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Osorno. La llanka dorada del sol

por Bernardo Colipan Filgueira

Ester Bustamante Llancamil, asesinada por carabineros en Bahía Mansa, a orilla del mar, pocos días después del golpe. Si la memoria también conlleva olvido y espacios de recuerdos, entonces ¿cómo se vive con su ausencia?


Septiembre 2023

Quienes no conocimos a Ester Bustamante Llancamil, nos imaginamos que era un colibrí.

El pinda es un corazón emplumado, que bate sus alas a una velocidad de ochenta veces por segundo.

Ester a los 18 años, seguro era un alma inquieta pegada a un cuerpo feliz.

Era soltera. Militaba en el núcleo Camilo Torres del Partido Socialista. Secretaria de un sindicato en Barro Blanco.

Estudiaba auxiliar de enfermería en el Hospital de Base de Osorno.

Ahora, la vemos cada vez más cerca y nos hace señales con su espejo redondo.

Es fácil sonreír, pero hemos perdido la costumbre. El aire nos ventila, pero dejamos un silencio sin nombre que nos habite.

Sucede que con hablar y sonreír, también necesitamos de un buen impulso de aire.

El Am es el aire que se encuentra siempre en el mismo lugar, en el centro del cuerpo.

Tu Am, Ester, es un remolino inquieto que gira en espiral en nuestro corazón.

Nunca se cansa. Siempre se mueve.

Nuestros Uy/nombres, revelan el ámbar que traemos y que debemos pulir y hacer brillar, mientras dure nuestra vida.

Tu padre, José del Carmen Bustamante Neicul.

Tu ñuke, María Antonia Llancamil Barriga.

Al nombrar las cosas y sellarlas con un nombre, tejemos nuestro destino sideral.

Neicul: rápido, veloz. Llancamil: Joya dorada del sol.

Ester, la joya dorada del sol que pasó veloz. Tu nombre revela el sendero de luz, que deja una estrella al cruzar la noche.

Con el Piukewun llevamos tu llanca dorada sellada en el corazón.

Tu nombre debe durar en la memoria, lo que dura en las casas viejas, una fiesta para ángeles caídos.

Lo nuestro, Ester Bustamante Llancamil, es un mensaje de amor, porque una memoria sin justicia, es un recuerdo vaciado de sentido.

Todos portamos un relato que refleja la adherencia que tenemos a la vida.

Hoy, sin tocarnos, estamos parados en la misma herida, que nos atraviesa a todos.

Es septiembre y la lluvia aún golpea los techos de zinc, de la población Pedro Aguirre Cerda.

El último aguacero dejó abierto un camino, donde antes había una zanja en la memoria.

Desde nuestro presente sabemos que hubo tantas patadas, culatazos, camionetas del Servicio Ganadero de Osorno secuestrando a compañeros/as que nunca volvieron a sentir el calor de una estufa en invierno.

Cuerpos que bajaban flotando por los ríos que antes se amaban. Bandos militares y gritos ahogados, saliendo del subterráneo de la Tercera Comisaría de Rahue.

El obispo Subercaseaux gritando que se arrepientan de sus pecados a los detenidos/as en el estadio español de Osorno.

Como si no supiéramos, Ester, el lugar exacto de tu desaparición.

El 5 de octubre de 1973 en Bahía Mansa fueron ejecutados por funcionarios de Carabineros, Jorge Aguilar Cubillos, María Ester Bustamante Llancamil de 18 años, y Edgar Cárdenas Gómez, de 24.

La cabaña donde estaban ocultos era de un campesino de apellido Bañares.

A las once de la noche llegó un grupo de carabineros del retén de Bahía Mansa, al mando del capitán Adrián Fernández Hernández de la tenencia de Rahue, junto a los carabineros Eliseo Águila y otros de apellido Canales; Maragaño y Rosas del retén de Bahía Mansa; rodearon la cabaña y les ordenaron rendirse; fueron golpeados por aprehensores y ejecutados a sangre fría.

Los cuerpos sin vida fueron conducidos en una camioneta de la CORA.

Tu cadáver estaba en la morgue de los Carreras, vestías blue jeans, una chaqueta corta de mezclilla y una polera rosada.

Tu causa de muerte: ruptura cardiaca, provocada por un disparo de un arma de fuego.

Tu cadáver mostraba golpes en la parte lumbar y dos orificios en la espalda del grosor del dedo índice, en el rostro presentabas huellas de haber sido golpeada.

El parte del asesino Adrián Fernández dice: fueron muertos en los momentos que fueron reprimidos por las fuerzas de carabineros en un ataque imprevisto al retén de Bahía Mansa.

El titular del Diario La Prensa de Osorno, señala:

“Tres extremistas muertos en un enfrentamiento correspondiente el día domingo 7 de octubre de 1973, en el cual se indica que, tres extremistas perdieron la vida al intentar asaltar el retén de carabineros de Bahía Mansa, situado a 65 kms de Osorno”.

Nunca podemos estar seguros del lugar de la desaparición de las cosas, porque la memoria también conlleva olvido y espacios de recuerdos. Ambos son esferas que se intersectan.

No existe la una sin la otra.

Tu muerte fue un enfrentamiento que nunca existió, salvo en la conciencia cobarde de los asesinos.

El amor con su potencia política y de rememoración, es el que dota a la memoria de la capacidad para localizar el lugar exacto, en donde se encuentran las personas.

El certificado de sepultación dice que tu cuerpo se encuentra en el cementerio católico.

Que falleciste el 5 de octubre de 1973 y que tus restos se encuentran en el cuadro 13, fila 6, sepultura 15.

Es necesario hacer del olvido un lugar de memoria.

Ahora, Ester, a cambio de la justicia, el juicio y castigo a los asesinos, tenemos que conformarnos con los pantallazos del presidente en la Moneda.

Su foto en primer plano lo muestra abrazando al saqueador de bancos.

Si lo vieras, querida Ester, también dirías que es una falacia pensar “que la libertad termina donde comienza la libertad del otro/a”.

Ambos sabemos, que la otra persona es responsable de activar la libertad en mí y yo soy responsable de construir caminos de libertad para ella.

Porque desde la soledad de una celda, el dolor de la tortura y del ojo arrancado de cuajo por una bala, el otro/a me interpela a mí por la expansión o contracción de su libertad.

Sin embargo a los asesinos se les perdonó sin que pidieran perdón.

Para nosotros, sólo recuerdos vaciados de memoria y las palabras de siempre:

“Señora haga la cola, apréndase de una vez el número de expediente. Si se aburre, por mientras puede bailar una cueca sola, que hace juego con este país de guirnaldas”.

Si caminara junto al olvido, te podría contar del vacío.

A nuestro lado la memoria, tu recuerdo y el ternurar insurgente por siempre.

Ya sabe tu nombre la mariposa, que viene por las mañanas a rozar con sus alas, la membrana de la esperanza.

Los muertos nunca se van. Nacen de nuevo para acompañarnos.

Por eso Ester, no podemos dejarte descalza con este frío y esta lluvia que viene del mar y se descarga en Bahía Mansa.

No podemos dejarte sola, bajo el mal tiempo, toda tiritando de frío en calle Montevideo.

No podemos dejarte detenida, desaparecida, ejecutada con dos balazos en la espalda.

Si ya no hay un lugar para ti en Chile, te llevaremos en nuestro piuke/corazón.

No podemos dejar de mirar tus ojos, que tal vez fueron marrones, negros, verdes, pero más parecidos a la única luz que alumbra en la oscuridad.

Tuvimos que volver a ensamblar tu recuerdo, que nos llegó como un cántaro quebrado, con todos sus fragmentos dispersos.

Supimos que tarde o temprano, un relámpago iluminará la oscura noche de la historia.

Y nos preguntamos en la aridez del olvido.

¿Cómo sería su asombro, al ver salir del horno una lata de kuchen con cerezas corazón de paloma?

¿Disfrutaba como todos los niños, en el recreo de la escuela, el dulzor de una manzana confitada?

¿Cantaba su colérico corazón las canciones de la revista Ritmo?

¿Y compraba en el quiosco de la esquina, un ejemplar de la revista Corín Tellado?

Las porfiadas cenizas del recuerdo, nos hacen preguntar una y otra vez, ¿cuál sería el tono de su voz?

Su madre, ¿sentía que tocaba la puerta, antes de llegar a la casa?

No podríamos vivir, Ester Bustamante Llancamil, sin esperarte todas las tardes al llegar del colegio, junto al tarro que hierve en el brasero con hojas de eucaliptus.