Trelew: dramaturgia para una masacre

por Martín Tacón

Hace 50 años, la ciudad chubutense se teñía con la sangre de 16 presos políticos fusilados. Hoy, ese reguero de muerte se vuelve ficción en una obra de teatro dirigida por Carlos María Ríos que hace de lo sensible, lo real.

Agosto 2022

Se levanta el telón y comienza la obra. Celdas emergen bajo la luz en el fondo de la escena. En ellas, cuerpos iluminados con el torso desnudo. Los actos se suceden unos a otros: una mujer de negro, una canción de León Gieco, el abrazo de una familia asustada. Cuerpos tendidos en el suelo en medio de una bruma rojiza. Figuras fantasmales desfilan en un manto de oscuridad. Los gritos y el dolor parecen reales. Lo fueron: en la Masacre de Trelew. No es una pesadilla, aunque a veces se confunde. Porque las tragedias se repiten como representaciones, como obras de teatro, como poesía. El elenco viste las pieles de la historia. Hoy son actores, pero 50 años atrás fueron presos políticos con ideales de un mundo mejor.

El destino los había encontrado, juntos y hermanados, tras los barrotes del penal de Rawson en 1972. Tenían en común el deseo de combatir la dictadura presidida por Agustín Lanusse y se los llamaba guerrilleros. Eran miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y Montoneros. Se fugaron de la cárcel el 15 de agosto, con un ajustado plan y en medio de una balacera con los guardias. Solo algunos lograron escapar. El plan inicial contemplaba la fuga de 110 detenidos, aunque muchos quedaron atrás sin saber que esa desgracia sería su salvación días más tarde. Los seis líderes del comité de fuga arribaron al aeropuerto de Trelew y tomaron el poder en pista de un avión de Austral Líneas Aéreas. Tras un tiempo prudencial en el que esperaron la llegada de otros guerrilleros en fuga, decidieron partir rumbo a Chile. Lo que no sabían es que 19 guerrilleros prófugos se encontraban a pocos minutos del aeropuerto.

Los 19 evadidos en tierra, sin escapatoria, se entregaron a las fuerzas de la Armada y fueron derivados a la Base Aeronaval Almirante Zar de Trelew. Ese lugar sería su cárcel transitoria y el sitio final donde una semana después dieciséis de ellos iban a morir fusilados. Fue el 22 de agosto de 1972. Ese día se recuerda como la “Masacre de Trelew”. Este hecho de sangre quedó grabado para siempre como la antesala de lo que se viviría en los años siguientes en el país con la dictadura militar que comenzó el 24 de marzo de 1976.

Foto: Emiliser Pereyra

Sobre el escenario se representa el reguero de muerte que dejó aquella masacre. La tragedia, con el tiempo, se vuelve ficción. Páginas en un libro, un fotograma de película, el de un documental; es en estos espacios donde el arte coopera con la memoria para darle impulso, trascendencia. En estos días de conmemoración Trelew reverbera de actos simbólicos. Hay homenajes y visitas de personas que fueron protagonistas de aquella época. Ex presos políticos, compañeros militantes y más de un centenar de familiares de las víctimas de la masacre llegaron a la ciudad. El único protagonista que queda de la fuga del penal de Rawson, Fernando Vaca Narvaja, también participa de los actos oficiales. Las banderas están a media asta y en la provincia de Chubut se decreta asueto administrativo para este lunes 22.

Voces en off repiten versos de un poema de Francisco Urondo, autor del libro “La patria fusilada” en el que dieron su testimonio los tres sobrevivientes de la masacre. El poema se titula “La verdad es la única realidad”, y comienza así:

Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia.


La obra teatral “Masacre”, creada y dirigida por Carlos María Ríos, es una reversión de la original llamada “Jirones de historia (apuntes para la memoria)” del grupo La Escalera. Fue estrenada en 2003 en el Teatro del Muelle de Puerto Madryn. Surgió “como un acto de resistencia”, según dice el propio director. La obra gustó tanto, que se siguió presentando durante 16 años y fue elogiada por las Abuelas de Plaza de Mayo. No es una obra convencional con personajes y diálogos. Su intención es emocionar a través de imágenes. Está compuesta por actos donde el espectador puede hilar su propia historia a partir de los diferentes cuadros escénicos. “Hay voces en off que relatan parte de lo que pasó y hay escenas visuales que uno puede ubicar en su sensibilidad –dice Carlos María Ríos–. Hay una progresión histórica desde que les mintieron y no los volvieron a llevar al Penal de Rawson, sino que los llevaron a la Base, hasta el final”.

Muchos sentimientos personales entran en juego a la hora de interpretar esta obra. “En la constitución de mi familia la mitad son militares y la otra mitad son artistas –dice Carlos–. Tuve primos que se acribillaron entre ellos, sin saberlo, porque algunos pertenecían a organizaciones armadas de Montoneros y ERP, y otros eran militares”. Acostumbrado a escribir en contra de la dictadura cívico-militar en el ciclo de Teatro Abierto en Buenos Aires, el director confía en el pacto de ficción que existe entre la obra y el espectador. “Después de estas obras, al público siempre le cuesta aplaudir –dice–. Lo que se aplaude es la conmemoración, el recuerdo. Hay un público militante cautivo que viene a ver estos actos de resistencia y agradecen estar convocados en esa comunión de gente que se citó ahí por algo”.

Una voz en off cierra la obra con versos del poema de “Paco” Urondo:

Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.

La obra acaba. Es martes 16 de agosto de 2022, función a sala llena en el teatro del Centro Cultural El Árbol de Trelew. El público se encamina hacia la salida para continuar con su día. La vida sigue, incluso al término de las grandes tragedias. Los familiares de las víctimas de la masacre podrán pensar que quizás lo que acaban de presenciar fue una justa metáfora del calvario alguna vez vivido. El real, el que perdura en el tiempo y en la memoria, porque sus nombres aún resuenan al cabo de medio siglo. Viven en nuestros libros, en los recortes de viejos periódicos, en las calles que transitamos y en las placas que atesoran su existencia.

Trelew fue el escenario cruel en el que quedó escrita la sangre de aquellos presos políticos. La banda sonora, el fuego de las armas. Los de uno y otro lado de la reja, los actores. Sus ideales, su lucha y su muerte, la gran obra de sus vidas.