Algo ilumina el cielo

por Lautaro Bentivegna

Un grupo de astrónomos pasó dos días caminando por el desierto pampeano buscando los restos de un meteorito. El origen de las cosas que nos hace vibrar.

Foto de portada: Radio Kermés

Octubre 2025

Una bola de fuego atraviesa el cielo del norte patagónico. Cae la tarde y los más veloces logran capturarla. Como cowboys en un duelo sacan los teléfonos y registran la estela naranja que contrasta con el poco celeste que le queda al firmamento. Por un segundo muchos se vuelven astrónomos y opinan. En Winifreda, en Jacinto Arauz, en Alpachiri hablan de estrellas fugaces, de meteoritos, alguien se da corte y pronuncia “basura espacial”. En La Pampa, al oeste de la provincia de Buenos Aires, en Viedma y Bahía Blanca, hay quiénes aprovechan para pedir un deseo. Seres humanos diseminados en miles de kilómetros cuadrados y conectados por la prepotencia de un instante luminoso: es sábado 13 de septiembre y acaba de pasar algo único.

En pocas horas los videos se viralizan y aparecen los científicos para dar explicaciones. La palabra clave es “superbólido”. La definición parece una canción de Spinetta: masa de materia cósmica que atraviesa la atmósfera con la apariencia de un globo inflado hasta estallar y dividirse en pedazos. El bólido es lo que se vio en el cielo, el meteorito es la roca que puede haber tocado el suelo. En síntesis: el meteorito es un bólido que sobrevive en la tierra.

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Dos días después del superbólido comenzó en Mendoza el Congreso Argentino de Astronomía y la Reunión Anual de la Asociación Argentina de Astronomía, un evento que lleva 67 ediciones y que reúne a investigadores de todo el país. El tema se impuso los cuatro días que duró el encuentro. Había que estudiarlo.

El proyecto de investigación comenzó con dos mujeres conversando: la doctora en Astronomía Irina San Sebastián  y la licenciada en Astronomía Nair Trógolo. Y luego convocaron a otros expertos: el licenciado en Geología Felipe Neuss, la licenciada en Astronomía Lucía Velasco. el doctor en Ciencias Geológicas Mauro Spagnuolo, el doctor en Física Eloy Peña Asensio y el doctor en Astronomía Gonzalo Tancredi.

Primero se formó un grupo de WhatsApp. Después reuniones por zoom. En el medio algo muy importante: una página de la NASA confirmó que los satélites norteamericanos captaron la explosión en la atmósfera y que podía establecerse una trayectoria del “superbólido pampeano”.

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Los asteroides son objetos que están dando vueltas por todo el sistema solar. Son los escombros de la formación planetaria, fragmentos rocosos o metálicos que no llegaron a agruparse con otros más grandes para dar lugar a la formación de un planeta, por ejemplo. Es material que sobró del inicio del sistema solar y de los ocho planetas que conocemos hoy en día.

“Con los datos de la NASA y los videos que nos mandaba la gente pudimos establecer por dónde habría ingresado el asteroide. Hicimos esa proyección en el suelo y calculamos cerca de qué localidades había caído. Nos encontramos con que era una región deshabitada. Era todo campo. Fue un poco difícil dar con las personas indicadas que nos pudiesen compartir el testimonio de lo que habían observado”, dice Nair Trógolo, becaria doctoral del CONICET, quien estudia la dinámica de asteroides cercanos a la tierra. “Meteoritos se han recolectado en todo en todo el mundo –agrega Trógolo-. Hay un catálogo que tiene más de 80.000 registrados, pero sólo 60 tienen una trayectoria marcada. Esto nos da la posibilidad de rebobinar la película, de ver de qué parte del sistema solar viene. Así podemos saber, por ejemplo, a qué familia de asteroides pertenecía”.

Un mes después del fogonazo que iluminó a gran parte de la Patagonia, los astrónomos revelaron las primeras conclusiones en un informe. “El trabajo de campo y los modelos computacionales aplicados a partir de información satelital, permitieron estimar que la explosión del superbólido pampeano -el máximo destello- ocurrió a unos 25 kilómetros de altura y fue producto de la desintegración de una roca de unos 2 metros de diámetro. La roca ingresó a la atmósfera a unos 65.000 km/hora, es decir una velocidad de 18 kilómetros por segundo. Se estima que la roca procede del Cinturón Principal de Asteroides, una región del Sistema Solar situada entre las órbitas de Marte y Júpiter”.

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Cuchillo Có, La Pampa. Localidad cabecera del departamento Lihuel Calel, 208 habitantes de acuerdo al último censo. Un pueblo ínfimo rodeado por miles y miles de hectáreas de médanos vestidos con pasto puna. Monte de jarilla. Un páramo lejos de todo. El río más cercano está a 70 kilómetros. La capital de la provincia a 250 kilómetros. El terreno a rastrillar: una franja de unos 3.000 metros de largo por unos 50 metros de ancho.

“Por lo energético que fue el superbólido, creíamos que se trataba de un asteroide que había ingresado a la atmósfera de la Tierra. Un asteroide pequeñito pero del que tendría que haber llegado algún fragmento al suelo”, dice Nair Trógolo.

El viaje del equipo de investigación a La Pampa se concretó un mes después del avistaje del superbólido y se pagó con recursos propios. El 18 y 19 de octubre parte del equipo gestado en Mendoza llegó a La Pampa en colectivo, alquiló una camioneta y se unió a los integrantes del Grupo de Astronomía Pampeano para trasladarse a Cuchillo Có.

El Grupo de Astronomía Pampeano era diverso: Fany Arrese, profesora de física; Mariano Sardiña, observador meteorológico, Julio Spagnotto, contador; Martín Osio, técnico electromecánico: y Fernando Tourn, licenciado en Geología.

El sábado recorrieron campos, conversaron los vecinos y una familia del lugar les entregó una roca “de material sospechoso”. El domingo, en el segundo rastrillaje encontraron algo que podría ser un meteorito. Diez personas, seis hombres y cuatro mujeres, recorriendo a pie, muy lentamente, el terreno pautado. Una hilera de diez personas rastrillando la tierra con la mirada. Como buscando un cuerpo. Los restos de un cuerpo. Los restos de un cuerpo celeste.

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Hay dos características propias de los meteoritos que pueden observarse a simple vista. La más llamativa es la “corteza de fusión”: una cáscara negra -fruto del calor que toma el mineral al entrar a la atmósfera- que puede cubrir total o parcialmente la roca que en el centro es más clara. Otro de los indicios es que en general los meteoritos reaccionan a la atracción de un imán por el alto contenido en hierro que suelen tener.

“Para saberlo hay que llevarlo al laboratorio, ponerlo en un tomógrafo, cortarlo y estudiarlo con cierta tecnología. Eso lleva tiempo. Podemos decir que tuvimos cierto éxito en el sentido de que no esperábamos tener ningún fragmento sospechoso y regresamos con dos muestras”, señaló Nair. Actualmente los fragmentos están siendo investigados en el Laboratorio de Geología Planetaria en la UBA.

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Ayer, 23 de octubre, los investigadores y astrónomos aficionados pampeanos publicaron un documento en el que detallan los pasos a seguir: “En caso de corroborarse esa procedencia, el paso siguiente será analizar las muestras con técnicas diseñadas para establecer características mineralógicas, isotópicas, composicionales y, en función de ello, determinar -entre otros parámetros- edad de formación, condiciones de formación y procedencia”.

“De confirmarse que alguna de las rocas procede del bólido del 13 de septiembre, las familias propietarias de los campos cederán parte o la totalidad de las piezas a instituciones públicas de nuestra provincia. Se mencionaron dos instituciones en particular: el Museo de Historia Natural de La Pampa y la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de La Pampa, ambas con sede en Santa Rosa”.

“Si alguna de esas rocas procediera de la desintegración del asteroide, estaríamos ante el primer meteorito con órbita conocida en nuestro país”.

-¿Y para qué sirve todo este trabajo?

-Encontrar un meteorito nos da pistas de cómo era el material del que se formaron los planetas. Además, hoy se habla mucho de la defensa planetaria y se están apostando un montón de recursos para estudiar qué tan peligrosos son estos asteroides para la vida de los humanos y de los animales en el planeta. Somos conscientes de que en nuestro planeta hubo al menos cinco extinciones masivas y nada nos libra de que eso vuelva es algo que vuelve a ocurrir -dice Trógolo, la becaria del CONICET, experta en el tema.

Explica también que para obtener una muestra de este tipo se debería enviar una misión espacial, una sonda espacial no tripulada al cinturón de asteroides. Y eso sale millones de dólares: solo la NASA puede darse el lujo. Los restos del asteroide que encontraron en La Pampa son un regalo.