¿Cómo hacen los buscadores de verdad para meterte en una película?
Quedan escenas, fragmentos de diálogos, cortinas musicales sonando de fondo. La segunda edición del festival que organizó la Fundación de Periodismo Patagónico, y que se realizó en Bariloche los primeros días de noviembre, se vivió como un paréntesis en la realidad.
Fotos: Eugenia Neme
ESCENA 25. INTERIOR. PUERTO SAN CARLOS. ATARDECER
Con auriculares que encendían lucecitas de color rojo y en sillas dispuestas en dos filas gruesas, unas 80 personas se acomodaron con la mirada hacia el frente de un salón donde colgaba una pantalla de cine. Estaban por vivir un viaje sonoro: escucharían un episodio de FUGAS, de Anfibia Podcast, a través de una experiencia inmersiva e interactiva. A la izquierda, a través de un enorme ventanal, se veía el Nahuel Huapi, el lago cuya profundidad en algunas zonas es aún incalculable, a la derecha y al fondo, más agua y montañas con picos nevados.
NAVE de No Ficción fue una película que tuvo de todo: talleres de poesía, mesas de conversación, experiencias de periodismo performático, videoconferencia con España, muestra de fotoperiodismo, presentaciones de libros de Chile y Argentina, entrega de premios a cronistas noveles, experiencias sonoras e inmersivas, edición de textos en vivo, taller y curanto en una comunidad haciendo consciente el puente con Wallmapu, fiesta de pachanga colombiana, discusiones sobre sustentabilidad de medios independientes, un audio de Moria Casán definiendo como nadie la cocina del periodismo narrativo. La película estuvo protagonizada por maestros y maestras del género como Julio Villanueva Chang, María O´Donnell, Juan Pablo Meneses, Silvina Heguy, Roberto Herrscher, Alejandra Matus, Jordi Carrión, Sonia Budassi, Oscar Sarhan, entre tantos.
La experiencia de escuchar en vivo un episodio de la fuga de 72 presos de la cárcel de Coatí, La Alcatraz del Altiplano, fue la última escena de este film que había empezado dos días antes en un escenario complicado; un temporal de nieve el último fin de semana había bajado las temperaturas, hubo vuelos que no salieron, fronteras que se cerraron antes de tiempo, faltante de combustible en el país de Vaca Muerta, el yacimiento petrolífero que promete sacarnos nadie sabe de dónde. La función empezó como si nada de todo aquello hubiese pasado. Y una fuga con éxito siempre es un buen final.
(Comienza la música de “Prófugos” de Soda Stéreo)
Más de 500 personas estuvieron en Bariloche a bordo de esta segunda edición de NAVE de No Ficción, el festival iberoamericano organizado por la Fundación de Periodismo Patagónico (FPP) con Santiago Rey a la cabeza. La fundación tiene además una escuela de formación, un concurso de crónica patagónica que va por su V edición, un libro editado con las crónicas seleccionadas en las primeras ediciones del concurso, un portal de periodismo patagónico, una red grande de amigos y equipo de trabajo. Santiago es como un profeta. Dijo hace unos años que esto sucedería. Ni las personas de su equipo le creyeron. Y ahí estábamos todos ahora, viviéndolo.
El Festival es una ventana a ese universo de periodismo donde la narración es un componente clave. El combo obligó a hacer un pacto y como en el cine, la vida ordinaria quedó suspendida lo que duró la función. Algunos flashback a escenas perduran horas, otros días enteros, algunos quién sabe si lo harán semanas o toda la vida como cuando Dorothy, en El mago de Oz, cerró los ojos y golpeó tres veces sus zapatitos de rubí antes de volver a casa.
ESCENA 18. INTERIOR. QUINCHO COMUNIDAD MAPUCHE RANQUEHUE. DÍA.
(Suena “Canción de machi” fuerte y va bajando)
Martha Ranquehue dijo tener más de 60 años. Llevaba su pelo debajo de un pañuelo, lentes con marco transparente, un saco tejido azul que cubría lo que parecía un delantal de cocina sobre pantalones grises y zapatillas deportivas blancas. En el quincho de su comunidad recibió a un grupo de personas que, en el marco del festival, fueron a una actividad a cargo de Ángeles Alemandi, editora de la revista En Estos Días de la FPP, y Santiago Rey, director del proyecto, donde se proponía asimilar el parecido entre la cocción del periodismo patagónico y la del curanto. El curanto es una comida ancestral donde se disponen los alimentos sobre piedras calientes, luego se cubren con hojas y tierra y allí, en esa profundidad y de un modo lento, se cocinan.
Martha Ranquehue en tanto werken -que en lengua no colonizada es una equivalente a vocera de la comunidad- dijo que le parecía importante que tantos periodistas se dieran cita allí. Contó su historia, que es la de su pueblo, y la de su comunidad que disputa unas tierras que su familia habitó por siete generaciones y que, en papeles, hoy pertenecerían al Ejército Nacional.
-¿Que nos hemos tenido que defender? Sí -siguió diciendo Martha Ranquehue-. Porque muchísimas veces nos atropelló el Ejército, nuestro problema es con ellos, pero nosotros no empezamos ese problema.
ESCENA 18 B. EXTERIOR. TERRENO DE LA COMUNIDAD FRENTE AL QUINCHO, AL FONDO LOS CERROS CATEDRAL Y LÓPEZ. MEDIODÍA.
En un paisaje de postal Ángeles Alemandi y Santiago Rey compartieron lecturas de cronistas que publicaron en En Estos Días. Notas diversas, transformadoras, narradas desde adentro: el medio digital cuenta la Patagonia sólo a través de voces que la habitan.
Ángeles Alemandi estaba sentada en el piso, sobre el pasto, llevaba un pullover turquesa, una calza con dibujos negros sobre fondo gris. Usa el pelo muy corto y peinado hacia un costado, todo el taller se quedó sentada con las piernas cruzadas, parecía un yogui por la postura y por su estar presente, sereno; tenía una computadora portátil y el libro 18 Crónicas Patagónicas abierto en dos, lo había puesto así como si existiera la posibilidad de poner de pie un libro, de levantarlo.
Santiago Rey, en cambio, se quedó de pie y usó lentes de sol desde el inicio hasta que tuvo que cambiarlos por los de ver para leer. Llevaba una campera verde, jeans y zapatillas deportivas azules, en sus manos un montón de papeles. Cuando leyó un fragmento de una de las entregas que hizo para En Estos Días por el juicio a los prefectos señalados por el asesinato de Rafael Nahuel en 2017 en Bariloche, no se quedó quieto, se hamacó, cambiando el peso entre un punto de apoyo y otro. Luego empezó a verse un humo blanco atravesando el cielo celeste. El humo venía de la estufa que prendieron en la cocina para entibiar el ambiente donde se compartió el curanto. Fue una llamada silenciosa. No hubo música. No hizo falta.
ESCENA 1. INTERIOR. AULA UNRN. DÍA
Desde Lima, Perú, a Buenos Aires: 3905. Desde Buenos Aires a Bariloche: 1578 kilómetros. La primera actividad del Festival fue un taller que duró dos de los tres días del evento. El maestro fue Julio Villanueva Chang, un nombre propio de la edición de no ficción que recorrió los 5483 km para dar una versión abreviada de su taller De cerca nadie es normal. La marca de presentación de Villanueva Chang es la revista Etiqueta Negra. Antes de la marca de ropa hubo una revista con ese nombre que se publicó hasta 2017. El taller no fue un taller. El taller fue otra cosa. La revista no fue una revista. La revista fue otra cosa.
ESCENA 17. INTERIOR. PUERTO SAN CARLOS. NOCHE
Ante el público en general el editor se presentó el día viernes 3 de noviembre en una charla que se llamó “El regreso de los muertos vivientes. ¿Por qué seguimos hablando de Etiqueta Negra si ya murió?”.
De riguroso negro, como de luto, Julio Villanueva Chang esperó sentado mientras escuchaba la presentación de la actividad. Detrás de él se proyectaba una pantalla de fondo blanco con la leyenda “El insecto perfecto es el aplastado por una revista”. Habló un poco de Bariloche y el festival y enseguida comenzó a contar una historia. La historia que parecería dar sustento al enunciado proyectado:
El insecto perfecto
es el aplastado
por una revista.
Cuando era chico Villanueva Chang descubrió en Lima en sus primeros libros que entre sus páginas había insectos aplastados. Le produjo un asombro inmediato, no sabía cómo actuar, se quedó perplejo: veía una polilla aplastada en la página 53, veía un mosquito aplastado en la página 10, veía otro bicho aplastado en la tercera página. Nunca pudo olvidar ese impacto. Se trataba de un acontecimiento mínimo de su infancia y adolescencia que vivía en él, lo experimentaba. A raíz de ese recuerdo insistente, en un congreso de la lengua en Panamá conoció a la directora de la Biblioteca Nacional de España y le contó que quería hacer una historia sobre los insectos que habían muerto aplastados en los libros. Le dijo que necesitaba que le apartasen los ejemplares en cuyas páginas se encontrasen esos cadáveres. Le interesaba restituir qué tipo de insecto era el muerto, le dijo que para ello estaba dispuesto a entrevistar a entomólogos y entomólogas; le dijo, también, que tenía interés en devolver al libro las palabras que el insecto había afectado con su muerte.
Chang nunca escribió ese libro. Y allí, al final de aquel viernes, decidió cambiar la palabra “libro” que aún se leía en pantalla por “revista”.
Durante toda la charla, cuando Santiago Rey, moderador de la conversación, le hizo preguntas sobre el oficio, Chang contestó con rapidez para luego -y casi como sin poder evitarlo- contar una historia que había sido publicada en Etiqueta Negra. La revista tenía como objetivo producir conocimiento, no simplemente narrar, según su fundador y editor. Vivió 133 números que descansan todos juntos en la casa de un lector que las ha coleccionado y cuya biblioteca Chang exhibe en la pantalla que tiene en su espalda. Parece contento con esa foto como una madre viendo el retrato de un hijo recién nacido que ha crecido ya mucho. Esos instantes detenidos en imagen condensan, a veces, la crueldad o el alivio de no poder volver atrás.
ESCENA 23. INTERIOR. PUERTO SAN CARLOS. DÍA
Jugaba Boca la final con Fluminense en el Maracaná. Nadie no sabía que eso estaba pasando aunque estuviese fuera de cuadro. Gisela Busaniche de Buenos Aires y Eduardo Ledesma de Corrientes conversaron sobre nuevas narrativas audiovisuales (cómo contarnos). Gisela habló con una sonrisa casi todo el tiempo, cuando terminaba las frases se quedaba con la boca hecha una U alargada como con la cara congelada en ese gesto: es igual que la de la tele.
Contó sus experiencias laborales en un medio particular: la televisión. Compartió videos de quienes fueron sus influencias y explicó sobre lo que se proyectaba qué era eso que hacía, por caso, Juan Castro en una propaganda de prevención de HIV en los ’90. Eduardo y Gisela conversaron más de una hora mientras Boca empataba y se iba al alargue. La sala estuvo atenta. Hubo tiempo incluso para la emoción de Gisela cuando le preguntaron sobre motivaciones, mostró que es más que la piba de la tele. Ledesma le puso música de litoral a la conversación sobre cómo contar, un asunto que no entiende de fronteras. Boca perdió.
ESCENA 25 INTERIOR. PUERTO SAN CARLOS. NOCHE.
Sebastián Ortega, un hombre joven vestido de negro caminaba entre las filas, recorriendo el espacio entre las 80 personas sentadas que experimentaban FUGAS. Él también tenía auriculares con lucecitas rojas, llevaba un micrófono en una mano y un teléfono celular en la otra. De repente se detenía y leía desde el celular la narración que hilvanaba los testimonios de los tres presos políticos entrevistados y los registros sonoros grabados. En la pantalla había visuales de paisajes o figuras en movimiento como nidos blancos sobre fondo negro.
Ni una cara, ni un cuerpo en la pantalla, sin embargo, en el puerto San Carlos, se vio con los oídos a los presos jugando a la pelota con los guardiacárceles antes de rajar. Se los vio con los oídos sin opio, ni alucinógenos en sangre. ¡Vive! podría ser otro título de la película NAVE. El poder del contar estuvo vivo allí.
(Créditos blancos sobre fondo negro. Suena “Medalla de Oro” de Él mató a un policía motorizado)
Claqueta abierta en primer plano que dice:
Producción: NAVE de No Ficción Festival Iberoamericano de Periodismo Narrativo
Dirección: Santiago Rey
Escena: 43 (Nave I + Nave II)
Toma: 3
Fecha: Noviembre 2024
Lugar: a confirmar
¡Acción!