Un libro de crónicas, un mapa propio

por Ángeles Alemandi

18 Crónicas Patagónicas, la primera antología que publica la FPP, reúne los mejores textos que participaron del Concurso entre 2019 y 2021. En sus páginas, las y los cronistas del sur, narran esta región inconmensurable para definir una nueva cartografía en la que a pesar de las distancias, dejamos de sentirnos lejos.


Agosto 2022

Una línea azul conecta la casa de Camila Vautier con la mía: desde El Hoyo, Chubut, hasta General San Martín, La Pampa. Son 1128 kilómetros según Google Maps. Camila dice por teléfono que acaba de dormir a su niño, ahora sí puede hablar más tranquila. La imagino mirando a través de una ventana, observando un paisaje blanco y montañoso, tan distinto al que ven mis ojos ahora. Camila tenía cinco años cuando llegó a la Comarca Andina. Sus padres dejaron Buenos Aires y compraron una cabaña en el bosque donde exprimió las horas de luz que le daban los paneles solares para leer todo lo que encontraba a su paso. Estudió Periodismo en La Plata y después regresó a la montaña, al frío en la cara. Hoy tiene 27 años, trabaja en el área de Comunicación del municipio, y le gusta, tanto como a mí, escribir crónicas.

¿Sólo la ruta nos conecta?

Emilio Risoli termina de pintar una pared en Viedma, Río Negro, a 961 kilómetros de Camila, y vuelve a lo suyo: ese universo hecho de palabras que descubrió cuando lo mandaban a dormir la siesta y él se metía en la cama con alguna novela que sacaba de la biblioteca de su madre. Pronto supo que quería escribir como Verne, como Salgari. En la secundaria tuvo un profesor de literatura que era periodista y el círculo se cerró. Al terminar el secundario estudió unos años en TEA, viajó al exterior, después volvió a Viedma y empezó a trabajar en el Diario Al Día. Hoy tiene 45 años y es responsable de prensa de la Defensoría del Pueblo.

En extensión, la Patagonia argentina representa casi un tercio del territorio del país, todo parece quedar lejos.

Para el examen de inglés, Sara debía escribir una carta. Estaba en tercer año del secundario. Su relato epistolar comenzó así: “It's four in the morning, the end of december, i'm writing you now just to see if you're better. Caleta Olivia is cold, but I like where I'm living”. Esas líneas no eran de ella sino del poeta Leonard Cohen, el comienzo de la canción Famous Blue Raincot -aunque la letra original menciona Nueva York, no Caleta Olivia. Sara aprobó, pero aprendió otra cosa: el arte nos expande. Sintió más ganas de leer que nunca y supo que de ahí en adelante ella escribiría sus propias historias. Vive a 1642 kilómetros de Emilio, en Río Gallegos, Santa Cruz, tiene 40 años, hace dieciocho que es periodista, trabaja en Diario Austral.

Esta es la región más despoblada del país: unos 2.3 millones de habitantes, de los 47 mil millones que somos de acuerdo al último censo.

Cuando Bruno Oliva era un niño podía escuchar el sonido que hacía una chapa al volarse por el viento. Ahora eso no existe en Neuquén, la ciudad que más ha crecido a nivel demográfico en las últimas décadas. A Bruno y a Sara los separan 1878 kilómetros. Bruno tiene 36 años, es DJ, consultor de ventas para empresas, y hace unos años una crisis existencial lo reconectó con una práctica que había puesto en pausa: la de la escritura.

Y sin embargo esa distancia que se mide con precisión, se acorta cuando nos sentimos menos solos.

A 2450 kilómetros de Neuquén, Alicia Lazzaroni fantasea con una vida nómade. Tiene 68 años, vive en Ushuaia, Tierra del Fuego, y el año pasado recorrió durante semanas la Patagonia, inspirada en el libro de viajes de Cortázar: Los Autonautas de la Cosmopista. Sintió que se aburría, que no encontraba historias nuevas para contar en su ciudad y convirtió su auto en un motor home y subió a la ruta. No es casualidad, siempre le encantó leer y escribir y ese espíritu curioso que aún moviliza su vida también la llevó a buscar caminos nuevos para contar. Así, hace apenas algunos años, comenzó a narrar en clave de no ficción.

La Fundación de Periodismo Patagónico nació en 2019 sin imaginar que podía armar su propio mapa, conectar a tantos y tantas cronistas.

Martín Loinhaz se mudó en 2005 a Bariloche. La nueva vida, además del impacto ante la belleza del Lago Gutiérrez, le trajo otra sorpresa: el diagnóstico de insuficiencia renal. Cuando inició la diálisis exprimió el tiempo de tratamiento para investigar su patología. Sintió que le faltaban herramientas, que le costaba interpretar algunos textos y decidió estudiar una carrera universitaria. Se anotó en Antropología y empezó a interesarse por la rama de su profesión vinculada a la salud y a trabajar en la escritura de ensayos y ponencias. Pero al leerse reconocía que aún faltaba algo, era mucha teoría, él quería transmitir más. Durante la pandemia dio otro paso, se animó a hacer un taller de escritura creativa primero, después descubrió la crónica.

Necesito recorrer 992 kilómetros para unir Bariloche, la ciudad de Martín, con el pueblo donde vivo. ¿Quién dice cuánta distancia es mucha distancia?

Hice ese trayecto en colectivo a fines de 2019, cuando fui finalista de la primera edición del Concurso Crónica Patagónica y me invitaron a la premiación. Si lo pienso ahora, casi cuatro años después, me parece una vuelta a la manzana en relación a lo que ha crecido la Fundación de Periodismo Patagónico, al hecho de que me acerqué a este espacio con el deseo de contar una historia y hoy me encuentro siendo parte como editora de En Estos Días.

Camila, Emilio, Sara, Bruno, Alicia y Martín también participaron del concurso entre 2019 y 2021. Nuestros textos forman parte de 18 Crónicas Patagónicas, la primera antología de la Fundación.

Las otras historias del libro fueron escritas por Migue Roth de Santa Teresa, La Pampa; Emiliana Cortona, de Neuquén; Vanina Strobl de Esquel y Beatriz Muglia de Puerto Madryn, Chubut; Ludmila Cabana Crozza y Jonathan Paineman de General Roca; Pablo Pezzoni, Ariel D Adler y Roberto Díaz de San Carlos de Bariloche, Río Negro. A las que se suman dos crónicas de yapa, una de María Eugenia de Cicco y otra de Santiago Rey.

El libro es un sueño que se hizo realidad gracias al apoyo de la Editorial de la Municipalidad de Viedma y la Fundación Friedrich Ebert. Narrado desde adentro, es capaz de atravesar la geografía de las seis provincias del sur, de ir más allá del sonido del viento y la prepotencia del paisaje para encontrar nuevas voces, otras miradas. Santiago Rey, presidente de la Fundación, dice que “sensibilidad, capacidad narrativa e investigación, recorren las páginas de 18 Crónicas Patagónicas y anidan en historias de mujeres que se sumergen en el Canal del Beagle; de asistentes sociales que recorren parajes inhóspitos; de mujeres militantes por partos humanizados; de pueblos que depositaron toda su esperanza en un político; de mujeres trans sorprendidas por haber llegado a viejas; de ceremonias mapuches que ni la pandemia de Covid pudo frenar”.

En el recuento de temas que serpentean la edición, Rey menciona también relatos “de la soledad y el esfuerzo en una carrera de alta montaña; de la espera y el renacer de un trasplantado; de una mujer que desafía prejuicios en el interior de una mina; de movimientos globales contrapublicitarios que se piensan desde la soledad de un bosque; de la poesía que nace desde lo que se estigmatiza como “locura”; de la lucha de inquilinas descartadas por el mercado inmobiliario; de la contaminación de un río que fue vida; de los pesares y alegrías de una dieta de moda; de las manos curtidas de una pulpera; de los sabores que evocan abuelas; de la búsqueda de los orígenes de decenas de bebés secuestrados y secuestradas; y hasta de lo que de poeta soñador le queda a un presidente latinoamericano”.

La publicación se puede leer haciendo clic acá. También se puede conseguir en papel, a un precio simbólico para garantizar la reimpresión, quien esté interesado puede escribir a [email protected]. En los próximos meses se harán presentaciones en diferentes provincias.

Hojear 18 Crónicas Patagónicas en papel o en formato digital es una experiencia que emociona. No sólo porque la lectura nos demuestra cómo este lugar vasto, inconmensurable, desafiante, puede comprimirse en 168 páginas, sino porque las y los cronistas del sur –los que forman parte del libro, los que se van sumando a esta red, los que aún están por venir– nos sentimos cerca, abrazados por los límites de la región y amparados en un proyecto que sin borrar las distancias, no nos deja caer del mapa.