Una voz en la marea

por Martín Tacón

Yhosva Montoya tiene 23 años, vive en una pequeña ciudad de Chubut, y ganó la edición 2022 de La Voz Argentina. En su tierra natal, a miles de kilómetros del escenario donde todo el país lo vio brillar, este triunfo se vive como un carnaval.

Septiembre 2022

Antes de partir rumbo a Buenos Aires, de tomar el primer avión de su vida, Yhosva Montoya deja una nota en una servilleta de papel sobre la mesa de su casa: “Ya me fui, los amo con toda mi alma”.

Tiene 23 años, nació en Gaiman, una localidad de alrededor de 15 mil habitantes, ubicada en el Valle Inferior del Río Chubut, en la meseta patagónica, a unos pocos kilómetros del mar Atlántico. Yhosva cuenta que su madre lo nombró así porque sabía que algún día sería conocido.

- Un artista famoso necesita un nombre reconocible- supo decirle alguna vez.

La intuición de madre no falló, aunque ella no llegaría a verlo. El 12 de septiembre Yhosva ganó La Voz Argentina: recibió un premio de dos millones de pesos y firmó contrato con la discográfica Universal Music.

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Él y sus tres hermanos se criaron en el ambiente de la música, rodeados de instrumentos. Su padre Jorge integraba grupos folclóricos y su madre, Susana Ríos, era profesora de danzas.

Tocaba la guitarra desde los seis. Su abuelo le dijo: “Si aprendes a tocar el feliz cumpleaños, te regalo una”. Su hermana Perla cuenta que se encerró en el dormitorio y no salió hasta que aprendió la canción. “Ya está, tata”, dijo Yhosvita. Así obtuvo una guitarra enorme que apenas le cabía entre las manos.

Cuando tenía siete, los hermanos armaron un grupo de cumbia. En las filas había algunos primos y amigos del barrio. Un video de aquellos años lo muestra tocando el teclado con la camiseta de Gaiman Fútbol Club, su otro amor.

Autodidacta desde la infancia, aprendió a tocar varios instrumentos sin haber ido nunca a un conservatorio. “Los tocaba de oído”, confió su hermana. Más de una vez hizo renegar a los profesores de música de la escuela porque tocaba el himno mejor que ellos.

Tenía ocho cuando murió su mamá. Se refugió en la iglesia. “Él era el líder del coro, tocaba el piano y sus primeros cantos fueron a Dios”, contó Perla. Después de cinco años en la iglesia, aferrado completamente a la música, formó un grupo folclórico con el que tocaba en plazas, peñas y a beneficio de quien lo necesitara.

Nadia Fernández, su cuñada, fue quien lo inscribió en el casting para La Voz Argentina que tuvo lugar el martes 15 de febrero en el Centro Cultural de Comodoro Rivadavia. Fue la sede más austral del país y la única en Chubut. Cientos de artistas patagónicos se reunieron allí con un mismo sueño. La familia organizó ventas y recaudó dinero para que Yhosva pueda viajar y audicionar.

Dos semanas después recibió el llamado tan esperado donde le confirmaron que estaba preseleccionado. “Ahí comenzó toda esta locura”, dijo Perla.

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Esa mañana de mayo, cuando él partió para iniciar su participación en el programa televisivo La Voz Argentina, dejó la servilleta en la mesa, la que anunciaba: “Ya me fui”. Su familia le respondió a través de las redes sociales: “Nos levantamos y teníamos este mensajito de Yhosvita. Salió temprano a buscar su sueño. Orgullo y admiración por ese nene al que la vida le dio una terrible trompada, pero ese dolor lo supo transformar en arte, en música. Y cuando te escuchamos te metés dentro de nuestros pechos y te convertís en vicio, en adicción. Vaya, cante y demuestre lo que sabe hacer”.



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Avanzar como se pueda

Eligiendo la manera

La marea baja y sube

Somos náufragos de arena

Avanzar no es pisotear lo que vivimos

Avanzar no es otra cosa que vivir

Y avanzar

Argentina escuchó por primera vez a Yhosva en la pantalla de Telefe con su interpretación del tema Avanzar de Nahuel Pennisi. 

Su atuendo era una simple remera blanca. Su canto sorprendió a Montaner. “Canta muy bien”, dijo. Soledad enfatizó: “Tiene una voz particular”. En ese instante, a la salida de un falsete ejecutado a la perfección, ambos pulsaron el botón simultáneamente. Segundos después lo hicieron Lali Espósito, Mau y Ricky.

Su padre Jorge, a un costado de la escena, se llevó las manos a la cara de la emoción. Ahí estaba también su hermano, que fue a acompañarlo. Yhosva contó que venía de Gaiman, Chubut, y se dispuso a escuchar al jurado. Todos lo querían en su equipo, pero él lo tenía claro: “Para mí es un placer que se den vuelta todos, son re grosos, pero me voy con la Sole”. Fue entonces cuando Soledad le regaló su poncho y lo abrazó.

- Es la voz del lamento- se emocionó en otro momento del show Ricardo Montaner.

- Abrite con la gente –le dijo Sole–. No hace falta contar todo, pero sí es necesario que el alma se vea a través del canto.

Algunas personas usan su historia como trampolín. Pero Yhosva cuidó siempre desde el silencio los aprendizajes que le dio la vida.

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Mientras él cantaba en La Voz Argentina, en Gaiman se conformaba un Club de Fans oficial, aprobado por la familia Montoya. Se vendía merchandising con su cara y su nombre: remeras, gorras, llaveros, stickers, bolsos materos, tazas mágicas, vasos térmicos y vinchas. Plotearon un Fiat 600 y lo bautizaron “La Yhosvaneta”. Ese Fitito, con el que todo el mundo quería una foto, lideraba las caravanas por el pueblo cada vez que Yhosva superaba etapas en el programa.

A medida que se acercaba a la final, más grandes eran las repercusiones. En los gimnasios municipales de Gaiman, Dolavon, Trelew y Rawson, se colocaron pantallas gigantes para que la gente pudiera ver sus presentaciones en vivo. Se organizaron eventos solidarios a beneficio de Yhosva y fue nombrado embajador cultural de su pueblo natal.

Rápidamente comenzaron a circular los memes: Yhosva en el cuerpo de Cristo; Yhosva alzando la copa del mundo en lugar de Maradona; Yhosva en las figuritas del Mundial; Yhosva corriendo en el cuerpo de Rocky Balboa; Yhosva en la vincha del fan de Wanda; Yhosva diciendo “hermosa mañana, ¿verdad?” al estilo Francella. No había límites para la creatividad, tal era la pasión que despertaba entre sus coterráneos.

Cuando ganó, su cara fue de sorpresa. Ni él ni la Sole lo podían creer. En el Valle de Chubut, la noche se llenó de bocinas y las calles fueron puro carnaval. Aquel joven había partido siendo un cantante local y ahora se convertía, a los ojos de su gente, en una estrella de la música nacional. Sobre el escenario, el primer gesto de Yhosva fue abrazar a su compañera Ángela Navarro, que quedó en segundo lugar.

-Hay una lágrima en tu voz- le dijo una vez Sole Pastorutti. La calidez de Yhosva traspasó la pantalla y acarició el alma del público que lo votó.

Su cuñada dice que escucharlo cantar, ya sea a través de la tele o en su casa después de un asado, la transporta, genera algo en el ambiente que no se puede explicar. El mayor privilegio para ella es que a veces está sola, tomando mates en la cocina y él se levanta y lo primero que hace es ir al living a tocar la guitarra. Todos los días hace eso antes de desayunar.

- Escucharlo, en silencio, no tiene precio.