Tierra prometida - Sebastián Di Silvestro

por Carolina Biscayart

Septiembre 2021

Y un día charlando mate en mano el gran poeta Leónidas Escudero, sanjuanino, pretensioso de pura vida y buscador de oro, dijo mientras miraba su fecunda planta de pomelos de atrás de su casa:

Y un día, después, ya llegando a sexto grado, vi un pájaro muerto en el suelo y dije, aquí voy a escribir yo, y escribí un poema: el pajarito que está aquí, qué sé yo. Pajarito muerto, que me llamó al corazón.

Ser un explorador ¿qué más quería yo?, mirá ahí de chiquito como voy arriba de un burrito, ¿has visto? un burro para que yo anduviera cuidando de las cosas, y ahí me enamoré del campo y de las piedras.

¿Buscar oro y tesoros, jugar y escribir, tienen algo en común? Es una situación parecida de dar con lo que uno busca, como dar con la palabra única, la que dice lo que quiero decir, que siempre falta, porque el idioma no nos da palabras para decir lo que sentimos del todo, pero es un acercamiento, son acercamientos. Listo.

Sebastián Di Silvestro

Creo que como Don Leónidas, Sebastián es un explorador de la vida, de la gente, del poema. Busca decir lo que quiere, ve algo y dice aquí voy a escribir yo. No se pierde por equívoco ni en temas ni en literatura. Se pierde con la conciencia de encontrar. Por eso su poema fluye, canta, porque sabe lo que hace. Busca como dar con la palabra única sabiendo que siempre falta. Busca con convicción, con humildad ante las voces de todos los poetas que lo nutren, que le hacen ver el mundo con la sabiduría justa hasta el hoy que mañana será otro. En esa búsqueda amplía por momentos el lenguaje hasta límites no pensados, trae seres lejanos, ausentes, incluye voces de la tierra que llegan al poema con la belleza de la elección aguda de su enorme sensibilidad. Sabe que ser poeta es una condición irrenunciable, ¿buscar oro?, sabe que es sólo un acercamiento. Listo. Me siento honrada de acercar estos poemas y de recomendar a este autor tan cercano como rotundo.

De “El temblor conocido” (2002)

Función del ojo

en el umbral del labio de la luz

en la claridad breve del instante

sueña el ojo su extraña ceremonia

hacia adentro imagina

que está en el tiempo velando lo posible

El mandado

debés en cuando las palabras sobran pero siguen hablando

después mueren quemadas como moscas por esa luz violeta de las carnicerías

Otoño

la luna mengua

en esta claridad

del sol entre las hojas

que como yo transcurren

en el temblor

y caen a la tierra

Oigan a los farsantes de la lírica

para mirar el hambre

lo único que nos queda

son los ojos de vaca de la madre

desorbitada vaca del amor

rumiando con los ojos

el pensamiento verde que se va

De “La raíz celeste” (2014)

Y por cuál otra cosa

Y por cuál otra cosa Calfunao

nos hubiéramos visto de madrugada

sino para que usted me diera su newen

me explicara Uno viene a cumplir

un mandado que desconoce

y hasta que lo descubre no se haya

y cuando lo descubre a cumplirlo

porque si no lo cumple no hay caso

no se haya uno y anda boleado

y berreando como borrego guacho.

Las piedras y el volar de las moscas

Atravesábamos la huella que une

Clemente Onelli con Anecón Grande.

Don Rojas al volante comía paisaje,

Domingo mudo miraba las piedras.

Llegamos al rancho de Sargento Prafil

y se pusieron a conversar en lengua.

Con Rojas anduvimos el campo

y antes o después tomamos mate,

entonces don Prafil contó un invierno

con nieve metro arriba de la cumbrera

hasta que la primavera dejó colgajos

de hacienda muerta en los alambrados.

Volvimos a Bariloche y días después

por las piedras pregunté a Domingo.

La montaña del tiempo pasó, Rojitas

refregó cacerolas y arregló la chata,

yo di café a estudiantes de partículas

y a profesores que tuteaban en sueco,

Collueque lustró bronces, llevó papeles,

sembró a la sombra de mí, sutil semilla

y un día presente me reveló de usted

palabras que comprendo recién ahora.

A perpetuidad

Bañadas por la luna crecida de octubre

las flores del manzano anuncian la mudanza.

Rendidos al llamado de la tierra danzan los pétalos

mientras su néctar embriaga la luz que cae de madura.

Todo en el aire es tránsito palpitación entrega plenitud.

Todo azuza y ventea las flores de la tristeza

para que soltando el dolor se entreguen

a la zozobra del alma que se nutre

de su raíz celeste.

Entonces comprendí lo de la forma

De los juegos a ciegas

preferías las simetrías

tenías una montaña

de papeles glasé


que eran un tesoro

brillante y codiciado

cuando te disponías

recortabas extendías

y con ojos perdidos

buscabas el destello

lo hacías inmutable

centrada presente

lejos de tu cuerpito

y de sus emociones

donde vibra al unísono

nuestra cuerda invisible.

El país de las naranjas

Y rodaremos Wayra

por los caminos de la mamá grande.

Y haremos noche Wayra

en el lustroso país de las naranjas.

Y en sus veredas Wayra

y en el vaivén de sus azahares

escucharemos la voz de tu mamá

nombrándote.

El agua

Burbujea

Wayra

cuando hierve

se eleva

audaz en el aire

y cuando desentraña

su calor cae del cielo

siempre

vuelve.

El conejo

¿Qué quisieras pedir?

me preguntó el conejo.

Y yo le dije Un barco sin timón

para que Wayra navegue a su viento

por la llanura azul y milenaria

de la palabra libertad.

Sea, dijo el conejo,

y acto seguido se rascó la oreja.

De “Poesía / Río Negro – Las nuevas generaciones” (2015)


El corazón de la manzana

abrí la casa del gusano a dentelladas / sin encontrar un rastro

sentí el acento dulce de los restos / vi oscurecerse las formas del mordisco

llegué al hueso y continué comiendo / hasta tragarme las semillas

Sobre la lengua quieta

sobre la lengua quieta pasan los años

a través de las horas que iluminan

los frutos musicales de la contradicción

tu ausencia navegable

acecha mundos vegetales

INEDITOS

De Invasión

A Lauri


Amor repentino

Imprevisto, anhelado, regresa,

invade la sustancia, la precariedad.

Volátil, explosivo, sucede,

intensifica el vértigo, la zozobra.

Eriza la ilusión, expande la piel,

atraviesa los límites, los cuerpos.

Es fulminante, repentino, urgente.

Tiene peso su remanso auspicioso.

Amor rococó

Entregado al efecto de estar fuera de foco

corrido de la imagen seguro de la nitidez

con que te veo bellísima cuando te veo

en tus ojitos trémulos de luz donde fulge

inquietamente el fuego que nos nombra.

Vaya uno a saber


1

Nos sentís antes

que en la tierra lata

tu corazón humano,

semilla posibilidad

alma midiéndose

con el arraigo.

2

¿Ya sabés algo?

¿Tenés memoria de qué índole?

¿Sos como Lorenzo su abuelo

que volvió enseguida?

¿Estás jugando

a la escondida como Olivia

que metió la pata entre dos nubes y cayó

en tobogán a la panza de Ceci

donde entró por el sacro?

¿La ves a Lauri,

me ves a mí,

los ves

a Zenón y Haroldo?

3

Imaginemos la intención

desenjaulemos los pajaritos

espontáneos volátiles al aire

el desconcierto de sus trinos.

Algunas escenas del güey popular

“grita un chorro de vino, que anda por bajo debajo de los

subterráneos, gritando, grita, como un animal muerto, grita

mostrándole a la inmortalidad su verga de toro.”


Pablo De Rokha


En el país de las vaquitas corajudas

de los pesos pesados y el pasar a valores

están meta carnearlo al popular

Lo degüellan lo desangran lo cuerean

pero el alma del güey no se inmuta

ramoneó de tierno follajes de ñaupa

y muerto aquí lo corretean de güelta

(pialadores mandados le echan el lazo)

porquegüelve y degüelve como nuco

que regurgita de la muerte a la vida

una y otra vez su mansedumbre.

No lo están oreando donde Dionisio

el aparejo no está bajo los álamos

no es Ñirihuau arriba ni cae la tarde

Los muy conchisupico (los come mierda)

alzaron al manso de los garrones

y ahí cuelga sin resuello el despanzado

Cabeza abajo los ojos abiertos

al golpe del mazo contra su frontal

mientras los achurajes sin distingo

del corazón charqueado a la tripa gorda

empiezan a chirriar en la parrilla.

Este que quieren comprar al barrer

desgraciar al tiro y vender al corte

este que quieren comerse crudo

(antes que venga y se lo coma otro)

nunca jue capón es animal entero

Astuto terco nacido infatigable

sabe esconder su criadilla a tiempo

En la hervidera de las castraciones

tensa la vinsa levanta los güevos

en sus atributos preserva el pelaje

se arrima a los suyos y pasa por lerdo.

Ni izar ni arriar ni usar uniforme

animal vacuno que vale lo que pesa

a ojo mil kilos vivitos y culeando

de uno y otro lado de la cordillera

Para él es el mismo peso del yugo

en Pucatrihue que en La Lipela

en Selva Lacondona en Lapataia

en Cuzco o en Aguada de Guerra

En el puelmapu o en el gulumapu

cau cabulero meador de veredas

el güey popular no tiene bandera.

Guampas tienen y ahí ciñen el yugo

es mentira que güey solo bien se lame

Sujetos unos a otros por el terror

(al clavo que les hincaron al hacerlos)

aguijoneados por la misma picana

compañeros de sus compañeros

son uno en la costumbre de yugar

presos de un mismo paso lerdo

condenados que esperan jubilarse

dándole a la sin güeso hasta secarla

mentando hazañas de güeyes perdidos

(para vinagreta hay que hervirla harto)

Cuando ternero hincado a la ubre

ávido la enroscaba como resorte

Larga y picante lengua del entero

viva o muerta saborea memoria

Pesadilla muda de los castradores

Dueña de la baba de esos angurrientos

Morándose al sereno parece tiesa

sin embargo lambe la coyunda y rumia

orgánica y leal a un solo sueño.

Sebastián Di Silvestro nació en Turdera –provincia de Buenos Aires– en 1972. Desde 1990 vive en San Carlos de Bariloche. Integró el grupo de poetas La luna con gatillo y formó parte del Circo Salapia. En 1995 publicó “Lejos de todo mar” –cuaderno de poemas ilustrados por Martín Chirulo– y textos suyos fueron incluidos en “Marcas en el Tránsito – antología de poetas jóvenes de Bariloche”con selección y prólogo de Graciela Cros (Último Reino / Buenos Aires, 1995). En 2002 publicó el libro de poemas “El temblor conocido”. A fines de 2009 fundó –junto a Irene Peralta– Ediciones Patagonia Escrita y desde entonces trabaja como editor. En el año 2013 publicó “La cacería del ángel” –novela de no ficciónbasada en testimonios de abusos sexuales– y a principios del 2014 “La raíz celeste”, libro de poesía que reúne textos escritos entre 1995 y 2013. Una selección de sus poemas –comentados por Macky Corbalán– forman parte de “Poesía / Río Negro. Las nuevas generaciones”, antología compilada por Raúl Artola y coeditada por la UNRN y el Fondo Editorial Rionegrino en 2015.