de mapuche, algunos militantes convencidos, un puñado pequeño de periodistas.
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En aquel artículo de El Cohete a la luna, escribí (lo republico ahora con algún arreglo temporal para su mejor entendimiento):
“La autopsia al cuerpo de Rafael Nahuel se realizó el domingo 26 de noviembre de 2017, un día después de que el joven recibiera un balazo por la espalda, en el contexto de la persecución y represión desatada por integrantes del grupo Albatros de Prefectura en la comunidad Lafken Winkul Mapu, asentada en Villa Mascardi, a 35 kilómetros del centro de Bariloche.
El proyectil extraído del cuerpo fue peritado por un grupo de reconocidos peritos independientes encabezados por Roberto Nigris –del cuerpo de peritos de la Policía de Río Negro–, junto a Karina Uribe y Silvia Bufalini (perito por la querella) y otras dos personas. Ese trabajo determinó, luego de varios meses de tarea de comparación de la bala con los proyectiles testigos obtenidos de las más de 20 armas secuestradas a los Albatros, que la misma pertenecía al subfusil MP identificado con el número de serie B 05-C335508. Es decir el arma que durante el operativo portaba el cabo primero Francisco Javier Pintos.
Pintos argumentó ante la Justicia que no subió la montaña con esa arma de guerra.
El juez Gustavo Villanueva, quien subrogaba al momento del hecho el Juzgado Federal de Bariloche, desestimó inicialmente solicitar la pericia balística a la Gendarmería ya que, tal como quedó asentado en el expediente judicial, desconfió de la independencia de esa fuerza teniendo en cuenta su vínculo con la Prefectura y con el Ministerio de Seguridad que conducía Patricia Bullrich.
Sin embargo, producida la primera pericia, el magistrado ordenó una segunda y, desdiciéndose, la derivó a la Gendarmería.
Tal como era previsible, los peritos de Gendarmería aseguraron que no era posible determinar que el proyectil que mató a Nahuel perteneciera del subfusil MP5 que portaba Pintos.
Ese resultado permitió que la Sala III de la Cámara Federal de Casación Penal de Comodoro Py tumbara el procesamiento por “homicidio agravado” que pesaba sobre el cabo primero Pintos, que había sido dictado en mayo de 2018 por la Cámara Federal de Apelaciones de General Roca.
Así, tras varias instancias de apelación, el nuevo subrogante del Juzgado Federal de Bariloche –y por tanto al frente del expediente por el asesinato–, Gustavo Zapata solicitó que se efectuara una tercera pericia, que encargó al Cuerpo de Investigaciones Fiscales del Ministerio Público de Salta. Ese trabajo se puso en marcha a comienzos de 2020 pero fue suspendido por la pandemia y se retomó tiempo después.
El martes 19 de enero de 2021 finalizó esa tarea que arrojó como resultado el sorprendente dato de que, supuestamente, el proyectil 9 mm. que mató a Rafael Nahuel salió de la pistola Pietro Beretta modelo 92, número de serie 05-P83332Z, que portaba el cabo primero Sergio Cavia”.
Hasta aquí algunos párrafos de aquella nota. La elevación a juicio apunta a la responsabilidad de Cavia por “homicidio agravado cometido en exceso de legítima defensa”, y a la de Pintos y los otros tres uniformados como “partícipes necesarios”.
Pero en los cargadores de Cavia no faltaba ni un solo proyectil.
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El resultado de la primera -y para mí más confiable- pericia me llevó a afirmar que uno de los Albatros en particular había sido el responsable del asesinato. Uno que hoy no aparece como el más comprometido.
En todos estos años de cobertura del caso mi teoría -basada en pericias y en el hecho de que el uniformado en cuestión disparó más de 50 veces aquella tarde como puede verse en este Excel que da cuenta de los faltantes de los proyectiles, y al que accedí hace unos años-, lo sostuve.
Es más, para el documental que estamos filmando y estrenaremos el año próximo, fui a buscar al Albatros a la puerta de su casa, con una cámara escondida a lo lejos, le pregunté por su accionar, no me respondió, hicimos silencio, nos miramos fijo en un momento de mucha tensión que por un momento pensé que terminaba con un directo a la pera, y luego escribí una nota titulada: “Cara a cara con el asesino de Rafael Nahuel”.
Cualquiera sea el resultado del juicio -más allá incluso de la estrategia de los abogados de las querellas-, seguiré creyendo en su responsabilidad.
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Durante los días 3 y 4 de las audiencias del juicio oral -martes 22 y miércoles 23 de agosto- cuatro integrantes del fuerzas de seguridad declararon como testigos. Las contradicciones sobre si escucharon o no disparos, si fueron o no perseguidos por miembros de la comunidad, sobre qué tipo y cantidad de armas llevaron quienes subieron a la montaña a la búsqueda de los mapuches, fueron lo más importante de esas jornadas.
Dieron testimonio Francisco Lezcano, Colliard -ambos de la Prefectura Naval Argentina y con distinto grado de participación en la incursión de los Albatros en el territorio reclamado por la comunidad Lafken Winkul Mapu-, Matías Juan Solá -responsable del grupo GEOF de la Policía Federal que actuó en el desalojo de la comunidad del día 23 de noviembre-, y Diego Brest, también de la Prefectura.
Dejo aquí los links de las notas que escribí para la agencia Télam, y volveré sobre estas contradicciones cuando finalice la exposición de los testigos de las distintas fuerzas de seguridad que actuaron aquella tarde soleada de noviembre en Villa Mascardi.
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Entre los relatos de los testigos, quienes hablaron con Pintos al bajar de la montaña aseguraron que el cabo primero les dijo estar herido en una rodilla. Lezcano y Berra dijeron haberse preocupado por la lesión.
Esta foto muestra cuál fue la única herida de un Albatros en el supuesto “enfrentamiento con armas de fuego”:
Una cascarita antigua, levantada, posiblemente, por una caída o el golpe de una rama en el retorno de los uniformados a la ruta.
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Las preguntas de las querellas a los testigos son permanentemente interrumpidas por el abogado defensor de tres de los cinco acusados. Marcelo Hugo Rocchetti, interviene, siempre por Zoom, pidiendo al presidente del Tribunal, Juez Alejandro Silva, anular o reformular las preguntas de los abogados de la familia de Nahuel, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y de la APDH Bariloche.
Silva, por lo general, no atiende los requerimientos e intenta evitar que el propio Rocchetti responda por los testigos. A veces lo logra, a veces no. Ambos tienen mucha experiencia en juicios, se los nota taimados, jugando una partida aparte, cruzando algunas chicanas, siempre revestidas por las formas tribunalicias, gracias doctor, faltaba más doctor, un placer doctor.
Los giros campechanos del juez, sin embargo, dejan algunas joyitas. Ante una afirmación de Rocchetti sobre la marcha de la audiencia, Silva le responde: “No galope doctor, que hay vizcacheras”.
Me cae cada vez mejor el juez, aunque su postura final al momento de expedirse sobre las responsabilidades en el homicidio sea un misterio. Y lo será durante, por lo menos, el mes y medio que falta de audiencias y alegatos.
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Vuelvo sobre V13, el libro de Carrere que cité en la primera crónica semanal. En el bloque titulado “Propaganda” describe el video de los terroristas del Estado Islámico que concretaron los atentados de París en noviembre de 2015. Es una filmación realizada algunos meses antes, en los que los “nueve leones del califato” se muestran “entrenándose en un paisaje pedregoso”. Dice el escritor francés: “Saben que dentro de unos meses van a matar y a morir”.
Miro la selfie que sacó Pintos la mañana del 25 de noviembre de 2017, a orillas del lago Mascardi. Allí están los Albatros, pocas horas antes de ingresar al territorio, perseguir, disparar unas 130 veces con munición de plomo. ¿Sabían al momento de sonreír para la foto que esa tarde iban a matar?
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Estas crónicas semanales en En Estos Días debieran leerse como un todo. Pretendo establecer esa complicidad con las/los lectores. Que cada una de las crónicas logren un sentido propio, pero que su clima integral se consiga en una lectura total. Tal vez, reunidas en una última publicación, cuando el juicio haya finalizado -cuando sepamos si los Albatros fueron declarados culpables o inocentes-, estos textos puedan resignificarse juntos.
Es mi deseo egoísta -el éxito de mis textos sobre el juicio-, que en los malos días compite con el afán de que se haga justicia.