Crónica de una cacería

por Sebastián Premici

A cuatro años de la aparición del cuerpo sin vida de Santiago Maldonado, una minuciosa reconstrucción de la persecución que desató Gendarmería contra los integrantes de la comunidad mapuche y el joven anarquista.

* Capítulo Agitado, pero valió la pena del libro Santiago Maldonado, un crimen de Estado (Acercándonos Ediciones), del periodista Sebastián Premici.


Octubre 2021

El testimonio es una potencia que adquiere realidad mediante una impotencia de decir, y una imposibilidad que cobra existencia a través de una posibilidad de hablar… El testimonio es esta intimidad indivisible”

Giorgio Agamben


Son las 11.21 del primero de agosto de 2017. Los gendarmes del Escuadrón 35 y 36 (El Bolsón y Esquel) están desplegados sobre la Ruta Nacional 40. Hay más de 50 efectivos sobre el asfalto, cuatro de ellos portan sus escopetas anti tumulto, otros agarran piedras para arrojarlas hacia el interior de la Pu Lof. La Ford Ranger (OLW 237) conducida por el cabo Andrés Ahumada está ubicada detrás del pelotón. Aguarda instrucciones para avanzar.

Ahumada mantiene contacto con Pablo Escola, responsable de facto del operativo luego de la intempestiva deserción de Fabián Méndez, y con el primer alférez Martín Lozano, conductor de la otra Ranger (OVI 549) enviada a seguir el vehículo Onix gris donde viajaban Soraya Maicoño, Nely Garay y Nicolás Hernández Huala. El conductor de la Ford Ranger OLW 237 llegará a las inmediaciones del río con su arma reglamentaria sobre la cintura.

Ubicado a la retaguardia del primer pelotón, el camión Iveco Eurocargo, conducido por Lucio Buch, también aguarda la orden para ingresar al territorio. Buch conducirá hasta la pendiente previa al río, y será otro de los conductores que descenderá con su arma reglamentaria. Permanecerá allí entre 10 y 15 minutos y observará toda la secuencia de persecución (a la que sólo se animará a describir de manera escueta durante su testimonial).

11.22. El Eurocargo sale desde el cruce a El Maitén, donde la GNA había montado una pequeña base de operaciones, como describimos en el capítulo anterior. Los gendarmes que habían quedado de la noche anterior más los que llegaron esa misma mañana del martes como relevos, suben al camión para descender luego de unos minutos cerca de la tranquera. El pelotón de uniformados ocupa toda la cinta asfáltica. Al frente van Escola, Echazú, Pelozo. Tienen casco, chaleco antibalas y dos de las escopetas anti tumulto. Orlando Yucra agarró del asfalto un chapón que lo utilizará, minutos después, como escudo.

Estos instantes previos a la represión fueron captados por dos cámaras de la GNA, uno de esos videos fue aportado al expediente y el otro fue tomado por Ahumada desde el interior de su camioneta. Las filmaciones muestran grupos bien diferenciados de gendarmes, aquellos que estaban al frente, bien parapetados con sus cascos y chalecos antibalas y los rezagados, munidos sólo de piedras que recogían de la banquina cual barrabravas a punto de entrar en acción.

Los gendarmes estaban dispuestos a “entrar y patearles las chozas” como reconocieron ellos mismos al momento de acercarse a la tranquera de la comunidad, cuando todavía no habían descendido del Eurocargo. El ingreso a la Pu Lof ocurrió sin ninguna orden judicial, la cacería hasta el río fue una acción que duró tan solo siete minutos, lo que indica la voracidad con la que los uniformados corrieron para intentar apresar a un “mapuche de la RAM”, como les había ordenado Noceti. Lo llamativo es que después permanecieron en el territorio cinco horas más. Entre otras cosas, quemaron evidencia de la propia represión.

La presión ejercida por el ex jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad para avanzar sobre la “Resistencia Ancestral Mapuche” de manera planificada y en bloque fue inversamente proporcional a la improvisación exhibida por los Escuadrones que intervinieron en la represión, más allá de sus anhelos disciplinadores de “darles corchazo para que tengan” (frase del gendarme Daniel Gómez) o “quemarles todas las casas”, como esbozaron en reiteradas oportunidades. En un documento interno de la GNA (Sepia 153) quedó registrado, por escrito, que el Escuadrón 36 contaba con 54 cascos, 35 bastones de madera, 54 chalecos antibala, 13 linternas, 12 esposas y seis pistolas Pietro Beretta calibre 9 mm. portadas por los conductores de esa fuerza. Pero no todos los uniformados estuvieron correctamente equipados, situación que no les impidió iniciar la cacería dentro del territorio. Estaban dispuestos a cualquier cosa.

Minutos antes de iniciarse la furiosa carrera hacia el río Chubut, la voz de mando de Escola quebró súbitamente el sonido monocorde del viento gélido. “¡Avancen, señores! ¡Avancen!”, ordenó el segundo jefe del Escuadrón 36. Eran las 11.23. Los uniformados empezaron a caminar sobre la ruta en dirección a la tranquera, al tiempo en que los dos vehículos -la Ford Ranger conducida por Ahumada y el Eurocargo- iniciaron su marcha a paso lento con orientación norte a sur, desde el cruce de rutas mencionado, lugar elegido por la Gendarmería para establecer una pequeña base de operaciones que mantendría por varios días luego de la represión y la desaparición de Maldonado.

Uno de los gendarmes que iba al frente del pelotón -quien también portaba su escopeta anti tumulto- advirtió, al señalar con su brazo izquierdo, la presencia de “manifestantes” dentro del territorio mapuche, próximo a la casilla de guardia. Echazú, otro de los agentes que lideraba la avanzada, automáticamente viró hacia el alambrado que delimitaba a la Pu Lof. La secuencia quedó registrada en los videos de la GNA. La orden era empezar a disparar hacia el interior del territorio. No habían transcurrido ni cuatro minutos de la marcha sobre la RN 40 cuando Echazú lanzó su ráfaga. Fueron cinco tiros seguidos en dirección diagonal hacia la casilla de guardia, del mismo lado en que fue fotografiado Santiago Maldonado segundos antes de iniciar la corrida hacia el río.

—¡Vamos señores! ¡Avancen, avancen!—, volvió a arengar Escola con una voz gruesa que le daba de lleno al viento patagónico.

—¡Fuego libre escopetas! ¡Fuego libre!—, insistía con euforia el segundo jefe del Escuadrón 36.

Echazú siguió con sus disparos. A los cinco primeros se le sumó otra ráfaga de siete y luego otros cinco. En total fueron 17 disparos hacia el interior del territorio, solo de Echazú. Darío Zoilán, otro de los escopeteros, disparó al menos 20 veces. Es decir, el “uso racional de la fuerza” no fue utilizado para despejar la ruta sino para atacar a los integrantes de la Pu Lof. Las primeras ráfagas de disparos comenzaron a las 11:24:45.

Durante sus declaraciones testimoniales y en las entrevistas guionadas por Daniel Barberis, los uniformados afirmaron que los disparos efectuados antes de ingresar al territorio habían sido simplemente “intimidatorios”, a 45 grados con dirección al suelo. Sin embargo, en los videos grabados por la propia GNA puede observarse que en realidad disparaban en una posición de 90 grados. Es decir, tiraban al cuerpo.

“¡Vamos señores! ¡Avancen, avancen!-, retomó la arenga Escola. “¡Fuego libre! ¡Disparen, bien, bien!”, siguió. Luego de cinco minutos de marcha sobre el asfalto, los disparos hacia el interior de la Pu Lof ascendían a más de

40. Desde el territorio practicaban la autodefensa con sus hondas de revoleo.

Ahumada grababa toda la secuencia desde la Ford Ranger mientras hablaba por radio con Lozano, el otro conductor que estaba en la Comisaría de Leleque luego de perseguir al auto Onix que había salido de la Pu Lof algunos minutos antes de que comenzara el avance de la Gendarmería. Como señalamos en el capítulo “Entrar a la Lof a como dé lugar”, esa persecución (o seguimiento controlado) sólo buscó el “choque” con la comunidad.

El conductor de la Ford Ranger también estaba en contacto con Escola al momento de la avanzada y le retransmitía a Lozano (que estaba a 8 kilómetros en la Comisaría de Leleque) las órdenes del segundo jefe del Escuadrón 36.

Escola: ¡Están tirando con piedras! ¡Estoy haciendo fuego!

Ahumada: Están haciendo fuego, estamos haciendo fuego, escopeta y ahí avanzamos… No lo escucha mi primer alférez (Lozano), él tiene solo un handy.

E: ¡Repito! ¡Estoy haciendo fuego! ¡Necesito apoyo! ¡Estoy impartiendo fuego! ¡Necesito apoyo!

A: Necesitamos apoyo dice, si pueden venir del otro lado con la camioneta lo agarran de espalda.

E: ¡Repito! ¡Necesito apoyo!

A: Mi comandante (dirigiéndose a Escola), ábrase que entro con la camioneta, si se abre entro con la camioneta.

E: Oka

Ahumada revoleó su teléfono hacia la parte de atrás de la Ranger. La imagen se cortó aunque quedó el audio. El rugido del motor, el crujido de los neumáticos al quemar sus cubiertas sobre el asfalto anticipaba la corrida desaforada que estaba por venir. Ante el estruendoso ruido de lo inminente, los gendarmes sobre la ruta se hicieron a un lado para formar una especie de pasillo que le flanqueó el paso a la camioneta blanca. Eran las 11:26:20. La Ranger rugió y detrás de ella corrieron más de 50 gendarmes, mientras Escola seguía gritando “¡fuego libre! ¡Fuego libre!”. Los pocos integrantes de la Lof que se habían animado a avanzar sobre la ruta regresaron al territorio. Echazú permanecía cerca del perímetro, disparaba continuamente sobre el costado izquierdo de la casilla. Luego se incorporó al pelotón de uniformados que frenaron su marcha frente a la tranquera amarilla de la Pu Lof.

A los pocos segundos (11:27), la Iveco Eurocargo también tomó posición frente a la tranquera, lista para ingresar. Algunos efectivos decidieron replegarse cerca de los vehículos para alejarse de las piedras pero un grupo de al menos siete continuó cerca del perímetro, sin abandonar su sed de cacería, con disparos continuos hacia el interior, tirando piedras e insultando.

Los gendarmes alegarán en sus informes internos que la lluvia de piedras desde la Pu Lof hacia ellos era incesante. Pero el ruido de los disparos -golpes secos que quebraban hasta el viento más helado y exhalaban pólvora triturada-, sumado a las bravuconadas de los agentes y el rugir de la Ford Ranger y el Eurocargo prestos a ingresar al territorio, configuraban un escenario mucho más tenebroso que la lluvia de piedras. No hay que dejar de mencionar que desde la comunidad divisaron (y sintieron) que hubo disparos de 9 milímetros.

Uno de los agentes quitó del alambrado una bandera de la comunidad y la exhibió en alto como un trofeo. El envalentonamiento crecía a medida que iban acercándose a la tranquera, cual lobos a punto de cazar a su presa, con sus bocas saturadas de rabia y racismo.

“Imaginate, a los tumbos los desalojamos y le allanamos las chozas de mierda esas que tienen”, había dicho el escopetero Cardozo en una conversación que quedó grabada en su teléfono celular tal cual sostuvimos en el apartado “Entrar a la Lof a como dé lugar”. Racismo expreso. “Qué indios de mierda como no los matan a todos”, escribió Ramón Vera, el 8 de agosto. Cardozo fue uno de los primeros que saltó el cerco y disparó hacia la casilla desde el interior del territorio, segundos antes de que ingresaran los vehículos y el resto de los gendarmes.

A las 11:32:11, varios agentes saltaron el alambrado, mientras los peñis permanecían cerca de la casilla de guardia. Maldonado estaba del lado izquierdo (mirado desde la ruta). Hacia esa dirección había ejecutado sus disparos Echazú minutos antes. Otros estaban agazapados entre los arbustos, de frente a los gendarmes (a la altura de la tranquera) que ya estaban por ingresar. A las 11:32:25, la GNA captó la imagen de un escopetero y otro uniformado con una especie de escudo ya dentro del predio, con la actitud de querer avanzar en dirección a los “manifestantes” que estaban sobre los arbustos. Otro de sus compañeros en armas empezaba a cortar el candado de la tranquera para permitir el ingreso de los vehículos.

Ese escopetero era Cardozo y quien había agarrado el escudo era Orlando Yucra, uno de los que más tiempo estuvo sobre el río en el momento cúlmine de la cacería y que probablemente haya visto todo lo sucedido con Maldonado.

Pero no solamente Yucra estaba dentro del territorio, otros gendarmes ya habían iniciado la cacería. Se los ve claramente avanzando por el camino que va desde la tranquera hacia el interior de la Pu Lof, varios segundos antes del ingreso de los vehículos.

Ailin Co Pilquimán había corrido hasta la casilla de guardia para resguardar a su pequeño hijo, su madre Claudina, a su vez estaba con otro niño de 9 años. Ellas observaron toda la secuencia. Hasta el día de hoy la sienten en su cuerpo. En menos de un instante, dos uniformados habían saltado el alambrado. Les disparaban. Se les venían encima. Así y todo, Claudina no creía que se animarían a ingresar a mansalva porque lo había escuchado a Escola pedirles tranquilidad a sus subordinados hasta que dieron la orden final de ingresar, de correr, de cazarlos.

“Empiezan a bajar por la ruta a los tiros. En un momento me acerco más al alambrado y escucho que uno de los jefes les está gritando, como retando porque había dos que ya se habían metido. Esos dos querían pelear, invitaban a pelear, estaban cebados. Y así como de la nada dan la orden de ingresar. Empiezo a correr a la guardia y el primero que corre es Santiago, agarra su mochila y corre hacia el río. Me quedé parada y empiezan todos a correr. Entran dos Unimog, uno se queda a la altura de las vías y otro se mete mucho más adentro, justo en el lugar arriba por donde los chicos bajan al río. No entendía mucho lo que estaba sucediendo. Pensábamos que iban solo a desalojar la ruta y no entrar al campo. Miro para el río, había movimiento y tiros. Veo a dos chicos encapuchados que estaban a caballo que miraban para abajo por donde habían bajado los otros chicos. Santiago corrió hacia el río y lo último que vi fue a la gendarmería corriéndolo a poquísima distancia y se escuchaban tiros. Yo lo vi correr hacia el río y vi la cantidad de gendarmes que eran corriéndolo. A Santiago se lo llevaron ellos”.

El relato de Ailin Co Pilquiman cuenta con varias precisiones que fueron obviadas desde el comienzo, escamoteadas, silenciadas por el Estado nacional y por el primer juez de la causa, Guido Otranto. El ingreso previo de los gendarmes (antes de la corrida final), la saña manifestada hacia los mapuches, el avance de los vehículos y el lugar que estos ocuparon dentro del territorio son algunas de las claves del testimonio de Ailin Co. Los tiros, incesantes aun dentro de la Pu Lof. Varios uniformados declararon ante el juez que no escucharon ningún tipo de detonación mientras estuvieron dentro de la comunidad. Pero sí dispararon. La persecución, de tan desprolija y chapucera en su ejecución, resultó feroz.

Mientras Ailin Co y Claudina trataban de resguardarse frente al inminente avance de los gendarmes, Santiago -apurado, nervioso y seguramente con miedo- logró agarrar su mochila (la que nunca apareció) para correr al río. El Gobierno nacional, en boca de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich puso en duda en todo momento su presencia dentro de la Lof. Sin embargo, la GNA tenía una prueba irrefutable que indicaba que segundos antes de la cacería final, estaba con vida dentro de la comunidad.

En la foja 38 del expediente 8232/17 (Desaparición Forzada), la Gendarmería aportó una serie de imágenes como parte del operativo de despeje de la RN 40. La ruta ya había sido desalojada y limpiada a las 3.20 de ese día. Las fotos aportadas corresponden a los momentos previos al ingreso violento e ilegal al territorio. En la cuarta imagen puede verse de fondo la casilla de guardia. En apariencia, es nada más que una panorámica donde resulta difícil apreciar sus detalles. Lo que fue incorporado al expediente era el escaneo del archivo original, certificado por el primer alférez Aldo Héctor Gutiérrez, de la sección CRIEFOR del Escuadrón 36 de Esquel, imágenes enviadas también en CD por el titular del escuadrón Pablo Badie, el 4 de agosto.

Pero sólo había que ampliar el archivo digital original para observar sobre el margen izquierdo una persona con campera celeste y lo que aparentaba ser pelo largo. Era la última foto con vida de Santiago Maldonado y fue tomada a las 11:32:33 del 1 de agosto. La precisión es clave. A las 11:32:58 dos uniformados son detectados dentro del territorio corriendo por el camino ubicado a la derecha del puesto de guardia. Había comenzado la persecución, la cacería, tal cual lo divisó Ailin Co y se lo contó a la “Justicia” en su declaración testimonial del 20 de septiembre del año pasado ante la fiscal Silvina Ávila.119 Ella repitió la misma testimonial con el segundo juez de la causa Gustavo Lleral, cuando el magistrado concurrió a la Lof para tener una primera aproximación del lugar donde había desaparecido el Brujo.

“A partir del análisis de las imágenes señaladas se advierte que entre la posición registrada de Santiago Maldonado en su carrera hacia el Río Chubut y la ubicación en la que se sitúan, a una similar distancia respecto del río, los gendarmes que corrieron en persecución de los manifestantes distaron solo 25 segundos. De modo que la ventaja que alcanzó la víctima respecto de los agentes en la corrida hasta el lugar donde perdería su vida, se ubica, como máximo, en torno a ese acotado lapso”, sostuvo la Procuvin en su informe final.

¿Por dónde intentó cruzar el río Santiago Maldonado? ¿Por dónde lo hicieron el resto de los peñis? ¿Por dónde corrieron los gendarmes? ¿Cuántos camiones ingresaron? ¿Hacia dónde fueron esos vehículos? Estas preguntas, básicas y neurálgicas para determinar qué ocurrió aquel primero de agosto, no fueron ni siquiera esbozadas por el primer juez de la causa.