Avalancha
por Daniel Natapof
Qué es lo que se abalanza sobre nuestra ciudad, se pregunta el sociólogo rionegrino Daniel Natapof, tras los acontecimientos que se vivieron la madrugada de este martes en Bariloche.
Sintonizo la radio y escucho al locutor de voz engolada, anunciando riesgo de avalancha en el Cerro Catedral mientras suena una música pegadiza de fondo. “Avalancha” resuena en mi cabeza una y otra vez… luego paso a otra estación radial y están hablando sobre los saqueos, robos, episodios de violencia en distintos lugares del país, incluido Bariloche.
Busco avalancha en el diccionario de la RAE, remite a “alud” y brinda dos definiciones:
1. m. Gran masa de nieve que se derrumba de los montes con violencia y estrépito.
2. m. Masa grande de una materia que se desprende por una vertiente, precipitándose por ella. U. t. en sent. fig.
Una avalancha aparece como algo repentino, justamente por su violencia y estrépito, pero es siempre la consecuencia de procesos más largos que ocurren en forma subterránea e invisible a los ojos humanos. Cuando esos procesos llegan a un punto, hay un ruido sordo y luego, una vez que se advierte, ya es tarde para reaccionar. Algo así, podríamos decir, ocurrió en 2001, procesos de desgaste y frustración de la ciudadanía que ya había optado por diversas alternativas electorales a nivel nacional, y sin embargo se hastiaba de sus padecimientos y las promesas incumplidas. Habían votado por Alfonsín, por Menem, por la Alianza, por los partidos más importantes y representativos, con distintas perspectivas, pero todos fallaron. Cuando la clase política y los analistas a su servicio sintieron el estrepitoso “que se vayan todos”, ya era tarde para reaccionar, porque nadie tiene un dispositivo que advierta sobre estas avalanchas. Sin embargo, los procesos sociales sí fueron advertidos por los cientistas sociales, pero una vez más no fueron escuchados.
¿Ocurrirá ahora lo mismo? Nadie lo sabe, pero aparentemente la violencia y el estrépito vienen de la mano de un candidato que entre otras cosas habla con su perro muerto y promete llevarnos al primer mundo eliminando la inversión pública en ciencia y tecnología o creando un mercado de venta de órganos.
Los hechos producidos el martes 22 por la noche, heterogéneos, comandados por grupos aparentemente coordinados y liderados por grupos delictivos, parecen diferir de los saqueos vividos en el pasado (aún tenemos escasa información). Las indicaciones dadas por instigadores anónimos a través de whatsapp en nuestra ciudad, por ejemplo, parecen ser precisas y planificadas, aún en su pretensión de espontaneidad.
Estos hechos de violencia comparten con los saqueos del pasado el hecho de ser, probablemente, instigados por alguien, comparten la situación social dramática de muchas familias en situación de pobreza e indigencia, comparten el contexto de escisión entre gobernantes y ciudadanos. Sin embargo, en esta ocasión, la maltrecha red de contención social es más extensa, las fuerzas de seguridad más alertas, el permiso político y social más restringido. Tal vez es una sociedad más agotada aún que en 2001, pero también más punitiva, más sedienta de orden. Puede que sea también, ensayando hipótesis, más intolerante y menos solidaria porque las promesas de los gobiernos “progresistas” vaciaron de contenidos esos valores y entre otras falencias, dieron la espalda a la problemática de la inseguridad. No advirtieron tal vez, por prejuicios ideológicos o tal vez por pereza, o por ineptitud, que la inseguridad afecta más a los que menos tienen.
Entre tanto en ciudad Gótica… la anodina campaña electoral a intendente continúa a la sombra de lo que acontece a nivel nacional, el oficialismo se ve poco activo, ¿confía en la eficacia de su aparato electoral-estatal-clientelar? Puede ser y probablemente continúe funcionando a pesar de la importantísima pérdida de votos, mal disimulada por la mayoría de los medios de comunicación, que sufrió el gobernador electo. Frente a ellos, un peronismo debilitado y dividido en varias listas, Juntos por el Cambio desgastado por sus tironeos a nivel local, el “progresismo” y vecinalismo con candidatos y vecinos en muchos casos, probos y valiosos, sin recursos y con mucho voluntarismo.
Es un escenario de fragmentación al cual Bariloche nos tiene acostumbrados, reflejo tal vez de la silenciosa y cada vez mayor grieta social, económica y cultural que se abre antes nuestros pies, podríamos ver el abismo si nos atrevemos a mirar hacia abajo… Alcanza con recorrer el sur y el este-oeste para ver cómo continúan alejándose las orillas; el auge turístico (bienvenido sea a pesar de lo que diga un progresismo que no logra conectar con ninguno de los fragmentos sociales, excepto el de sus acólitos), evidencia aún más esa distancia, la expone con dureza y desmiente la posibilidad del derrame, a duras penas brinda subsistencia.
En este escenario, retratado en forma incompleta, el gobierno provincial-municipal centra su campaña en las, mayormente, modestas obras públicas, el resto parece ser un problema del gobierno nacional: educación, salud, seguridad, empleo, medio ambiente, producción y desarrollo. Sin embargo, los gobiernos provinciales tienen para todas esas áreas competencias y áreas de gestión; ahora bien, la estrategia de los gobiernos provinciales de todos los partidos políticos, consistente en observar como espectadores lo que ocurre con su población, parece dar resultado en casi todos los casos: los caciques son reelegidos y el “voto ira” (voto bronca ya quedó chico) se dirige hacia la esfera nacional. Sin embargo, la amenaza del favorito de acabar con la coparticipación, entre muchos otros ejemplos, puede ser un indicio de una victoria pírrica de los gobernadores y por añadidura de sus votantes.
En este contexto, Bariloche tiene camiones de basura nuevos (bien por eso), paseos familiares (muy lindos), más baches, más vertedero, menos planificación urbana, más degradación habitacional, más pobreza, más y más mundos que apenas se rozan. Esa situación tiene un nombre y se llama desigualdad social, y casi todos los especialistas (esos que nadie escucha porque se dedican a ese chamuyo de las ciencias sociales) han demostrado que no es la violencia, sino la desigualdad social la que provoca violencia social.
¿Qué es lo que se abalanza sobre nuestra ciudad? Nadie sabe, probablemente siga su rumbo como hasta ahora, sin negar posibles eventos aislados, sin grandes sobresaltos, con un andar que es consecuencia de los intereses de los más fuertes, de la pereza y una vacua ansia de poder de la dirigencia política, de la apatía de sus ciudadanos y ciudadanas. Sin embargo, como ya se mencionó, nadie inventó un dispositivo que detecte y prevea el comportamiento colectivo, afortunadamente los humanos y sus sociedades continúan siendo impredecibles a pesar los algoritmos. Nadie puede pretender saber exactamente qué ocurrirá con la conducta social, por supuesto se puede prevenir y trabajar en los procesos sociales, educativos, productivos, culturales, que también son subterráneos y llevan tiempo y esfuerzo y a veces no son apreciados por la ciudadanía en su justa dimensión, pero tarde o temprano nos brindan sus frutos. De otra manera, en algún momento de extraña y ajena calma, súbitamente, oiremos un ruido sordo, tal vez una reverberación en el pecho que nos advierta, que ya es demasiado tarde para huir de la avalancha.