Buscando a Boric. Día 1.

por Santiago Rey

El próximo 11 de marzo Gabriel Boric se convertirá en el Presidente de menor edad en la historia de Chile. Apenas 36 años, uno más de lo que exige la Constitución para asumir. ¿Quién es este joven sonriente, hábil instagramer y hasta hace algunos meses despeinado que integró el movimiento estudiantil que produjo las revueltas de 2011 y 2019? ¿Cómo es el país que le toca gobernar? En estas apostillas cotidianas, algunas posibles respuestas.

Febrero 2022

Mira, el cambio de gobierno aquí en Chile, para nosotros, los migrantes venezolanos que ya sabemos cómo es la cuestión del socialismo, de todo eso, es complicado. Ta complicado. Oye, si estamos saliendo de un presidente socialista, comunista, y vamos a caer otra vez en lo mismo, nosotros tenemos temor.

Como la tierra a la lluvia / como el mar espera al río / así espero tu regreso / a la tierra del olvido, suena vía bluetooth conectado al estéreo del Uber que maneja Rodrigo -llamémoslo Rodrigo. Venezolano, 34 años, llegado a Chile hace cuatro, me lleva desde el aeropuerto a Providencia, el acomodado barrio santiaguino donde pasaré los primeros días de mi estancia chilena, buscando a Boric.

Llamémoslo Rodrigo dice que tiene temor por el desembarco del joven magallánico en La Moneda y que ya vivió la experiencia de un presidente socialista o comunista, pero que bueno que igual hay que esperar porque Boric no apoya mucho a Chávez, a Maduro -corrige-, por todo lo desgraciado que ha sido, y que entonces estamos medio medio por ese tema.

Estamos dice, y cree hablar en nombre de la comunidad venezolana que inunda Chile, unas 500 mil personas según cifras oficiales, que maneja Uberes y se integra, pero que también duerme bajo chapas y nylon en la vereda de la avenida Santa María, bordeando el río Mapocho que parte Santiago. Uf, sí, muchos, y por la Alameda hay muchas personas viviendo en carpas. Venezolanos más que todo. Llegaron y no pudieron enganchar en ningún lado, no tenían familiares acá ni nada y se vinieron. Y les tocó quedarse ahí porque no tenían para dónde ir. Les tocó, dice.

La Crisis migratoria en el norte de Chile, genera complicaciones y ya tiene su entrada en Wikipedia: “Es una situación humanitaria crítica que se inició en 2020, agudizándose el 2021. Los migrantes son principalmente ciudadanos venezolanos y bolivianos que han atravesado las fronteras de forma irregular”, informa.

Es también uno de los primeros desafíos que deberá enfrentar Boric una vez asumido.

Las limitaciones que impuso el Gobierno de Sebastián Piñera al ingreso de venezolanos -maravillas del lenguaje, lo llamó "Visa de responsabilidad democrática"- derivó en migración ilegal, cruce de fronteras subrepticios, hambre, delito. Macarena Rodríguez Atero y Tomás Pascual Ricke escribieron en El Mostrador el 14 de octubre 2021 que la medida “causó la primera crisis migratoria en la frontera de Arica-Tacna. Miles de venezolanos, incluidos niños y grupos familiares, quedaron ‘varados’ por el cambio exigido por la autoridad, en circunstancias que muchos de ellos ya habían emprendido viaje hacia Chile cuando este requisito fue anunciado. (…) Un año y algunos meses después, ya en plena pandemia, una situación similar comenzó a ocurrir en la frontera de Colchane-Pisiga. Esta vez, con el agravante de que las personas, al ser rechazadas en la frontera por no contar con la autorización consular o por no ser reconocidas como refugiadas, hicieron ingreso al país de manera irregular, debiendo guardar una especie de cuarentena en esta pequeña localidad, desbordándola”.

En septiembre de 2021 iquiqueños enfurecidos acusaron a los inmigrantes por la suba de los índices del delito en la zona. Camioneros cortaron rutas en la región de Tarapacá; trabajadores portuarios, taxistas, comerciantes organizaron un paro; unas 4 mil personas marcharon, destruyeron carpas, campamentos enteros de migrantes, entonaron cantos xenófobos.

Llamémoslo Rodrigo justifica. Ahora con Ricky Martin de fondo, en su Uber nocturno a toda velocidad adentrándose en las grandes avenidas que oxigenan Santiago, dice que en Iquique está bravo, complicado, y que hay que entender que es territorio de los chilenos, su tierra, su pueblo, entonces llegan éstos -éstos, dice- y quieren hacer lo malo, quieren delinquir, quieren apropiarse de lo que no es de ellos, y que por eso la gente de allá tiene derecho en reprimirlos, en llamar a Carabineros. Hacer lo malo, dice.

Boric, en cambio, no justifica. En su condición de candidato de la coalición Apruebo Dignidad dijo que “todos debemos rechazar las imágenes de violencia que vimos en Iquique durante esta semana, en particular los candidatos presidenciales. No busquemos hacer campaña a partir de esta situación tan trágica que afecta a miles de personas en diferentes ámbitos”. Y apuntó que la “responsabilidad de la crisis migratorias recae en Sebastián Piñera”. También anticipó que su Gobierno seguirá “una doctrina totalmente distinta de seriedad, responsabilidad, realismo. Vamos a tener una migración controlada, en trabajo, en comunidad con el resto de los países de América Latina”.

Una retórica que a Llamémoslo Rodrigo le resuena socialista o comunista, le infunde temor. Hablar del futuro Presidente hace que por un instante deje de golpetear los dedos en el volante el ritmo del trapero venezolano Neutro Shorty, su compatriota que en los videoclips muestra armas y culos en proporción simétrica -y abundante.

Llamémoslo Rodrigo no quiere hacer lo malo como los venezolanos que ingresan por el norte de manera ilegal. Un hermano que había migrado con anterioridad lo esperó y recibió en Santiago. Hizo sus papeles, se integró, dice. Fue valet parking en un restaurante del acomodado barrio Las Condes. Se compró su auto cero kilómetro y lo utiliza como Uber. No quiere hacer lo malo. Hace, eso sí, un par de cuadras en contramano porque aquí no hay cámaras, y advertido por la aplicación de tránsito esquiva un retén de Carabineros porque seguro están parando. Aquí Uber es ilegal. Si hay una patrulla y me ven que lo estoy bajando, y usted es extranjero y yo soy extranjero, me agarran, me quitan los papeles, me pueden cascar.

Santiago de noche, un martes, está poco transitado, algunos autos casi ningún caminante. Calles oscuras, algunas sombras, una invitación al encadenamiento de lugares comunes que sostienen en agenda un tema tan clasemediero chileno como argentino: la inseguridad. Esto es el Bellavista, es un sitio donde hay muchas discotecas, bares, restaurantes, pero no es muy seguro, yo no le recomiendo a menos que vayas con tres cuatro amigos, acompañado -Llamémoslo Rodrigo, su auto a toda velocidad, en versión guía nocturno y policial.

La inseguridad, el delito, es el tema de radios, noticieros televisivos, migrantes venezolanos que no hacen lo malo, amateurs jugadores de ajedrez de la Plaza de Armas.

Al día siguiente el calor aprieta desde temprano. Se esperan casi 30 grados y la calle está -ahora sí- transitada febrilmente debido al inminente fin de vacaciones y el reinicio de clases. Una de las esquinas de la Plaza de Armas del centro de Santiago reúne una docena de mesas de ajedrez, con sus dos sillas, sus cuadrículas, peones y torres, y un permanente grupo de testigos de las partidas: todos varones, todos de más de 50 años. Una larga hilera-banco de a tramos protegida del sol por los árboles florecidos del verano, separa el cantero de la vereda. Sentado, un pequeño grupo de hombres hace cálculos sobre los años de cárcel que les corresponderían por matar un delincuente in-fra-gan-ti. Pocos, dice uno, si lo agarras justo cuando está robando, pam pam pam, así, dice el dedo índice estirado, el pulgar para arriba. Lo único es armarse, y ya, concluye. Se quejan coralmente, recuerdan a voz en cuello las adolescencias en las que caminar por la calle no acarreaba peligro, ni siquiera de noche, beben algo que podría ser café o pisco de un termo que hacen durar toda la tarde, y callan también a coro justo para que el de la voz solista, el del pam pam pam, flaco barba canosa de tres días ojos entrecerrados, remate: con Pinocho no pasaba.

Pinocho, Augusto Pinochet Ugarte, responsable de miles de asesinatos y desapariciones, exilios y torturas, Pinocho, cabecilla del golpe de Estado de 1973 y dictador hasta 1990, les aseguraba caminar tranquilos por la noche.

La radio de noticias más escuchada de Santiago y todo Chile, Bío Bío, machaca: se cometen 2,5 homicidios por día. Lo informó Carabineros. Es información oficial, dice el locutor. No explica si los homicidios se cometen durante robo, por violencia intrafamiliar, por accionar del crimen organizado. ¡2,5!, repite, y hace una pausa para que los oyentes llenen con indignación ese silencio.

A pesar del aumento de la inseguridad y la novedosa existencia de estructuras de crimen organizado, Chile sigue siendo el país de América Latina en el que se comete la menor cantidad de homicidios anuales: 3,7 cada 100 mil habitantes, de acuerdo a las estadísticas internacionales de 2021, recogidas por la Organización de Naciones Unidas. Ese dato de contexto no aparece en el informe radial.

Caminar por la Alameda, la principal avenida de Santiago, reclama el ejercicio gimnástico de eludir puestos ambulantes y manteros, evitar aglomeraciones que a pesar de las anchas veredas impiden el paso, esquivar carpas o casillas de cartón donde duermen cientos de personas. Un mar de persianas bajas de comercios que cerraron durante la pandemia de Covid y no lograron volver a abrir, contrasta con la majestuosidad de algunas construcciones, universidades y sus amplios jardines, puentes, el Palacio de La Moneda donde dentro de pocos días se realizará el cambio de mando.

En estos días de calor santiaguino, hablo con el entorno más próximo de Boric -el futuro Presidente está de vacaciones en las islas del archipiélago Juan Fernández. Agendan preocupados en el entorno de Boric los desafíos inminentes que deberán abordar a partir del 11 de marzo: migrantes, inseguridad, pero también el andar y el destino de la Convención Constituyente, la economía post-pandemia, el cambio climático, el Estado de Excepción dictado por Piñera por el reclamo territorial mapuche. Y la derecha, me dirá luego un colaborador del futuro Presidente, la derecha que de permear sociedades con temas como migración e inseguridad sabe mucho.